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Abrí mis ojos lentamente, volviéndolos a cerrar bruscamente al sentir el sol sobre mi cara. Gruñí y me tapé de cuerpo entero con mi fina sábana, no recuerdo que había pasado ayer pero sí estaba segura que la resaca me duraría por varios días.

Sentí la llave de la puerta abriese y me detuve a pensar por un momento ¿Acaso estaba en la casa de alguien más?

Con un movimiento brusco, me destapé la cara y me encontré con Jean de pie justo frente a la puerta. Sostenía un vaso de agua en sus manos y me observaba con una ceja levantada, expectante a mis acciones. Miré a mi alrededor, reconociendo que sí, estaba en mi departamento, pero no había señales de los demás chicos. ¿Qué hacía él aquí?

Apenas y había cruzado un par de palabras con él ayer. ¿Acaso él y yo habíamos...?

—¿Qué haces aquí?— pregunté dudosa.

Jean suspiró.

—Estabas muy borracha ayer, cuando te traje no parabas de vomitar así que decidí quedarme conmigo para cuidarte— explicó.

Dios, que vergüenza

—Gracias... mmh...Qué pasó ayer? — pregunté levantándome de la cama para poder sentarme en ella, cambiando ligeramente de tema, llevando mi mano izquierda hacia mi cabeza, me dolía infiernos.

Ante mi pregunta Jean volvió a suspirar, dirigiendo su mirada a la silla de mi escritorio para luego caminar hacia ella y sentarse, hizo una pausa antes de dirigir de nuevo su mirada hacia mi, separando sus labios para hablar.

—Nada que tengamos que lamentar— me dió una sonrisita. Y juro que por un momento sentí que mi cara podría explotar de lo roja que lo sentía. Esto no podía estar pasando, era demasiado vergonzoso.

Apenas lo conocía, además, era amigo de Ymir. ¿Como podía hacer sido tan tonta?

—Yo...—intenté formular algo, sintiendo su mirada sobre mi, pero a decir verdad no tenía ni idea de que decir.

—Es broma— río al ver mi cara.

¿Pero y este payaso de que circo se escapó? Tan gracioso...

—Tu, las chicas y Connie le callaron a golpes a un pobre chico— Jean se cruzó de brazos mirándome con un gesto de desaprobación.

Vagos recuerdos vinieron a mi mente haciéndome sonrojar, me recuerdo a mí misma cayéndole encima al desconocido chico, tirando puñetazos por todos los posibles lados. Me sentí culpable por un momento, pero luego recordé su comentario tan fuera de lugar y en segundos, se esfumó el sentimiento de culpa. Pero igual, que vergüenza que él haya visto eso.

—Se lo merecía.

—¿Tú crees?— respondió lanzando una ceja sarcásticamente, en desacuerdo con mis palabras. —Connie fue el que empezó todo, y para rematar, ustedes le siguieron.

Se hizo un silencio, oírlo de esa forma, me hacía sentir algo de vergüenza, mi yo sobria nunca se hubiera involucrado en algo así, quizás si nos habíamos pasado de copas anoche.

Jean se levantó de la silla del escritorio, tomó de nuevo el vaso de agua y caminó hacia mí. Al llegar, levantó el brazo, ofreciéndome el vaso con un gesto tranquilo.

—Andrew, se llama Andrew— dijo entregándome el vaso.

Otro silencio.

—Ya, tranquila, no fue culpa tuya, o sea si lo fue, pero no del todo. —llevó una de sus manos a su barbilla, pensativo, buscando las palabras adecuadas. — O sea... olvídalo. ¿Te sientes mejor?

Enamorado Tuyo | Jean KirschteinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora