El ruido metálico de la puerta automática rompió el silencio del pasillo. , con el café aún humeante en la mano, cruzó el umbral de su oficina. Las luces fluorescentes parpadearon brevemente, como si despertaran al mismo ritmo que ella. Aún no eran las siete, y el edificio estaba vacío, pero el eco de sus pasos resonaba en el suelo de mármol, recordándole que, aunque sola, el día ya había comenzado. Madrugar nunca había sido su actividad favorita, pero desde que fue ascendida a gerente de departamento no se permitía llegar tarde jamás.
Con el pasar de los minutos, su sección fue llenándose. Carlo, Camila, Lauren y Kara, los únicos casi tan puntuales como ella, la saludaron con un leve asentimiento de cabeza y un silencioso "buenos días". Valentina respondió de la misma forma, pero había algo más ocupando su mente. Hoy conocería al project manager que habían contratado para liderar el nuevo proyecto de la empresa.
Había revisado el currículum del candidato, pero extrañamente, su nombre nunca había sido mencionado en los correos. Recursos humanos se había encargado de todo, y ella no había sentido la necesidad de preguntar. Confía en su equipo, se repetía, pero una parte de ella no podía evitar sentir cierta incomodidad. ¿Y si no encajaba bien? Este proyecto era crucial, y el éxito dependía de la colaboración entre los equipos de tecnología y marketing.
Respiró hondo y miró el reloj. Faltaban quince minutos para la reunión. No sabía qué esperar, pero estaba decidida a que todo saliera bien. Mientras organizaba sus notas, no pudo evitar preguntarse quién sería esa persona que, en unos minutos, entraría en la sala para liderar uno de los proyectos más importantes de su carrera. Lo que no imaginaba es que su primer amor, esa chica que dejó una huella profunda en su vida años atrás, estaba a punto de reaparecer.