Conversación en el comedor

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El comedor universitario estaba tan abarrotado como siempre. Los ecos de las risas, las bandejas de comida chocando y las charlas animadas llenaban el aire. Carlos y Esteban estaban sentados juntos en una de las mesas de la esquina, como solían hacer cada día después de clases. Sin embargo, hoy había algo distinto en la atmósfera. Una tensión latente flotaba entre ellos, aunque ninguno parecía querer reconocerla.

Carlos jugaba con su tenedor, picando de vez en cuando los restos de su ensalada, pero sin prestar atención a lo que hacía. Frente a él, Esteban hablaba sobre algún ensayo que tenía pendiente para su clase de literatura comparada, pero Carlos apenas escuchaba. Sus pensamientos estaban en otra parte. Más concretamente, en la chica que solía sentarse junto a Esteban en esas comidas: Espino.

Espino y Esteban llevaban juntos un año. Ella era simpática, agradable, con una risa contagiosa y siempre tenía algo amable que decir. Carlos la conocía lo suficiente como para saber que, por dentro, la admiraba. Y, al mismo tiempo, la envidiaba.

No podía evitarlo. Desde hacía meses, Carlos se había dado cuenta de que lo que sentía por Esteban no era solo una profunda amistad, sino algo más. Cada mirada, cada gesto compartido, cada conversación hasta altas horas de la madrugada había despertado en él algo que no se atrevía a nombrar. Y ahora, cada vez que veía a Esteban con Espino, una punzada de dolor se clavaba en su pecho.

—¿Estás bien? —preguntó Esteban, interrumpiendo sus pensamientos.

Carlos levantó la vista. Esteban lo miraba con esa sonrisa tranquila que siempre le daba, pero esta vez había una ligera sombra de preocupación en sus ojos.

—Sí, claro. Solo... estoy distraído. —Carlos intentó sonreír, pero no lo consiguió del todo.

Esteban dejó su tenedor en la bandeja y lo observó en silencio por un momento. Era una de esas miradas largas y profundas que hacían que Carlos sintiera que Esteban podía verlo de verdad, que podía leer lo que no se atrevía a decir.

—Has estado así desde hace días —dijo finalmente, inclinándose un poco hacia adelante—. ¿Pasa algo?

Carlos tragó saliva, mirando su plato. Sabía que no podía seguir así. Era doloroso estar tan cerca de él, compartir estos momentos, y a la vez saber que no había espacio para él más allá de la amistad. Y sin embargo, algo en el modo en que Esteban lo miraba ahora, esa preocupación genuina, hizo que Carlos se sintiera al borde del precipicio, a punto de decir todo lo que había guardado durante tanto tiempo.

—Esteban, hay algo que quiero decirte... —comenzó, sin saber realmente cómo continuar.

—¿Es sobre Espino? —preguntó Esteban, de repente. La mención de su novia tomó a Carlos por sorpresa, y levantó la cabeza rápidamente.

—¿Espino? —repitió, confundido.

—Sé que a veces puede ser un poco... complicada —dijo Esteban, suspirando—. Las cosas no han estado bien entre nosotros últimamente.

Carlos sintió un nudo en el estómago. ¿Por qué Esteban le decía eso ahora? Durante meses, había visto a la pareja con una mezcla de resignación y envidia, convencido de que nunca podría competir con Espino. Pero, al mismo tiempo, nunca había imaginado que hubiera problemas entre ellos. Siempre parecían tan... perfectos juntos.

—No quiero meterme en lo que no me corresponde —dijo Carlos con cuidado, tratando de sonar neutral—. Pero, si no están bien, tal vez deberías hablar con ella.

Esteban lo miró durante un largo rato, como si estuviera evaluando lo que Carlos acababa de decir. Luego, se pasó una mano por el cabello, visiblemente nervioso.

—Lo he pensado. De hecho, creo que quiero terminar con ella.

La confesión cayó como una bomba entre ambos. Carlos no supo qué decir. ¿Esto significaba que...?

—¿Por qué? —preguntó, intentando no sonar demasiado ansioso.

—No lo sé —respondió Esteban, pero luego corrigió—. No, sí lo sé. He estado dándole vueltas a esto durante mucho tiempo. Lo que siento por Espino ha cambiado. Ya no soy la misma persona que cuando empezamos a salir, y ella tampoco lo es. Pero hay algo más... —Hizo una pausa, como si no supiera si debía continuar o no.

Carlos sintió cómo su corazón comenzaba a latir con fuerza. No se atrevía a preguntar, pero sabía que necesitaba escuchar esas palabras.

—¿Algo más? —repitió en voz baja, como si temiera romper el hechizo.

Esteban desvió la mirada por un momento, sus dedos jugando nerviosamente con los bordes de la bandeja. Finalmente, volvió a mirar a Carlos, y esta vez, sus ojos brillaban con una sinceridad que lo desarmó por completo.

—He estado pensando mucho en ti, Carlos. Y no solo como mi mejor amigo. Últimamente me he dado cuenta de que lo que siento por ti es diferente. No sé cómo sucedió, ni cuándo, pero no puedo ignorarlo más.

Carlos sintió un mareo repentino, como si el mundo girara a su alrededor. Esteban, su mejor amigo, la persona en la que había pensado día y noche, acababa de confesar lo que Carlos nunca había creído posible.

—¿Qué estás diciendo? —susurró, con el miedo y la esperanza luchando en su pecho.

—Estoy diciendo que siento algo por ti, Carlos. Algo que no debería sentir estando con Espino, y por eso sé que tengo que dejarla. Porque lo que siento por ti es real.

Las palabras flotaron en el aire, y Carlos se quedó sin aliento. Durante tanto tiempo, había deseado escuchar algo así, pero ahora que lo estaba viviendo, no sabía qué hacer con ello.

—Esteban... yo también siento lo mismo —dijo finalmente, casi sin aliento.

Los dos se miraron en silencio durante unos segundos, mientras el bullicio del comedor seguía a su alrededor, pero para ellos, el mundo se había detenido. Esteban se inclinó ligeramente sobre la mesa, y sus manos rozaron las de Carlos. Fue un contacto suave, pero lleno de significado.

—Entonces, ¿qué hacemos ahora? —preguntó Esteban en voz baja.

Carlos sonrió tímidamente. A pesar de todo, sentía que una puerta se abría ante ellos, una oportunidad que nunca había creído posible.

—Supongo que averiguarlo juntos —respondió, mientras los dos dejaban atrás cualquier duda, listos para enfrentar lo que viniera

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⏰ Última actualización: Sep 24 ⏰

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