Compromiso Forzado

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La sala de la mansión Trafalgar era imponente. Las paredes estaban cubiertas con elegantes obras de arte y muebles de lujo, pero el ambiente tenso contrastaba con la opulencia del lugar. Frente a la mesa principal, Luffy, un omega de la respetada familia D. Monkey, estaba sentado, en completo silencio. Enfrente de él, Trafalgar Law, un alfa de la distinguida familia Trafalgar, lo miraba con una mezcla de ira y confusión.

El compromiso entre ambos había sido anunciado por sus familias, sin que ninguno de los dos tuviera voz ni voto. La poderosa influencia de ambas casas lo había decidido todo.

– Esto es absurdo – gruñó Law, su tono afilado como una daga. Se cruzó de brazos, con una mirada que atravesaba a Luffy, quien apenas alzaba la vista. – ¿Por qué diablos tendría que casarme contigo? No soy un títere de mis padres.

Luffy, aún con la cabeza gacha, no respondió de inmediato. Su cabello negro caía sobre su rostro, ocultando la expresión apagada que llevaba. Había crecido en una familia que, pese a su enorme riqueza, lo trataba más como una posesión que como un ser humano. Como omega, desde pequeño se le había inculcado que su valor residía únicamente en su capacidad para ser un buen esposo, sumiso y obediente. Y aunque en su corazón había deseos de libertad, esos anhelos habían sido aplastados por años de control.

– Si eso es lo que quieren nuestros padres... – murmuró Luffy, su voz baja y apenas audible – …entonces está bien.

La respuesta no hizo más que avivar la furia de Law. Su mente no podía comprender la sumisión que veía en Luffy. Para alguien que había luchado toda su vida por su independencia, el ver a un omega simplemente aceptar un destino que no había elegido lo enfurecía.

– ¿Eso es todo lo que tienes que decir? – Law se acercó más, su voz subiendo de tono, cada palabra más cortante que la anterior. – ¿Vas a dejar que te controlen así? ¿Ni siquiera piensas luchar por lo que quieres?

Luffy alzó la mirada brevemente, lo suficiente para que Law viera sus ojos apagados. No había resistencia en ellos, solo resignación. – No sé lo que es querer algo para mí – respondió con un tono monótono. – Nunca se me ha permitido.

Esa confesión golpeó a Law como un puño en el estómago. No sabía mucho de la familia de Luffy, pero las palabras del omega le hicieron sentir un leve malestar en el pecho. No era por compasión, sino por la sorpresa de encontrar a alguien que había sido condicionado a aceptar su propia falta de libertad.

– No sé por qué me sorprende – escupió Law con amargura. – Los omegas de familias como la tuya siempre han sido criados para ser obedientes. Si te importa tan poco tu vida, tampoco me importa a mí.

Luffy no respondió. Estaba acostumbrado a las palabras hirientes. A lo largo de su vida, su familia le había enseñado que debía cumplir con su rol de omega, siempre obediente, siempre dispuesto a hacer lo que los demás quisieran de él. Pero lo que más dolía no eran las palabras de Law, sino la verdad que ellas contenían. Luffy no sabía lo que era tener deseos propios, ni mucho menos cómo luchar por ellos.

La conversación había terminado. Law, lleno de desprecio, dio media vuelta y salió de la habitación, sin mirar atrás. Luffy se quedó sentado en la sala, observando el vacío frente a él. Cuando Law finalmente cerró la puerta tras de sí, el silencio se hizo aún más pesado.

En otro lado de la mansión, Nami y Zoro, quienes trabajaban para la familia Trafalgar, observaban la escena desde una distancia prudente.

– No me gusta esto, Zoro – dijo Nami, preocupada, mientras cruzaba los brazos sobre su pecho. – Luffy nunca fue el tipo de persona que se rendía tan fácilmente. Pero algo le pasó... algo lo rompió.

Zoro, con su habitual seriedad, asintió. Aunque no conocía todos los detalles de la vida de Luffy, podía ver que había algo profundamente erróneo en la forma en que el omega aceptaba su destino.

– ¿Qué vamos a hacer? – preguntó Nami, mirando a su compañero. – No podemos simplemente dejar que lo traten así.

Zoro observó la puerta por la que Law había salido y luego a la figura de Luffy, todavía sentada en la mesa, completamente inmóvil.

– No lo sé – respondió finalmente. – Pero algo tendrá que cambiar. No podemos dejar que siga así.

En el pasillo, Law caminaba a grandes zancadas, su mente aún perturbada por lo que había presenciado. La imagen de Luffy, con esa mirada apagada y sumisa, no dejaba de atormentarlo. ¿Cómo podía alguien vivir de esa manera? Sin deseos, sin voluntad. Para alguien como él, que siempre había luchado por su independencia, era una visión que no lograba comprender.

Sin embargo, algo dentro de él, una pequeña chispa de duda, comenzó a encenderse. ¿Podría ser que Luffy simplemente no sabía cómo luchar por sí mismo? La idea lo molestaba, pero también despertaba una curiosidad inesperada.

– No me importa – murmuró para sí mismo, intentando deshacerse de esos pensamientos. Pero en el fondo sabía que, aunque lo negara, algo en Luffy había despertado su interés. Algo que no podía ignorar del todo.

Matrimonio arreglado Donde viven las historias. Descúbrelo ahora