Una vez en la sala de reuniones, Valentina se acomodó en una silla y comenzó a organizar los documentos. Mientras estaba en lo suyo, la asistente de su jefe entró y la saludó amablemente. Valentina le devolvió una sonrisa distraída y siguió trabajando en sus notas, sin pensar demasiado en lo que estaba por venir.
Poco después, un bullicio comenzó a escucharse en el pasillo. Valentina, siempre atenta a su entorno, alzó la vista hacia las paredes de vidrio. Desde su asiento, observó a su jefe acercarse, acompañado por los representantes de las áreas más importantes: contaduría, recursos humanos, etc. Había una mujer entre ellos, pero solo pudo ver su espalda. Aunque no pudo identificarla, asumió que era la misteriosa manager que se uniría a su equipo.
Valentina suspiró profundamente y se levantó de su asiento. De manera casi automática, empezó a alisar las inexistentes arrugas de su chaqueta. Mientras veía a su jefe acercarse con una amplia sonrisa, algo en su estómago se revolvió. ¿Sería esta nueva manager una buena idea? Trató de despejar sus pensamientos y concentrarse en lo práctico. Cuando su jefe entró en la sala, saludó a todos de la mano, reconociendo a quienes conocía de antes. Todo parecía seguir su curso normal hasta que, de repente, la puerta se abrió nuevamente, y cruzó Juliana Valdez.
El mundo de Valentina se detuvo. Su respiración se quedó atrapada en su pecho, y por un segundo, todo a su alrededor pareció volverse borroso. La reconoció al instante, aunque no la había visto en años. ¿Qué estaba haciendo Juliana aquí? El flujo de recuerdos del pasado la golpeó como una corriente incontrolable: risas compartidas, miradas furtivas, promesas rotas. No esperaba volver a verla, mucho menos en este lugar, y como parte de su equipo. Se sintió como un pez fuera del agua. Los sonidos de la sala se apagaron, y si alguien le habló, no lo notó. Solo podía concentrarse en Juliana, en cómo había cambiado. Su mirada recorrió cada rasgo de su rostro: diferente, más madura, pero de alguna manera igual. Juliana la miraba también, con el rostro pálido, como si hubiera visto un fantasma.
El estado de shock solo le duró unos segundos, porque Juliana, a diferencia de ella, no tardó en recomponerse. Su postura se enderezó, y con una sonrisa que Valentina recordaba demasiado bien, avanzó hacia ella con paso seguro. Juliana había aprendido a ocultar sus emociones con maestría.
—Hola, Valentina —dijo Juliana, su voz resonando con una naturalidad inquietante. Extendió la mano para saludarla, como si todo estuviera bien, como si no compartieran un pasado no resuelto. La sala parecía haberse encogido, y el aire estaba cargado de una tensión que nadie más parecía notar. Mientras los demás continuaban en sus pensamientos y preparativos, Valentina se sentía atrapada en una burbuja con Juliana, como si el tiempo no hubiera pasado. Su corazón latía con fuerza, cada pulso un recordatorio de lo que había intentado enterrar durante tanto tiempo.
Valentina tomó la mano de Juliana, sintiendo un leve temblor. No sabía si era por la sorpresa o por esos sentimientos que aún habitaban, persistentes, dentro de ella. Trató de mantener su voz firme, a pesar del torbellino emocional que amenazaba con derrumbarla.
—Hola, Juliana —respondió, mirando directamente a sus ojos. Cada palabra fue un esfuerzo consciente por mantenerse profesional, por no permitir que el pasado la desbordara en ese momento.
La reunión se centró completamente en Juliana: quién era, qué haría, su talento. Todos en la sala parecían absortos en su presentación. Valentina, sin embargo, permanecía en silencio, observándola desde su asiento, como si intentara desentrañar la persona que ahora tenía frente a ella. Juliana hablaba con pasión, sus ojos brillaban mientras explicaba su trabajo y sus ideas para la empresa. Esa chispa en su mirada, esa energía, era algo que Valentina jamás hubiera imaginado ver en ella cuando tenían 16 años. En ese entonces, Juliana no soñaba con nada. No tenía aspiraciones visibles y, mucho menos, un interés por la ingeniería. Valentina recordaba bien lo mucho que Juliana despreciaba el mundo de su familia, una familia llena de ingenieros a quienes no soportaba.
"¿Cómo terminó aquí?" —se preguntaba Valentina, intentando hacer sentido de todo. Era un contraste brutal con la chica que había conocido en su adolescencia, la chica rebelde que parecía rechazar todo lo que la rodeaba.
Mientras Juliana continuaba con su exposición, explicando su enfoque en la innovación y en cómo su equipo mejoraría la presencia digital de la empresa, todos en la sala parecían encantados. Los representantes de contaduría, recursos humanos y marketing intercambiaban sonrisas satisfechas. Los murmullos de aprobación eran constantes. Valentina podía sentir la emoción que flotaba en el aire, pero para ella, cada palabra de Juliana solo añadía más frustración.
Era esa frustrante atracción que Juliana siempre había tenido. Su carisma, la facilidad con la que se ganaba a la gente. Todos parecían admirarla, encantados con sus propuestas, emocionados por su energía y su personalidad magnética. Valentina, sin embargo, luchaba contra una mezcla de emociones que no podía controlar. ¿Cómo era posible que Juliana hubiera cambiado tanto y, al mismo tiempo, siguiera siendo la misma persona que una vez había conocido tan bien?
Valentina no podía apartar la vista de ella, pero no era la admiración lo que sentía. Era confusión, incredulidad y una punzada de algo más profundo que prefería no examinar demasiado de cerca.
La reunión finalmente terminó, y por orden de su jefe, Valentina debía presentarle el equipo a Juliana. Salieron juntas de la sala en un silencio incómodo. Valentina no hacía ningún esfuerzo por disimular lo abrumada que estaba, su incomodidad era palpable. Juliana, aunque caminaba a su lado con paso firme, parecía ligeramente intimidada por la tensión entre ambas.
—Esta es la división en la que estoy encargada —soltó Valentina de repente, sin mirar a Juliana. Su tono era frío, casi mecánico.
Juliana asintió en silencio, manteniendo la mirada hacia el frente, aunque por el rabillo del ojo observaba a Valentina con una mezcla de curiosidad y cautela.
—Ellos son tus compañeros —continuó Valentina, deteniéndose frente a los escritorios—. Carlo, Kara, Camila y Lauren. Te ayudarán en todo lo que necesites.
Los tres levantaron la vista de sus tareas y sonrieron cortésmente, aunque el ambiente seguía cargado de una incomodidad evidente. Juliana les devolvió una sonrisa educada, saludándolos con un leve gesto de cabeza.
—Y esta de aquí es mi oficina —añadió Valentina, señalando una puerta cercana, sin detenerse a explicar más. Se cruzó de brazos mientras hablaba, una clara barrera que reflejaba sus emociones reprimidas.
Juliana, por su parte, no dijo nada al principio. El peso de las palabras no dichas flotaba entre ellas, y el silencio entre las dos se volvió casi insoportable.
—Gracias —dijo finalmente Juliana, su voz baja pero segura. Insegura de cómo romper la barrera que Valentina había construido—. Sé que este proyecto es importante para la empresa, y... bueno, estoy deseando poder colaborar contigo y con tu equipo.
Valentina, aún sin mirarla directamente, asintió con rigidez. Los recuerdos y las emociones seguían agitándose en su interior, pero no estaba dispuesta a dejarlos salir. No ahora.
—Sí, claro —respondió con una frialdad que no pudo evitar. Luego, sin agregar más, giró sobre sus talones y se dirigió hacia su oficina, dejándola allí, inmersa en la tensión que ambas compartían pero no verbalizaban.
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nueva historia, también juliantina, ojala les guste.