La Biblioteca de Arcilla

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Séctum (Domingo) N°1 del Año 430, Después de las Guerras Rúnicas, Lugar: Parte Oeste del Desierto de los Kelegsi, a 80 Km del Lago de los Meilux

Una vez muerto su gran compañero, aquel árbol rúnico, Kesskadin fue a buscar un nuevo hogar, no tardó mucho en encontrarlo, solo varias semanas, las cuales estuvo alimentandose de agua, si, estuvo siguiendo el trayecto de un río, era lo mas seguro, tenia agua y alimento si conseguía pillar a algún animal desprevenido en busca de agua, en ese río tuvo mala suerte, no había ni plantas ni animales sedientos, solo agua, hasta que un día llegó a encontrar su jardín del Edén, su propio cielo, el río se había ensanchado y dividido en dos, podía ver en la lejanía plantas, y si hay plantas hay animales hambrientos lo que significa alimento, Kesskadin algo mareado por el hambre, fue corriendo como pudo hasta llegar a esa parte del río, en medio de la división del río, entre los dos nuevos que se habían formado pudo avistar una pequeña casa, mientras se acercaba con impaciencia a la casa iba hablando consigo mismo, la soledad es muy mala, Kesskadin iba diciendo así conforme se acercaba:
- Mira! Una casa!!! Por fin podré resguardarme de las frías noches del desierto, por fin seré capaz de asentarme y poder vivir sin tener que preocuparme por nada, excepto de encontrar algo de comida, quiero... quiero verla...

Dicho esto, Kesskadin cayó desmayado en la gran depresión con forma de V que se había formado por la división del río, rodó hasta el agua, allí la suave corriente se lo llevó, al poco tiempo de ello Kesskadin despertó en la orilla del río con el sofocante calor de Lor y Enzo dándole en la cara, al abrir los ojos exclamó:
- Mierda mierda mierda!! Me he quedado dormido, estoy muy cansado... Pero no importa!! Conseguiré llegar hasta esa casa cueste lo que cueste, mi vida... Mi vida depende de ello!! He de sobrevivir!

Una vez auto convencido Kesskadin fue corriendo hasta la casa, la puerta algo rota y roida prácticamente se caía a pedazos, una vez Kesskadin entró en la casa lo que vio fueron muchas mesas, muchas sillas y... Ratas, muchas ratas, al ver esto Kesskadin con los ojos como platos sólo pudo decir una cosa:
- Oh dios... Ratas!! Mi salvación!!!!

Al exclamar esto devoró a todas las ratas que pudo coger con su gran y curvado pico, desgarrando sus entrañas y comiéndose sus cabezas de un bocado, tras esto, Kesskadin se dio mucho asco, aunque no era la cosa mas asquerosa que se había comido, fuera lo que fuese, ahora ya no tiene hambre, ahora siente paz, tranquilidad, como si hubiera llegado al Crepúsculo. En ese momento de gran tranquilidad dijo:
- Ya nunca, nunca!! Volveré a pasar hambre! Finalmente he llegado a mi hogar...

Murallas AdamantinasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora