Mientras paseaban, Narumi no podía evitar reírse de las ocurrencias de Madara. Él siempre encontraba la manera de hacerla sonreír, incluso en los momentos más inesperados. Sin embargo, a veces, Madara tenía episodios de celos.No podía evitar sentirse inseguro cuando otros chicos miraban a Narumi con admiración.
Ese día, mientras descansaban bajo una sombrilla, un grupo de chicos se acercó para invitar a Narumi a jugar voleibol. Madara sintió un nudo en el estómago, pero trató de disimularlo. Narumi, siempre amable, aceptó la invitación y se unió al juego. Madara observaba desde la distancia, tratando de calmar sus pensamientos.
Después de un rato, Narumi regresó, sudorosa pero feliz. Se sentó junto a Madara y le ofreció un sorbo de su bebida. "¿Estás bien?" le preguntó, notando su expresión seria.
Madara suspiró y asintió. "Sí, solo... me preocupo por ti. No quiero que nadie te haga daño."
Narumi sonrió y tomó su mano. "Madara, no tienes que preocuparte. Eres el único que me importa. Los demás son solo amigos."
Madara se sintió aliviado al escuchar esas palabras. Sabía que Narumi lo amaba y que sus celos eran infundados. Decidió disfrutar del resto del día sin dejar que sus inseguridades lo dominaran.
Pasaron la tarde nadando en el mar, construyendo castillos de arena y riendo juntos. Al atardecer, se sentaron en la orilla, viendo cómo el sol se ocultaba en el horizonte. Madara abrazó a Narumi, sintiendo su calidez y su amor.
"Te amo, Narumi," susurró.
"Y yo a ti, Madara," respondió ella, apoyando su cabeza en su hombro.
Así, bajo el cielo estrellado, prometieron amarse y apoyarse siempre, sin importar los desafíos que enfrentaran. Porque sabían que, juntos, podían superar cualquier obstáculo.
Con el paso de los días, Madara y Narumi se volvieron inseparables. Cada fin de semana, encontraban una nueva aventura para compartir. Ya fuera explorando senderos en la montaña, paseando en bicicleta por la ciudad o simplemente disfrutando de una película en casa, su amor crecía con cada momento compartido.
Un día, mientras caminaban por un mercado local, Madara vio un collar con un pequeño colgante en forma de corazón. Sin pensarlo dos veces, lo compró y se lo entregó a Narumi. "Quiero que tengas esto, para que siempre recuerdes cuánto te amo," le dijo.
Narumi, con lágrimas en los ojos, aceptó el regalo y lo colocó alrededor de su cuello. "Es hermoso, Madara. Gracias. Siempre lo llevaré conmigo."
A medida que pasaban los meses, Madara aprendió a controlar sus celos. Comprendió que el amor de Narumi por él era genuino y que no tenía nada que temer. Narumi, por su parte, siempre encontraba maneras de demostrarle su amor y apoyo, asegurándose de que Madara se sintiera seguro y amado.
Un año después de aquel día en la playa, Madara decidió que era el momento de dar el siguiente paso. Planeó una sorpresa para Narumi, llevándola de regreso a la misma playa donde todo había comenzado. Bajo la luz de la luna, se arrodilló y sacó un pequeño anillo de su bolsillo.
"Narumi, desde el momento en que te conocí, supe que eras la persona con la que quería pasar el resto de mi vida. ¿Te casarías conmigo?"
Narumi, con el corazón latiendo con fuerza, sonrió y respondió: "Sí, Madara. Sí, quiero casarme contigo."
Se abrazaron bajo el cielo estrellado, sabiendo que su amor era fuerte y verdadero. Juntos, comenzaron a planear su futuro, emocionados por todas las aventuras que aún les esperaban.
Y así, Madara y Narumi vivieron felices, enfrentando cada desafío con amor y confianza, sabiendo que, mientras estuvieran juntos, podían superar cualquier obstáculo.
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Día De Playa
RomanceMientras paseaban, Narumi no podía evitar reírse de las ocurrencias de Madara. Él siempre encontraba la manera de hacerla sonreír, incluso en los momentos más inesperados.