CONTRASEÑA

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Era un nuevo y "normal" día...

Valeria seguía su rutina matutina con la precisión de siempre: Rutina de skincare, eligió su outfit con cuidado, se peinó, se arregló y dedicó algo de tiempo al pilates antes de salir a correr por veinte minutos. Al regresar, se dio una ducha rápida, se volvió a peinar, aplicó su maquillaje con precisión, se vistió para ir a clase pero antes de salir de su cuarto hizo lo último de su rutina mañanera que hacía desde hace años y cada día, desearle un lindo día al amor de su vida.

Todo en su mañana fluía con la tranquilidad habitual. Al bajar al comedor, saludó a sus padres con afecto, disfrutó un desayuno ligero y se dirigió a la universidad, lista para el día.

En el carro, saca su celular de su abrigo para ver si su novio le respondió cuando ve que el mensaje ni si quiera le ha llegado, y entonces recuerda: "ESE... ESE RARO MENSAJE DE ANOCHE..."

Valeria buscó en su cartera el celular de Alejandro, pero la batería baja le impidió verificar el contenido del nuevo mensaje. Frustrada, guardó el celular y trató de concentrarse en el camino hacia sus clases, aunque la ansiedad le carcomía por dentro, quiso olvidar pero le fue inevitable.

Al llegar a la universidad, se encontró con su amiga Miriam en los pasillos.

—Hey, guapa, ¿todo bien? —le preguntó Miriam al ver la expresión de su amiga.

Valeria, después de vacilar un poco, le confesó lo que le estaba preocupando.

—No sé qué pensar,  Ale olvidó su celular en mi bolso ayer, y me han llegado unos mensajes extraños. No sé de qué se trata porque la batería se descargó, pero me está incomodando...

Miriam arqueó una ceja y le ofreció su cargador.

—Pues si te hace sentir incómoda, Val, creo que deberías verlo. No tienes por qué quedarte con la duda. Alejandro debería ser sincero contigo. Tú vales mucho como para que un imbécil te engañe o hago por el estilo.

Valeria agradeció el consejo de su amiga, pero no podía evitar sentirse culpable por pensar mal de su novio. Sin embargo, la intriga la estaba consumiendo. Tomó el cargador que Miriam le ofreció y conectó el celular en su bolso mientras intentaba concentrarse en la clase que ya estaba por comenzar.

Las jóvenes estudiantes se sentaron en una mesa al fondo de la cafetería, alejadas del bullicio de los demás. Frente a ellas, el celular de Alejandro descansaba como una pequeña bomba de tiempo, esperando ser encendida. Valeria, con las manos temblorosas, no se animaba a tocarlo. Miriam, al ver su indecisión, se frustró.

—¡Vamos, Valeria! No es tan difícil. Solo enciéndelo —dijo Miriam mientras tomaba el celular y lo encendía sin dudar—. ¿Ves? Ya está... — el celular se encendía — Ah, claro, contraseña —agregó rodando los ojos—. ¡Típico de los hombres para ocultar sus cochinadas!

Valeria sintió un nudo en el estómago. No quería pensar mal de Alejandro. Recordó lo bien que la había tratado siempre, lo mucho que confiaba en ella. Con voz apagada y sintiéndose culpable, admitió:

—Ale me dijo su contraseña.

Miriam, que se había tensado al principio, se quedó en silencio al escuchar eso. Ambas se miraron, conscientes del conflicto moral que compartían. Valeria estaba invadiendo la privacidad de alguien que claramente confiaba en ella.

—Es la fecha de nuestro aniversario —agregó Valeria en un susurro, incapaz de evitar la culpabilidad que la invadía.

Miriam, al escuchar eso, dejó el celular sobre la mesa con suavidad, sintiéndose mal por haber presionado a su amiga.

CAMBIO... ¿Temporal? Les juro que es solo por la ciencia...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora