Gracia

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Había oscuridad, caminaba por el bosque. Sabíamos que El estaba allí, por fin podríamos apresarlo y acabar con el farsante. Las antorchas de todos hacían un camino difuso de contemplar, caminábamos con un objetivo, pero no podía ver casi nada. Simplemente respiraba y repetía en mi mente aquellas palabras de odio que por tanto tiempo dejé que se asentaran y maduraran en mi cabeza, tenía tanto por decirle. Mi rostro dibujaba una leve sonrisa de complacencia, mis pasos cada vez mas me apresuraban; llegó el día, el gran momento y solo necesito una pequeña oportunidad para que sientas mi mano en tu rostro, eso sería magnífico.

Empecé a sentir un entorno diferente, el bosque poco a poco se hacía menos espeso, la luna resplandecía y la vista se hacía mas clara. Caminaba con mi antorcha en la mano casi a la mitad de todos los que estábamos ahí. Distinguí un gran árbol, y unos pocos debajo de sus ramas. Ellos no se percataron que nos acercábamos.

Nuestro informante se adelantó, levantó la voz y su mano simulando un breve saludo; agitado y con rapidez se acercó y apoyó sus labios en la mejilla a uno de ellos. El solo suspiró. Como si supiera ya que la traición mas dolorosa llegaría a través de los suyos y por medio de algo tan sagrado como un beso. En ese instante corrimos para aprenderle, chocamos unos contra otros, el silencio se apagó y se transformó en ruidos sordos de los que le protegían y nosotros, el fuego de las antorchas parecía convertirse en una gran hoguera. Todos estábamos alterados. Todos, menos El.

Sentí el frío del acero rozando mi cabeza, y un calor líquido y espeso derramarse sobre mi hombro. Todos gritaban, forcejeaban. Todos, menos El.

El dolor en mi se volvió pujante, y cubrí con mi mano aquella herida. Nadie se dio cuenta lo que me había sucedido, nadie de los míos se acercaba para brindarme ayuda. Nadie, excepto El.

Silencio total en mi mundo, mis pensamientos cesaron y quedé paralizado. Se encontraba frente a mi poniendo sutilmente su mano sobre mi herida. Creo que una estocada habría sido menos dolorosa para mi que sentirme tocado en mi orgullo y altivez por aquel hombre. Ya no había sangre, no había dolor, ni miedo. Al encontrarme con su mirada no pude resistirme y caí sobre mis rodillas, entendí así el verdadero significado del amor.

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⏰ Última actualización: Sep 23 ⏰

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