Capítulo 1: Blue blue eyes

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El brillo de la televisión directo en sus ojos hizo que su vista se sintiera aún más cansada. Primero tomaría una ducha, después de todo, ese era su ritual antes de dormir. Sus ojos no podían más, comenzaba a cabecear en el sillón y decidió apagar la televisión. Se desvistió lento. El agua repiqueteó en su desnuda piel, relajándose en el acto. Siempre era mejor tomar una ducha en la comodidad del hogar que en hoteles.

Con la pijama puesta, se aseguró de que las ventanas y puertas estuvieran correctamente cerradas. La puerta de la cocina que daba al patio, por lo general, Checo casi nunca la abría, pero un traqueteo parecía provenir del exterior. Checo no le dio importancia, algunos de los vecinos tenían gatos que solían merodear por el lugar. Pero los gatos no maldecían. Quieto, sin saber qué hacer, el corazón le punzaba en sus oídos como un tambor. Tomó uno de los cuchillos a modo de arma, su agarre en el mango era fuerte. La otra mano vacía temblaba, y a decir verdad, todo su cuerpo. ¿Y si era algún ladrón armado? Temeroso y vacilante de abrir la puerta, Checo salió.

No era un gato, eso era más que obvio ni tampoco un ladrón. Un chico se abrazaba a sí mismo. Manchas de sangre cubrían casi todo su cuerpo. Debió de haber llamado a la policía antes de salir a investigar por su cuenta. Respiró profundamente, entrar en pánico no serviría en lo absoluto. El chico se apretaba el estómago. La ropa se le pegaba a la piel debido a la lluvia. La escasa ropa no alcanzaba a cubrir por completo el cuerpo magullado del chico. Se arrodilló frente al cuerpo.

—¿Estás bien?— Checo preguntó mientras que el chico sacudió su cuerpo, alejándose de él, para después gemir de dolor.

—E-eestoy bien...sólo déjamee aaquí y me...habré ido en la mañana— El chico trató de decir entre pausas. Checo quiso reírse, en serio, porque alguien debería de estar completamente loco para pedir una cosa así. Pero se trataba de un niñato y Checo no podría hacer tal cosa. No era sobre moral o hacer lo correcto, simplemente no podría dejar al chiquillo a su suerte.

Ya que el chico no había perdido la capacidad de hablar, Checo preguntó: —¿Puedes moverte?

Checo se sintió estúpido, seguramente si el chico fuera capaz de moverse, no estaría en el patio de un extraño. O, quizá era un pandillero y su cuerpo estaba acostumbrado a este tipo de heridas. Esta parte de Holanda pertenecía a la zona residencial. ¿Qué diablos hacía un pandillero allí si su intención no era robar?

El chico asintió. Por un momento, Checo olvidó que llovía y la humedad se extendió por su espalda y cabeza.

—No quiero herirte— En realidad, ¿era esa su línea? —Voy a meterte, ¿si?— No esperó respuesta. Con cuidado y muy despacio, levantó al chico del suelo. El cuchillo había terminado en el césped. Los tenis del niño dejaban un camino de agua. La piel estaba fría. Checo entró en pánico. ¿Y si el chico se moría en su sillón? ¿Qué demonios iba a hacer? Las heridas podían verse con claridad gracias a la luz. Su móvil estaba en la mesita del centro.

—Debería llamar a la policía o a una ambulancia o ambos— Checo pensó en voz alta.

—¡No, no, no, no! ¡Por favor, por favor, no llames a la policía!— Los ojos del chico rezumaban de miedo. Él gruñó de dolor, apretando su estómago. Checo se acercó, presionando el hombro del chico en un intento de tranquilizarlo y evitar que se lastimara por el esfuerzo, pero al ver que el chico emitió un gemido, la apartó.

—Está bien, ¿si? No voy a llamar a la policía. Necesito ver tus heridas, ¿puedes mostrarme?

En vez de responder, el chico alzó su playera. Checo se estremeció. Púrpuras y verdes adornaban el torso del muchacho. No había piel libre de moretones. Las costillas eran visibles, y aunque no era un doctor, no tenía duda de que el chico sufría de desnutrición. Tendría que ser un monstruo el que le hizo daño. Necesitaba llevar al muchacho urgentemente a un hospital.

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