Capítulo 1: Encuentros

5 1 0
                                    

Camino por las calles de mi ciudad con pasos firmes, aunque tenga prisas no corro jamás. Aprendí a no hacerlo después de los constantes retos de mi padre, si lo hago, junto a otras cosas, siento que él no descansará en paz.

Me aseguro mi bolso en mi hombro mientras observo las edificaciones buscando alguna inspiración para mi clase de Taller 7. Mi profesor insiste que la creatividad es un plagio bien hecho. Y cuando pasé a segundo año de arquitectura todo comenzó a tener sentido, junto a otras tantas cosas que el Señor Sánchez nos enseñó; "sus sabias frases" como él mismo dice.

Hoy no tengo tiempo de ir por mi café. Espero sobrevivir hasta la ventana que tengo a las 12 del medio día. La clase de metodología de seminario siempre me genera sueño, es una clase necesaria, pero la maestra es aburrida. Habla a una velocidad tan pausada que escucharla es tedioso.

-Señorita Amelia, llega tarde.
Se lo perdonaré porque no es común en usted, tome asiento, de prisa.

Me siento en el último puesto y luego de tomar todo lo necesario para tomar los apuntes miro al pizarrón. Nada. Al parecer sólo han charlado.

-Hemos hablado del porqué de este ramo. Aunque no me ha convencido mucho - me susurra mi compañero de puesto lo cual agradezco con una sonrisa y un gracias insonoro - de nada.

La clase avanza lento, espero no repetir este curso, no pretendo volver a tener clase con ella y es la única que imparte esta asignatura.

Al salir se acerca mi profesor de taller.

-Señorita, que bueno que veo a alguien. Necesito que avises a tus compañeros que no habrá clases hoy.

-¿Y debo ser yo? Sabe que me creen mentirosas. Todos se quedarán a pesar de que usted no lo haga.

-Entonces es una buena forma de demostrar lo contrario. Haga lo que digo por favor.

-Está bien.

Después de mandar el bendito mensaje tomo camino a mi cafetería de confianza. Un capuchino de vainilla con un brownie. Una buena forma de despertar, siempre ocurre con las asignaturas poco importantes, simplemente prefiero estar dibujando planos o creando en autocad.

Cuando estaba por dar el siguiente sorbo se sentó un hombre en la silla frente a mí. Alto, bastante lindo, rondaba los 30 años. Sus ojos negros miraba a los café míos.

-Disculpa, ¿Necesitas algo? - le pregunté dejando la taza en el platillo.

Él sólo se mantuvo en silencio. Mirando mis ojos casi sin pestañear. Luego bajo todo pronóstico miró mis labios para luego levantarse e irse.

¿Qué era lo que quería? ¿Quién era? Si tuviera amigas, jamás me creerían, era un hombre realmente atractivo. Su traje acentuaba a la perfección su trabajado cuerpo. Incluso su cabello negro estaba bien peinado.

Lo veía alejarse en una concurrida calle, a esta hora muchos oficinistas salían por su café matutino. ¿Será uno de ellos? Parecía uno de ellos. Personas absortas en sus ocupadas vidas, no parecía alguien que se sentara a jugar una aburrida broma a una universitaria.

Aún siento su mirada.

Vuelvo a casa para aprovechar el tiempo. Arquitectura no es fácil, más cuando muchos trabajos tienes que hacerlos sola; no soy del agrado de mis compañeros, nunca lo he sido, siempre sola, siempre con mis libros...aunque no recuerde mucho.

Esta maqueta tiene que ser perfecta, la nota es un 50% del promedio final. Debe salir bien. Quiero que papá esté orgulloso; era un estupendo arquitecto.

Su influencia es clara, desde pequeña quise seguir sus pasos y crear edificaciones dignas de revistas de arquitectura, pero el destino quiso otra cosa. Ya son cinco años de su muerte, una pulmonía mal cuidada, jamás hizo caso a las palabras de mi madre.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Oct 13 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Vuelve a míDonde viven las historias. Descúbrelo ahora