Cruel Invierno

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Martes 1 de enero de 1856. Claro y muy frío; esta mañana al despertar hay hielo en nuestra habitación por primera vez en todo el invierno. Tomé una manta y me envolví sobre ella; la temperatura de mi cuerpo estaba más fría que de costumbre. Me vestí para comenzar mis labores mientras que Mike pastoreaba el rebaño.

El agua se congeló sobre las papas cuando las comencé a lavar; con poco orgullo y menos fe empezamos el año nuevo. En el portico tras la salida del sol, oí el suave cantar de los gorriones entre los arbustos que ahora están enterrados en la nieve. Mike entró a la casa, le serví a penas una papa cocida y un vaso con té caliente y luego me senté junto a él en la mesa para comer. Después de eso, me dirigí al corral para alimentar a las gallinas. Mike siempre dice que "con buena salud y la mente clara, siempre hay una gran oportunidad para un granjero dispuesto a trabajar". Aunque cada vez mis esperanzas de que la situación mejorara eran menos, esta vez solo había un huevo en el corral; la situación era crítica.

Mike siente que no puede liberarse por completo de sus cargas y estoy segura de que como su mente está en tan mal estado, afecta a todo su organismo. Esta mañana me dijo que la complacencia era como un amigo al que nunca podía ver.

—Ordeñaste tarde —dijó mientras me miraba salir del establo con una cubeta de leche.

—No estaba sufriendo. —mencioné refiriendome a la vaca.

— ¿Y tú?

Decidí no responderle y entrar a la casa. Desde la adquisición de esta granja, mi esposo lleva una bitacora para entender cómo funciona el año; así él sabe qué puede cultivar y qué campo usará año con año, y ayer me pidió que haga una lista diaria con los asuntos que podrían pasar inadvertidos, desde herramientas prestadas hasta cuentas pendientes, y eso he hecho, pero no habría registros en estas aburridas y simples hojas de las circunstancias más apacionadas de temporadas pasadas ni registros de nuestras emociones o miedos, de nuestras mayores alegrías o nuestras mayores tristezas.

Los días pasan. Con nuestra hija era como si hubiera encontrado mi lugar, pero muy rara vez le decía que ella era nuestro tesoro. A menudo parecía estar separada de nosotros como si se esforzara por encajar en donde pudiera. Hay algo muy conmovedor en el dolor mudo y estático en la enfermedad de un niño tan pequeño. Me rodeaba con los brazos y no decía nada más. Su salud poco a poco empeoraba y me daba impotencia no poder hacer nada para aliviarla.

Al día siguiente, muy de mañana, Mike se levantó para leñar mientras yo cuidaba de mi pequeña, rezandole a Dios para una mejoría, calmándola en mis brazos con suaves arrullos. Él cada vez estaba más agotado; podía notar en su rostro la preocupación, aunque no la reflejara; a veces ni entraba a casa, dormía en el establo. Sabía que sufría al igual que yo.

A veces Dios tiene planes muy diferentes para nosotros. Quién diría que esa noche sería la última noche en que vería a mi hija con vida; con ella, una parte de mi alma se fue acompañándola, mientras que mi cuerpo aún quedaba en este plano, un cuerpo vació, un muerto viviente. Con los días fui tomando la costumbre de ser la primera en levantarme, cuando el sol aún no iluminaba el cielo para poder visitar la tumba de mi hija.

Me he convertido en mi dolor.

Domingo 3 de febrero, Bienvenido, dulce día de descanso, dice el libro, y el domingo es muy bien recibido por sus pocas horas de apasible calma; en cuanto a mí, yo ya deje de asistir. Después de la calamidad de la pérdida de Rebecca, mi hija, la calma que disfruto no proviene de la idea de un mundo mejor por venir. Era de Malana; le estaba ayudando a Mike a reparar la cerca.

—Quiero comprar un atlas. —rompí el silencio a la vez que observaba una carreta pasar cerca de donde nos encontrabamos. Noté cómo aquellas personas eran extrañas; jamás les había visto por aquí, pero aún así estaban ayudando a una familia que pasaba cerca; realmente era un bonito gesto. Percibí como aquellos ojos verdosos se posaron en mi persona; es de aquellas sensaciones extrañas, como cuando sientes que alguien te observa desde lejos.

Ojos color esmeralda Donde viven las historias. Descúbrelo ahora