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Él me había engañado. Me había engañado con aquella ninfa de cabellos rubios de mi misma edad, 19; mientras que él tenía 18.

Yo era una guardiana; pero no por eso era de una categoría inferior como para que él fuese a buscar a alguien más. Si bien mi belleza física no se comparaban con la de otros habitantes de Tir yn Hapus, tenía mis propias cualidades y atributos que no poseía ningún otro ser de la tierra.

¿Y cuál era la finalidad de un guardián? Proteger la magia —que llevábamos dentro— de aquellos humanos que querían usarla para sus egoístas planes. Aquellos que creían que la magia era algo tonto e inocente. Qué equivocados estaban.

Volviendo al tema: El príncipe de Tir Yn Hapus, Aled guardián también— me había engañado. Los había pillado en el momento justo, cuando él le daba una canwr blodyn pidiéndole ser su novia. Ella, obviamente, aceptó mientras sonreía tontamente.

La ira brotaba de mí. ¿Cómo era posible que él me hubiese traicionado de esta manera? Sin embargo, tenía un plan para hacerle caer y desear nunca haberme engañado.

La mejor parte: Llewella, la Alseides —ninfa del bosque— me ayudaría en mi venganza. Apenas Aled se había alejado de ella, yo la encaré y pude deducir que hasta ese preciso momento ninguna sabía acerca de la existencia de la otra.

—Por supuesto que te ayudaré, Glaw—había sentenciado la ninfa al enterarse de mi plan.

Aunque, horas más tarde, mi plan ya había tomado otro curso. Esto pasó cuando descubrí que, además de Llewella y de mí, Aled estaba con una humana. Y le dio aquél collar especial que contenía parte de mi ser. Aquél collar que le ayudaría en cualquier oportunidad y me debilitaba cada día de su existencia.

Los días pasaron y yo ya había roto con el príncipe. Éste me envió toda la semana diversos regalos, ofreciendo un perdón eterno y fidelidad. Lo rechacé varias veces; no obstante, él insistió. Llegó a tal punto de quedarse en la puerta de mi casa por tres días seguidos sin moverse —exceptuando las salidas al baño—. Eso sin duda era algo que la realeza jamás había hecho. No obstante, no titubeé.

—Por favor, Glaw. Ella fue un error, te juro que no volverá a pasar—le oía rezongar del otro lado de la puerta.

—¿Has dicho que no? ¿Cómo puedes ser tan poco líder? Ayer te vi con la humana. Te lo prometo, Aled: Te haré caer. Ya sabes cómo pagan los traidores.

—Te prometo que todo lo que tenía con la castaña se terminó—prometió y eso hizo que su hombría cayese aún más abajo. La humana con la que yo la había visto era pelirroja no castaña—. Podemos arreglar nuestras diferencia sin recurrir a las leyes. Sabes que te amo, Glaw.

—Dile eso a la castaña, príncipe.

Tras seguir mostrando indiferencia, Aled desistió y se fue a, seguramente, pasar el tiempo con sus otras novias.

(...)

—¿Estás lista?—preguntó Llewella.

—Sí. ¿Tienes la miel?

—La tengo; pero aún no comprendo para qué la necesitamos.

—Oh, querida. Esta venganza es más dulce que la miel—respondí con una sonrisa llena de venganza. Él nos la pagaría. El heredero pagaría.

Habíamos logrado contactar con las otras dos humanas —Kate y Amy—; quienes, al enterarse de que estaban siendo engañadas por el mismo hombre, se ofrecieron a ayudar en nuestra venganza. No obstante, no pudimos dejarlas acompañarnos en nuestra misión debido a que ellas no sabían acerca de la existencia de la magia. Para ellas, Aled era simplemente un empresario. Y no podíamos revelar el gran secreto de nuestro mundo por tan solo una venganza.

Dulce Venganza (One-Shot)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora