El silencio de la noche reinaba en la casa de los Tendo, toda la familia se encontraba sumida en la tranquilidad del sueño. Afuera la luna iluminaba el jardín, los árboles se reflejaban en el estanque y los grillos cantaban. Todo era paz, excepto para Ranma quien despertó en medio de la noche, hambriento y desorientado, con un ligero gruñido de su estómago recordándole que no había cenado lo suficiente. Todo había sido culpa de una pequeña pero acalorada discusión con Akane; esa cabeza hueca llegaba a sacarlo de sus casillas cuando se lo proponía. Ranma jamás lo admitiría, pero pelear con esa marimacho lo ponía de mejor humor cuando no se sentía bien. Después de todo, esa química sólo la tenía con ella.

Sin embargo, ahora pagaba las consecuencias de su osadía. Ranma bajó las escaleras con cuidado, intentando no hacer ruido, se encaminaba a la cocina, pero se detuvo al notar una tenue luz proveniente de la sala. Sus pasos lo guiaron hasta allí, donde encontró a Akane sentada sola en el sofá, con el resplandor azul del televisor reflejándose en sus ojos. Estaba viendo lo que parecía un programa de terror, la luz parpadeante resaltaba su sombra y el resto de la habitación.

Ranma se quedó en la entrada por un momento, observándola. Sonrió para sí mismo al darse cuenta de lo absorta que estaba en la pantalla. Su prometida sí que era hermosa, sobre todo cuando estaba así, impasible. La idea de asustarla le cruzó por la mente. Se movió sigilosamente, acercándose por detrás. Pero justo cuando estaba a punto de gritar para hacerla saltar, algo lo detuvo. El rostro de Akane se veía tenso, sus manos apretaban ligeramente la manta que tenía sobre las piernas. En lugar de asustarla, Ranma se aclaró la garganta suavemente.

-¿Qué estás viendo? -preguntó suavemente, sin previo aviso.

Akane dio un pequeño brinco y volteó a verlo.

-¡Ranma! ¿Qué haces despierto a estas horas?

Ranma sonrió y se sentó a su lado en el sofá.

-Tenía hambre -respondió encogiéndose de hombros-. No podía dormir y pensé en buscar algo de comer, pero te vi aquí y... bueno, no sé pensé que podría ver qué estabas haciendo.

Akane lo miró con desconfianza al principio, como si intentara descifrar si él planeaba alguna de sus bromas habituales. Pero los ojos de Ranma estaban tranquilos y, por alguna razón, eso la calmó un poco.

-Es un programa de terror... casas embrujadas y esas cosas -explicó Akane, tratando de sonar casual.

Ranma asintió y desvió la mirada hacia la pantalla. No parecía particularmente interesado en el programa, pero tampoco parecía molesto por estar ahí.

-¿Te molesta si lo veo contigo?

Akane lo miró, todavía con el ceño fruncido, pero al mismo tiempo, una pequeña sonrisa asomó en sus labios.

-¿No tienes nada mejor que hacer? -le preguntó mientras trataba de recuperar la compostura. Parte de ella quería decirle que se fuera, que no necesitaba compañía. Pero otra parte, una que no siempre reconocía, se sentía aliviada de no estar sola. Asintió levemente.

-¿No es más divertido si lo vemos juntos? -dijo Ranma, encogiéndose de hombros como si fuera lo más obvio del mundo.

Akane lo miró durante unos segundos, sin saber exactamente qué responder. Luego asintió lentamente, sin poder ocultar la pequeña sonrisa que se formó en sus labios.

-Haz lo que quieras

Ranma se acomodó en el sofá, con una postura relajada pero manteniendo la distancia. El programa continuó, lleno de sonidos agudos y escenas oscuras. Akane no podía evitar pegar pequeños saltos ante ciertos momentos, aunque intentaba mantenerse compuesta.

Con el tiempo, sin embargo, la tensión en el ambiente comenzó a suavizarse. Ranma hacía algún que otro comentario sarcástico sobre lo irreal de las historias, y Akane, aunque en un principio se ofendió, pronto se encontró sonriendo y relajándose. Incluso en el silencio, había algo cómodo en la presencia del otro. A medida que las escenas de terror continuaban en la pantalla, Akane se encontró no tan atenta al programa, sino más consciente de la cercanía de Ranma.

Mientras la noche avanzaba, los párpados de Akane comenzaron a volverse pesados. Se esforzaba por mantenerse despierta, pero el cansancio y el sonido monótono del televisor la arrullaban. Poco a poco, su cuerpo se inclinó hacia Ranma hasta que finalmente, sin darse cuenta, se quedó dormida apoyada en su hombro.

Ranma se quedó quieto al sentir el peso de Akane contra él. Giró la cabeza y la observó en silencio. Su expresión tranquila y relajada, tan diferente a su usual energía y determinación. Suspiró suavemente, intentando no despertarla. Se quedó así un rato, observando cómo el resplandor del televisor pintaba su rostro con una luz suave.

Con cuidado, Ranma se deslizó del sofá, sosteniéndola suavemente para que no se despertara. Se quitó la camisa y la colocó sobre Akane, cubriéndola con delicadeza. A pesar de que la noche era cálida, la brisa nocturna siempre encontraba la manera de enfriar la casa. La observó por un momento más, notando cómo su mano tomaba la camisa del chico para sentirla más cerca de ella. Ranma, dijo Akane entre sueños y una sonrisa se dibujó en el rostro de Ranma.

-Descansa, Akane

Ranma apagó el televisor, dejando la sala en la penumbra. Echó un último vistazo a Akane, que ahora respiraba suavemente bajo la tela de su camisa. Luego se dio la vuelta y se dirigió hacia las escaleras, sintiendo una leve caricia en su corazón. Aunque no lo admitiera, la cotidianeidad y los pequeños momentos como estos, compartidos con su prometida, lo hacían realmente el hombre más feliz.

Subió a su habitación, con el sonido del reloj marcando las horas tardías de la noche, y se dejó caer en su cama. Cerró los ojos, con la sensación de que esa tranquila noche había sido un regalo silencioso. Ranma se quedó dormido sintiéndose satisfecho de haber compartido esa pequeña parte de su día con Akane, aunque fuera en la calma y la simplicidad de su compañía.

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⏰ Última actualización: Sep 20 ⏰

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