Café

1.3K 63 0
                                    

El ambiente en la Unidad de Análisis de Conducta (BAU) era tan frenético como siempre. Entre informes, perfiles y llamadas de emergencia, la rutina diaria podía volverse predecible, casi automática. Pero ese día, algo en Derek Morgan parecía diferente. Estaba distraído, como si una pequeña inquietud se escondiera bajo su exterior relajado.

—Morgan, ¿vas tú a por el café hoy? —preguntó Garcia desde su escritorio, donde ya estaba inmersa en su mundo de pantallas.

El equipo levantó la mirada, algo curioso por la pregunta, porque normalmente Garcia siempre hacía ese viaje. Pero Morgan, sin levantar la vista de los papeles que revisaba, contestó con naturalidad.

—Sí, lo haré yo esta vez.

Una respuesta simple, pero cargada de algo que nadie en la sala podía identificar. Hotch, Reid y JJ compartieron una mirada rápida, mientras Emily Prentiss simplemente se encogía de hombros y volvía a revisar sus propios informes.

Garcia levantó una ceja, divertida.

—Vaya, ¿quién te ha robado las ganas de entrenar esta mañana que ahora quieres estirar las piernas?

—Solo quiero aire fresco, mamá oso. ¿Te importa? —respondió él con una sonrisa torcida.

Sin más, Morgan cogió su chaqueta y salió hacia la pequeña cafetería que quedaba a unos minutos a pie de las oficinas del FBI. Sabía que algo lo atraía a ese lugar hoy. ¿Una corazonada? ¿Un impulso irracional? No lo sabía, pero su instinto siempre había sido su mayor aliado.


Melissa miraba distraída por la ventana de la cafetería, el vapor de la máquina de café llenaba el aire con un aroma suave, casi relajante para cualquiera menos ella. Todo era demasiado tranquilo, demasiado normal para alguien que no conocía lo que había en la oscuridad.

Su padre había capturado a alguien más. Un nuevo juguete para el sótano. Una víctima más que no vería la luz del día. Desde pequeña, Melissa había crecido en medio de la sangre, los gritos y los crujidos de huesos rotos. Eso había sido su normalidad, aunque, por dentro, siempre había una parte de ella que temblaba ante la monstruosidad de su familia.

A pesar de su belleza imponente, con ojos tan profundos que parecían esconder un abismo, Melissa estaba marcada por el peso de los secretos. Se movía por la vida con una indiferencia calculada. El mundo exterior la veía como una mujer atractiva y extraña, alguien a quien mirar pero nunca acercarse demasiado. Tal vez intuían que había algo más detrás de su mirada fría.

—Un cappuccino y tres cafés negros —dijo una voz grave que la sacó de sus pensamientos.

Melissa levantó la vista y se encontró con el hombre frente al mostrador. Derek Morgan. Lo había visto antes, uno de los agentes que frecuentaba la cafetería. Pero hoy estaba solo, sin su habitual séquito de colegas.

—¿Algo más? —preguntó, casi sin prestar atención.

—Eso es todo —respondió Morgan, estudiándola por un segundo más del necesario.

Había algo en ella que no podía identificar, una inquietud que parecía vibrar en el aire. Mientras esperaba que le sirviera el café, no pudo evitar que su instinto de profiler despertara. No era que la chica fuera sospechosa, pero había algo en la manera en que evitaba el contacto visual, en la forma en que sus dedos se movían de manera casi mecánica, como si no estuviera realmente allí.

Ella, por su parte, apenas podía concentrarse. Los recuerdos del sótano, de los gritos apagados que había escuchado la noche anterior, la distraían constantemente. Pero como siempre, ponía una máscara de indiferencia que nadie sabía leer.

PAUSADA: Mentes Criminales: La chica de la cabañaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora