Magic Boy - Prólogo

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Imagina morir. No ese final dramático de película donde te despides heroicamente, sino algo tan súbito y ridículo que ni siquiera tuviste tiempo de procesarlo. Eso fue lo que me pasó. Un segundo estaba en mi mundo, el siguiente, un abismo negro. Todo había terminado… o eso creía.

Pero no, resulta que no era el final, ni mucho menos. Digo, ¿quién iba a pensar que la muerte solo era el comienzo de otra locura? Fui reconstruido. Bueno, más bien, *recreado* por D.I.O.S. Sí, con mayúsculas. No estoy seguro si se trata del Dios del que todos hablan o alguna entidad más... burocrática. Lo que importa es que me enviaron a otro mundo.

Y ahí es donde todo empezó a salir mal.

No me malinterpretes, la idea de una segunda oportunidad sonaba genial. Tal vez ser un guerrero legendario, o algún sabio con poderosas habilidades mágicas. Pero, por algún extraño error —uno administrativo, supongo—, me convertí en... una chica mágica.

Así es. De todos los destinos posibles, terminé con una falda, un cetro brillante y poderes sacados de un anime para adolescentes. Es como si el universo se burlara de mí. Pero aquí estoy, renacido, con la gracia, elegancia y confusión de alguien que ni siquiera sabe cómo caminar en tacones.

Pero… me estoy adelantando demasiado. Para que todo esto tenga sentido, debería empezar por el principio, antes de que la muerte me sorprendiera y me transformara en este… desastre. Veamos, mi vida pasada no era precisamente digna de recordar. Un tipo ordinario en un mundo igual de ordinario. Trabajo aburrido, cuentas por pagar, y sueños de grandeza que se desvanecían entre las rutinas diarias.

–No era un héroe, ni un prodigio– dije, suspirando. Pero sí tenía mis ambiciones, esas fantasías que todos tenemos de vez en cuando –¿qué haría si tuviera una segunda oportunidad?–

Nunca imaginé que esa oportunidad llegaría de verdad. Y mucho menos que involucraría una intervención divina.

Lo gracioso es que, cuando D.I.O.S me reconstruyó, algo sí salió bien. Aunque terminé con esta identidad de chica mágica, durante un breve momento, poseí el cuerpo masculino perfecto. Ya sabes, como si cada músculo, cada rasgo hubiera sido esculpido con meticulosidad divina. Un físico que cualquier dios del Olimpo envidiaría.

–De hecho, por unos segundos pensé que me había tocado la lotería celestial– reí, recordando ese instante. Ser más alto, más fuerte, más… atractivo, era como un sueño. Y todo ello creado por las manos de D.I.O.S, con una precisión y detalle que ni el mejor de los escultores podría igualar.

Pero, como dije antes, el universo tenía otros planes para mí.

–Lo que sucedió después… es lo que terminó transformando ese sueño en una extraña comedía ñ– murmuré, bajando la mirada. –Pero aún no llegamos a esa parte.–

Los primeros días en este nuevo mundo fueron… confusos. No desperté con el cuerpo de una chica mágica, aunque sí con uno que, para ser honesto, no me reconocía del todo. Era alto, fuerte, con un físico simplemente perfecto. No me quejaba, claro, pero eso no quitaba lo extraño de la situación.

El mundo al que había llegado era brillante a simple vista, casi como sacado de una fantasía animada. Pocas cosas se parecían a las que había dejado atrás. Los mismos edificios grises y gente caminando sin rumbo, excepto por aquel castillos imponente en medio de la ciudad. Y.. si, también mujeres capaces de usar magia, era como en esos animes que solía ver en mi tiempo libre. Las veía volar por el cielo, brillando con colores imposibles, luchando contra criaturas monstruosas que aparecían de la nada.

–¿Qué especie de Isekai es este...?– murmuré una y otra vez, pero la realidad se encargó de demostrarmelo.

En mi mundo, la gente lidiaba con problemas comunes, como el trabajo o pagar las cuentas. Aquí, en cambio, la amenaza eran monstruos gigantes y fuerzas oscuras que acechaban desde las sombras. Pero lo más extraño de todo eran las Magic Girls. En lugar de ser personajes ficticios, eran parte del día a día. Y no cualquier parte: eran las heroínas y defensoras de este lugar.

Al principio, pensé que podría vivir en paz, tal vez empezar de nuevo con mi perfecto cuerpo masculino y, quién sabe, tal vez convertirme en un guerrero legendario. Pero claro, las cosas no son tan simples.

Todo cambió el día que me topé con una batalla. Estaba observando, más por curiosidad que por otra cosa, cuando una Magic Girl pasó volando por encima de mí, lanzando ataques contra un monstruo que la estaba persiguiendo. En medio de la pelea, algo se le cayó: una varita mágica, brillante y delicada. Yo, sin pensar demasiado, la recogí.

–Oye, se te cayó esto– grité, tratando de llamar su atención, agitando la varita en el aire.

Lo siguiente que ocurrió fue… inesperado. Una especie de luz me envolvió de repente, y sentí como si algo en mi cuerpo se activara. Antes de que pudiera soltar la varita, mi cuerpo comenzó a transformarse. Y ahí estaba, el gran chiste del destino. La misma fuerza que había usado D.I.O.S para darme el cuerpo masculino perfecto, también me había preparado, de alguna manera ridícula, para ser una Magic Girl.

–No puede ser...– murmuré, mirando incrédulo mi reflejo en una ventana cercana.

El cuerpo era el mismo, sí, pero ahora estaba envuelto en un uniforme rosa, falda corta y todos los clichés que uno podría imaginar.

–Esto no puede estar pasando…–

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