Mi captora es un enigma. No sé quién es ni por qué me llevó. Hay una oscuridad dentro de
ella, una oscuridad que me asusta incluso cuando me atrae.
Mi nombre es Becky, y esta es mi historia.
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"Me moldeo a su man...
"Tuve la oportunidad y no lo hice, no lo hice por que lo sabía. No quería escapar de ti"
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POV BECKY
Cuando recupero la conciencia solo siento una ligera mejoría. Tengo la cabeza como un bombo y el dolor persistente en el costado no desaparece, aunque es diferente, menos intenso, parece más una molestia. Por un momento, creo que me he quedado durmiendo sintiéndome mareada y que he soñado todo esto, pero el olor me dice otra cosa. Sin duda, huele a antiséptico, algo que solo se encuentra en consultas y hospitales.
Ese olor implica que estoy viva... y fuera de la isla.
Al pensarlo, se me empieza a acelerar el corazón.
—Se ha despertado —dice una voz femenina para nada familiar con acento inglés que parece dirigirse a alguien más en la habitación. Oigo pasos y alguien se sienta a mi lado en la cama. Unos dedos cálidos me tocan y me acarician en la mejilla. —¿Cómo te encuentras, cielo? Abro los ojos haciendo un esfuerzo, contemplo los rasgos bonitos de Freen. —Como si me hubieran abierto y cosido después — digo a duras penas. Tengo la garganta tan seca y molesta que me duele al hablar. Siento un dolor leve y palpitante en el costado derecho. —Aquí tienes. Freen me alarga un vaso con una pajilla. —Debes estar seca.
Me lo acerca a la cara y obedientemente cierro los labios alrededor de la pajilla para absorber un poco de agua. Tengo la mente un poco difusa y, por un momento, el muro que separa los buenos y los malos recuerdos se desmorona. Me acuerdo del primer día en la isla, cuando Freen me ofreció una botella de agua y un escalofrío me recorre la espalda. En ese momento, Freen no es la mujer que amo; vuelve a ser mi enemiga, la que me secuestró, la que me raptó.
—¿Tienes frío? —pregunta, mientras retira el vaso. Después me echa una manta por los hombros. —Esto... sí, un poco.
«He salido de la isla. Dios, he salido de la isla».
Me da vueltas la cabeza. Me siento como dividida, como si fuera dos personas diferentes: la chica aterrada que insiste en que esta es la oportunidad para escapar y la mujer que ansía que Freen la toque.
—Te han quitado el apéndice —dice Freen mientras me aparta un mechón de la frente—. La operación ha ido como la seda y no debería haber ninguna complicación. ¿No es así, Angela? Entonces mira a su izquierda. —Sí, señorita Armstrong
¿Armstrong? ¿Es ese su apellido? Es la misma voz de antes, giro la cabeza para ver a una mujer joven y bajita con una bata blanca. Tiene una piel de color marrón claro, con pelo y ojos oscuros, tirando a negros. Me parece que es de Filipinas o Tailandia, aunque no pretendo dármelas de experta en reconocer nacionalidades.
Lo que sí sé es que es la primera persona que he visto en estos quince meses, aparte de Nam y Freen.
«He salido de la isla. Dios, he salido de la isla». Por primera vez desde que me secuestraron, cabe la posibilidad real de escapar.