Fiesta de bienvenida... Y de otras cosas.

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Cuando salí de casa de mis padres veía un futuro brillante donde iba a comerme el mundo, sonará un poco a cliché, pero maldita sea; Tenía dieciocho años recién cumplidos, me habían aceptado en la universidad que quería y por fin dejaba atrás la casa donde me había criado. Vale, soy un cliché. En fin, la verdad es que no esperaba que la calle donde se encontraba mi nuevo piso me resultase tan... ¿Intimidante? Un montón de hombres y mujeres trajeados entraban y salían de los diversos y grandes edificios cuyos materiales de construcción podrían resumirse en cristales con una estructura de hormigón.

Así que allí estaba yo, perdido entre la multitud preguntándome a) dónde estaba mi piso y b) si algún edificio haciendo función de lupa sería el responsable de mis sudores o si era puro nerviosismo. Una pena que el golpe de un chico me apartase de mis "profundos" pensamientos. Me giré para proferir una pequeña disculpa, cuando nada más abrir la boca el joven de aspecto californiano alzó un cartel que rezaba mi nombre y apellido. Volví a cerrar la boca, a abrirla y cerrarla, a abrirla y cerrarla... Admito que no soy la persona más inteligente del mundo cuando estoy confuso. De hecho, en esos momentos llego a ser un total idiota.

-¿Te conozco? -Conseguí articular, después de haber recuperado la función de unas de mis pocas y perezosas neuronas.

El chico sonrió y sin dignarse a contestar me pasó el cartel, dejando espacio en sus manos para sacar el móvil. Marcó un número y se puso a hablar, aunque lo único que dijo fue: "Tío, le tengo". Dicho eso, guardó su teléfono y me tomó de la muñeca obligándome a seguirle entre la multitud. Hubiese creído que me estaban secuestrando de no haber sido por el simple hecho de que el chico pareciese tan inofensivo. Su cabellera rubia me llegaba por la barbilla de lo bajito que era y de vez en cuando, cuando se giraba para comprobar que seguía llevando al mismo sujeto, podía determinar que sus ojos eran castaños con un brillo de picardía digna de un niño pequeño. Eso sí, llevaba una camiseta un poco... Reveladora para ser de chico, pero en fin, no era nadie para decirle que no podía llevar una camiseta con tanta redecilla. Aunque curiosamente le quedaba bien. Que gran enigma. Justo entonces como si supiese que estaba pasando por mi cabeza, el chico se giró y sonrió ampliamente.

-¡Tadá! -Dijo alzando ambos brazos, dejándome apreciar el edificio que había estado buscando minutos antes.

-Oh. Espera, ¿Eres mi compañero de piso? -Pregunté aún observando el porche del edificio azul.

-Tío, le acabas de quitar todo el glamour. Y no, pero soy amigo de tu compañero.

Justo en aquel momento bajó un chico delgado, de piel tan pálida que podría jurar que nunca había salido de casa hasta ese momento. Una cara de pocos amigos y unas ojeras bajo sus ojos rasgados gritaban: "Por favor que alguien apague el jodido sol, llevo días sin dormir bien". Lo cual resaltaba aún más tras haber conocido al chico hiperactivo que me había secuestrado, el cual no paraba de saltar de un lado para otro y hablar amistosamente con el quizás recién levantado, (Aunque este le ignorase). Fue entonces cuando el chico de cabellos oscuros, me lanzó una mirada e inclinó levemente la cabeza supongo que a modo de saludo.

-Él sí es tu compañero de piso. -Dijo el rubio, tras decir eso se giró al otro y añadió. - Por si no a quedado claro por lo de "tu compañero", él es el chico que va a compartir piso contigo y el perezoso, Napoleón.

-Oh... Nunca creí que llegarías a encontrarle en plena calle. Es impresionante, Friday. -Respondió el chico pausadamente, sin mostrar expresión alguna. Se giró hacia mi. -Soy Takeda, conocido por estos idiotas como Napoleón. Por favor no me llames así, no pierdas las llaves, no me despiertes y eres bienvenido. Ya te diré todas las normas más tarde.

-Un placer, esto, soy Frann aunque también soy Ches. Y procuraré no hacer ninguna de esas cosas. Tienes... ¿Mi palabra? -La verdadera pregunta era, ¿Se me da mal presentarme? La respuesta era siempre sí.

Grand Avenue.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora