¿Cómo saber qué fue lo que dijo? Su madre había intentado enseñarle el lenguaje de su especie, pero el tiempo para enseñar, el de dispersión, el tiempo para compartir con los suyos era más bien poco. El tiempo de él y los otros niños y adultos era fácil de describir: realizar trabajos forzados, recibiendo golpes de puños y palos en la espalda si la velocidad era lenta, si uno se distraía o si los vigilantes se aburrían. La labor de los suyos era larga, lenta y tediosa: cavar la tierra, abrirse paso en la montaña, hacer túneles lo suficientemente grandes como para que los vigilantes pudieran pasar sin tener que agachar la cabeza. ¿Qué eran los vigilantes?, ¿por qué eran tan grandes y peludos?, ¿por su porte es que tenían el derecho de golpear a los de la especie de Fex? No importaba.
Nada importaba. Nada salvo caminar, caminar sin dar vuelta atrás. Bueno, en realidad había hartas cosas que importaban, como el no caerse. El suelo era de un blanco inmaculado, muy distinto a los grises y negros y marrones de los muros y el suelo de los túneles de la montaña; y así como era hermoso este nuevo color, era traicionero. Su capacidad para soportar el peso de Fex era poca y variable, el suelo era frío, y todo estaba tan blanco que costaba saber dónde se pisaba, hacia dónde se estaba yendo y si el siguiente paso sería firme o resultaría con su rostro chocando nuevamente contra la masa fría y blanca. También importaba el respirar. Por primera vez su madre le había dado ropas nuevas. Todos los compañeros trabajaban con las mismas prendas, unos trapos ásperos sin mucho color ni gracia, cómodos para hacer el trabajo pero para poco más. Olían mal debido al constante baño de sudor al que se veían sometidos y se volvían tiesos y oscuros ahí donde se secaba la sangre que brotaba luego de una sesión de azotes. Esta nueva ropa era más abrigada, carecía también de color, pero al menos olía bien y ayudaba a mitigar el frío exterior, muy distinto al intenso calor del interior de la montaña. Uno en la montaña respira diferente, muchas veces por la boca. Acá eso era diferente. El aire que entraba por la boca pronto lastimaba la garganta y secaba la lengua, respirar por la nariz no era menos doloroso, pues uno podía sentir el frío como si creciera dolorosamente por debajo de los párpados, pero al menos era más soportable. Aunque estas cosas importaban, había una que ocupaba más presentemente los pensamientos de Fex.
¿Cómo saber qué fue lo que dijo? Su madre había intentado enseñarle el lenguaje de su especie, pero el tiempo para enseñar era breve. Había escuchado a su madre hablarle de vez en cuando palabras que no entendía. Era más fácil entender los "Shh" de sus compañeros, o entender el ritmo del repiqueteo de las herramientas. Cuando el ritmo era más rápido significaba que los vigilantes vendrían y había que trabajar todos a la par, trabajando así era menos probable que Fex recibiera los golpes. No entendía, no entendía para nada. Su madre le dijo algo, él estaba feliz, aún sin entender. Estaba feliz porque jamás había caminado por los túneles que llevan a los caminos exteriores de la montaña, era la primera vez que la luz del exterior lo encandilaba y bañaba su rostro, y pudo ver el blanco inmaculado, y cómo el blanco descendía del cielo en pequeñas partículas heladas. Era la primera vez que sentía su corazón latir rápido de alegría. Tan feliz estuvo que profirió alaridos de celebración. Fue ahí cuando se dio cuenta: Su madre estaba llorando, llorando como sus compañeros luego de los golpes. Llorando como las mujeres cuando sus hijos morían por enfermedad o tortura o hambre. Llorando como él mismo la primera vez que recuerda haber sido golpeado. Lloraba. ¿Por qué lloraba? Entonces dijo las palabras, no sabía qué palabras, pero las dijo... y Fex las escuchó, y ya no podrían olvidarse. El momento, minúsculo como las partículas blancas, se había grabado en su cerebro, en sus retinas, en su corazón. Solo dijo esas palabras y lo empujó.
Fex cayó demasiados metros. Tantos como para que su madre parezca una partícula blanca, y entonces sintió cómo la masa blanca lo abrazaba y batallaba por tragárselo. Se debatió, pataleó, chilló, dio manotazos y respiró apresuradamente hasta que finalmente pudo liberarse del abrazo helado e incorporarse. Dio vuelta atrás y vio la montaña, enorme, gris oscuro, siendo de a poco engullida por las partículas. No vio más a su madre. ¿Qué le quiso decir? No lo sabía. Pero recordaría los sonidos. Dio media vuelta y se fue tan rápido como pudo, tropezando constantemente pues el piso es traicionero y le faltaba experiencia. No supo bien por qué corrió, no supo si debía seguir vivo. Tal vez su madre lo empujó para que muriera congelado. Tal vez esperaba que se golpeara contra una roca y muriera. Tal vez descubrieron que no cavaba tan rápido como los demás, y se tenían que deshacer de él. Como fuere, algo le decía que tenía que alejarse de la montaña. Y eso hizo.
El camino era largo, extenuante, monótono, doloroso. ¿Debía seguir haciéndolo? No sabía cuánto había caminado, pero el cielo blanco se tornó gris, se oscureció y volvió a iluminarse, volvió a ser gris y estaba volviendo a oscurecer y las preguntas en la mente de Fex no dejaban de molestarlo. Si habían querido deshacerse de él, ¿no sería mejor dejar de correr y dejar que el gran blanco haga lo suyo? El dolor de las extremidades había disminuido hace tiempo, ahora lo más molesto eran los ojos, pues cristales se formaron en las pestañas, y parpadear solo ocasionaba dolor. Ya no importaba nada, nada salvo caminar, pero el pensar en descansar también ocupaba un pequeño espacio en la mente de Fex. Si no me querían, nadie estará triste si dejara de andar. Si cavaba lento y eso era todo cuanto tenía que hacer, tal vez este era un premio. Tal vez los que desaparecían de los túneles, aquellos conocidos que jamás volvió a ver fueron premiados del mismo modo. Tal vez el gran blanco era una bendición y no una tortura. Estos nuevos pensamientos fueron seguidos por una creciente sensación de paz, que lo envolvía y cobijaba al tiempo que su mejilla se hundía lentamente en la masa blanca, sus ojos se cerraban y las partículas lo arropaban hasta cubrirlo por completo.
CZYTASZ
El hogar que merecemos (Español)
FantasyDiferentes historias de un grupo de jóvenes quienes, apartados de sus familias, buscan formar una nueva, en un mundo lleno de magia e injusticias