NUEVOS DIOSES

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«¡Eternidad! Éste es el anhelo: la sed de eternidad es lo que se llama amor entre los hombres; y quien a otro ama es que quiere eternizarse en él». -Miguel de Unamuno.

-El sacrificio ha sido capturado, mi señor.

-BI...EN HE..CHO, MI...ELEGIDA -musitó una voz ronca y entrecortada, reverberando en un eco penumbroso que se esparció por toda la oscura habitación-.

-Está dormido a causa del veneno de noxella, a su total voluntad, mi señor.

-OPUSO... RE...SISTEN...CIA

-Constante. Fueron 3 horas de cacería. Podrían haber sido menos, pero el desgraciado se escudó constantemente en su fe. Parece ser que ese falso dios suyo le brindó protección y, con ello, el tiempo suficiente para hacérmelo perder a mí. Aun así, se doblegó ante mi acero y, obviamente, ante su voluntad, mi gracia oscura. Sigue herido, pero nada de gravedad, varios cortes en zonas exangües.

-DE...BES... CURAR... LO...NECE...SITO... SANO -cada sílaba, con profundas respiraciones, atronaba con dureza-

Las sombras se arremolinaron perezosas al fondo del pequeño habitáculo, formando lentamente unas negras e informes extremidades. Estas, asemejándose a articulaciones, recorrieron la mandíbula de la única persona que se encontraba en la habitación.

-TU...TAMBIÉN...DE...BES...CURAR.

Los latidos resonaban en las paredes más lejanas. La respiración, ahora lejos de suscitar orgullo, se entrecortaba irregularmente.

-Mi señor... -el aliento resbaló- Así se hará.

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El silencio de la habitación fue perturbado por la entrada de la joven. Una mujer, con una gran melena rizada que llegaba a sus caderas. Era ella.

Diría que fueron cuatro horas totalmente sedado por la noxella. En las dos últimas horas tuve la posibilidad de mover mis manos, recuperaba lentamente la movilidad, pero, de manera fútil, mis movimientos se quedaron en el aire, consumidos por el silencio y la oscuridad. El veneno se elimina por medio del sudor, desde que entra al organismo hasta excretarlo se prevén 4 horas. En ese momento comienza a perder su efecto poco a poco, 15 minutos de recuperación.

Entró. Totalmente consciente de que había pasado el tiempo necesario para que yo despertase. Era una mujer alta, más que yo, de espalda amplia y torso rígido, con unas piernas largas y musculosas que se acercaban poco a poco a la altura de mi cara -atada todavía a la mesa-. Reconocí los delicados pasos. Los mismos pasos que me confundieron en un primer momento. Debí dejar atrás el falso creer de la feminidad como símbolo de delicadeza. Esa joven caminaba danzando los pies, al igual que una delicada bailarina, pero sus brazos golpeaban como envites de martillo.

Está vez, gracias a Myra, no portaba la indumentaria con la que la encontré anteriormente. Vestía una túnica blanca que, ceñida, caía por sus piernas.

-¿Ya has despertado, conejito? -dijo agarrando mi cabeza por el pelo, observando desde su posición de altura- ¿Has dormido bien después de la paliza?

-¡Blasfema!

-Y a mucha honra, imbécil.

-No habrá redención para tí, estás perdida. ¡Tu alma está perdida!

-Por el amor de tu estúpida diosa, eres patético -se acercó hacia mi cara-. Voy a desollarte y, con tus restos, celebraré la verdadera realidad que me espera -susurró-.

Sus rizos escondían intermitentemente uno de sus ojos y parte de su cara, dando la sensación de estar siendo amenazado por una criatura bestial que no conocía la piedad.

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