Capitulo 4

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"Perdón por decir que eras bonita. Es que... en serio te ves como un ángel... bueno, en realidad, lo dije porque eres guapo..."

Las palabras de Lucía, soltadas sin pensar, llevaban una disculpa implícita hacia Herwin.

La determinación de Herwin, quien había prometido no dejarse llevar, se desvaneció por completo.

—Lo siento por haberme enojado. Sabía que no lo dijiste con mala intención —respondió Herwin, aunque ya intuía que Lucía no había querido burlarse de él, su terquedad lo había dominado.

—¡Hehe! Entonces, ¿ya estamos bien? —preguntó Lucía con una sonrisa radiante.

Era la primera vez que sonreía así, y sus ojos almendrados, formando pequeñas medias lunas, la hacían ver adorable. Herwin, sin darse cuenta de que su rostro comenzaba a sonrojarse, se dejó caer junto a ella, atraído por su mano.

—¿También viniste por el Año Nuevo?

—Sí.

—¿Dónde vives normalmente?

—Lejos, en un lugar al que hay que viajar varios días en carruaje. Hace mucho más frío que aquí.

—¿Más frío que esto? ¡Pero si ya estoy congelada!

—Sí, hace frío, pero esto no es nada comparado con mi hogar...

La conversación fluía con naturalidad, como si nunca hubieran peleado. Así, los dos niños comenzaron a conocerse. Cuando los adultos regresaron, los encontraron riendo y jugando juntos, habiéndose hecho amigos rápidamente.

—¿Ya hicieron las paces? —preguntó Scarlett, sonriendo.

—¡Sí! ¡Herwin y yo somos amigos ahora! —respondió Lucía emocionada.

—¡Mamá, mira lo que Lucía me dio! —gritó Herwin mientras corría hacia su madre, emocionado por compartir lo que habían estado haciendo. Ambos niños corrían hacia sus padres, radiantes, llenos de historias por contar. Viendo sus sonrisas, sus padres no pudieron evitar sonreír también.

***

—Wow... es un bebé —dijo Lucía, mirando al pequeño Henry.

—¿Verdad que es lindo? Es mi hermanito —respondió Herwin, orgulloso.

—¿Se llama Henry, verdad?

—Sí, Henry Peneus. Mañana cumple dos años.

Faltaba un día para que el año terminara. Lucía y Herwin, quienes se habían vuelto cercanos rápidamente, decidieron visitar a Henry, a quien apenas habían visto el primer día. El pequeño acababa de aprender a caminar y no paraba de correr por la habitación. Lucía se sorprendió al notar cuánto se parecía Henry a Herwin. Observando su rostro, recordó algunos gestos de Herwin, y de repente, los ojos rojos de Henry se encontraron con los suyos.

A diferencia de los ojos afilados de Herwin, los de Henry eran más redondos y la observaban con curiosidad.

—¿Qué está pasando?

—Creo que le caes bien —respondió Herwin.

—¿Yo? Nadie me había dicho eso...

—Eres... única —murmuró Herwin.

Aunque la palabra "adorable" cruzó fugazmente por su mente, no se atrevió a decirlo en voz alta. Cuando Lucía hizo un puchero, Herwin sintió un pequeño remordimiento, pero antes de que pudiera decir algo, Henry corrió hacia ellos.

—¡Ah! —exclamó Lucía, sorprendida.

Henry se detuvo justo frente a ella, agitando sus pequeños brazos. No hizo más que quedarse allí, mirándola.

Confesión 101Donde viven las historias. Descúbrelo ahora