la mañana estaba fresca, con una brisa suave que acariciaba mi rostro y un cielo despejado que prometía un día brillante. el sonido de los autos rugiendo en el circuito no estaba, lo que me resultaba extraño, pero a la vez, bienvenido. después de semanas cargadas de adrenalina, era raro tener un día libre, sin entrenamientos, sin estrategias, sin esa tensión constante de estar siempre en movimiento.
me quedé en la cama del hotel, intentando disfrutar de ese raro momento de calma. tenía un libro entre las manos, pero mi mente seguía perdida en otros pensamientos. inevitablemente, volvía a franco. desde que nos habíamos besado, la relación entre nosotros había cambiado de una forma que ni él ni yo queríamos reconocer del todo, pero estaba ahí, flotando en el aire cada vez que estábamos cerca.
de pronto, mi teléfono vibró sobre la mesita de luz. lo tomé rápidamente, pensando que sería algún mensaje del equipo, pero para mi sorpresa, era franco.
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sonreí. últimamente habíamos hablado más de lo usual, aunque no siempre con palabras cargadas de lo que realmente estábamos pensando. por alguna razón, el simple hecho de recibir su mensaje me aceleró el corazón.
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su respuesta llegó enseguida, como si estuviera esperando mi mensaje.
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sentí una pequeña descarga de nervios y emoción recorrerme. era una invitación sencilla, pero viniendo de franco, todo parecía tener más peso. sabía que aceptarlo significaría abrir una puerta que ambos habíamos mantenido entrecerrada.
