Capitulo= La Caida

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La noche en que todo cambió, las estrellas se apagaron.

En lo alto de las colinas de Gales, el Castillo de Caerwyn, una de las fortalezas más imponentes de los Paladines Rojos, se alzaba majestuoso bajo la luz de una luna llena. Era un bastión de esperanza, un lugar donde la magia roja fluía a través de los guerreros elegidos, aquellos destinados a proteger el reino y a su gente de cualquier amenaza. Pero aquella noche, ni las murallas de piedra ni la magia que alguna vez había sido su escudo podrían detener la oscuridad que se cernía sobre ellos.

No era solo la ausencia de luz; Era una presencia tangible y amenazante que parecía envolver el castillo en una fría mano de desesperanza. La fortaleza había sido construida para resistir asedios y ataques, sus muros eran casi impenetrables, y sus guardianes, los Paladines Rojos, eran conocidos por su destreza en combate. Sin embargo, ninguna preparación parecía suficiente para lo que estaba por venir.

El castillo se cargaba de una inquietud palpable que perturbaba profundamente al líder de los paladines que dormía plácidamente en una cama adornada diamantes rojos que capturaban la luz de las lámparas de cristal, creando destellos de un rojo ardiente que iluminaban la habitación con un resplandor inquietante, que eran detenidas por los barrotes de la cama que estaban bañados en un oro reluciente que parecía fundirse con el brillo de las gemas.

Pero a pesar del resplandor que rodeaba la lujosa cama, el líder no lograba encontrar un descanso, el cual es irrumpido por el sonido distante de cornos de guerra que retumbaban a lo lejos de las salas del consejo, lo sacó por completo de su letargo, su corazón latía con fuerza mientras sus músculos se tensaban en un instinto de alerta.

Se incorporó bruscamente, abrumado por el temor y la urgencia. Los bordes de su capa real rozaron el suelo de mármol cuando se levantó de la cama, sin molestarse en ajustarse del todo la armadura ceremonial que colgaba en un rincón. A cada paso que daba, sus botas resonaban por los pasillos vacíos, llenos de sombras danzantes que parecían observarlo.

Al cruzar los imponentes umbrales de la sala del consejo, sus pensamientos tomaban forma. Tras los cornos, que amenazaba en la lejanía y traían consigo una señal clara: los sonidos de guerra tocaban las puertas de su reino. Reuniendo a los paladines en una cámara sombría, adornada con estandartes antiguos, su mirada recorrió cargada de preocupación recorría los rostros de cada uno de ellos. Hombres y mujeres que habían jurado proteger al reino con su última gota de sangre.

Los paladines se alineaban ante él, con sus armaduras reflejando la luz del fuego que recordaban los tiempos de gloria y las victorias pasadas. Pero en ese instante, el eco de los cornos de guerra que aún resonaban en la distancia impregnaba el ambiente con una sensación de fatalidad que los comenzaba a invadir. Sus miradas se cruzaban, llenas de duda e inquietud.

El líder avanzó con paso seguro, sus ojos fijos en el horizonte invisible más allá de las puertas del consejo. La gravedad de lo que estaba sucediendo se hacía cada vez más evidente. Finalmente, habló, con una voz firme, aunque cargada de angustia contenida.

—Los cornos anuncian lo que hemos temido durante semanas —dijo, con voz grave resonando en la cámara—. Las puertas de nuestro reino están siendo desafiadas. Los enemigos no esperan más. Están aquí, y traen consigo la sombra de una guerra. —Hizo una pausa, dejando que el peso de sus palabras cayera sobre sus oyentes—. Pero no somos ajenos a esto. Cada uno de ustedes ha jurado proteger esta tierra con su vida, y ahora, esa promesa será puesta a prueba.

Una de los paladines, una mujer de rostro severo y cicatrices que hablaban de viejas batallas, dio un paso adelante. Su voz era dura, pero en ella había un rastro de temor que no podía ocultar.

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⏰ Última actualización: Sep 20 ⏰

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