Capítulo Unico

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Hace mucho tiempo, cuando esta tierra aún estaba llena de colonos españoles, comenzó a surgir un rumor.

Se hablaba de una gran mina en medio de las montañas que brillaba como el sol por la cantidad de oro que contenía. Los españoles y extranjeros se fascinaron con la idea de obtener ese oro, por lo que muchos emprendieron el viaje hacia aquellas tierras lejanas, atraídos por la promesa de un enorme tesoro.

Muchos intentaron encontrar dicho tesoro y jamás fueron vistos de nuevo. Los extranjeros pensaban que habían sucumbido a alguna dificultad, como el frío, o que habían caído por un risco. Sin embargo, los nativos de la zona tenían una idea diferente de lo que les había ocurrido a aquellos viajeros irrespetuosos.

Los habitantes de esas montañas creían que la tierra estaba encantada y que las montañas, desde su base hasta la cumbre, eran el hogar de espíritus. El oro que se encontraba en aquellas montañas pertenecía a estos espíritus, y cualquiera que osara intentar robarlo enfrentaría una muerte segura, ya sea a manos del ave de oro o de algún otro espíritu que habitaba en las colinas.

Hubo un aventurero que fue diferente a todos los anteriores. En lugar de llegar hasta las montañas, terminó, por accidente, en la pequeña comunidad nativa que se encontraba a sus faldas. Phil, herido durante su travesía, se perdió y acabó en aquel pueblo.

El pueblo de Quesadilla había existido desde antes de que los colonizadores llegaran a estas tierras. El jefe de la comunidad recibió a Phil con los brazos abiertos, y él se integró, aprendiendo a vivir como uno más. Adoptó sus costumbres y empezó a amar su nueva vida.

Un día, conoció a un joven de ojos amatista que brillaban como piedras preciosas. Era el hijo mayor del sacerdote del pueblo, y fue amor a primera vista. Cada día se reunían a la orilla del río para tener algo de privacidad. Siguiendo las tradiciones del pueblo, Phil pidió permiso al sacerdote para cortejar al joven.

Era costumbre construir un collar con cristales y piedras preciosas, considerado una joya de matrimonio. Este se entregaba al finalizar el cortejo. Phil tardó meses en decidir qué tipo de collar quería darle a su amado, pero finalmente optó por uno de amatistas, esmeraldas y cristales teñidos de lila. Una vez que el collar fue entregado, se celebró la ceremonia de matrimonio.

El joven deseaba una boda sencilla y familiar, y a Philza le pareció bien, por lo que fue una ceremonia pequeña en las orillas del mismo río que había sido testigo de su amor.

Existen dos versiones de esta antigua leyenda.

Una de ellas relata que el viajero y el joven formaron una familia, teniendo dos hermosos hijos mestizos, tan iguales y a la vez distintos como el ying y el yang. Philza se había olvidado por completo de la cueva llena de tesoros hasta que, un día, después de un derrumbe en las montañas, el río se llenó de oro que caía desde las cumbres.

Lleno de determinación, Philza decidió investigar. Llevó a sus hijos de aventura sin decirle a su esposo a dónde iban realmente, sabiendo que él intentaría detenerlos. Con una última despedida, el hombre y los dos hermanos desaparecieron en el horizonte para nunca más ser vistos.

El joven no pudo soportar el dolor de perder a su familia y enfermó poco tiempo después de que se les diera por muertos. Pasaron los días, y el joven falleció en la casa que alguna vez había compartido con su esposo e hijos.

Durante el funeral, el ambiente era pesado y triste. El cielo lloraba junto a los familiares del joven, cuya vida se apagó demasiado pronto. La lluvia no cesó durante días, y cuando finalmente lo hizo, el lugar donde fue enterrado se cubrió con una abundante capa de flores rojas como la sangre. Desde entonces, se cree que el joven se convirtió en flor como un gesto de amor hacia su esposo e hijos, para poder esperarlos por toda la eternidad.

La segunda versión narra que el joven resbaló por la ladera cercana al río el mismo día de su boda, cayendo hacia su muerte. A pesar de los esfuerzos de Philza por salvar a su amor, lo encontró sin vida al final de la ladera. Phil consideró que ninguna tumba humana sería digna de resguardar el cuerpo de su amado, así que decidió sepultarlo en las aguas del río que había visto nacer y morir su amor.

Envuelto en blancos lienzos, el grácil cuerpo del joven descendió pacíficamente en las aguas del río, que desde entonces se tiñeron del matiz amatista de los ojos del joven. Se dice que, cada cierto tiempo, en las orillas del río se escuchan lamentos que interrumpen la tranquilidad de la noche. Algunos creen que es el espíritu del joven, ahora habitante de las aguas, mientras otros aseguran que es el mismo viajero, que sigue buscando a su amado como un espíritu en pena.

Cuenta la Leyenda... || Pissa Donde viven las historias. Descúbrelo ahora