Capítulo 1

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La noche había caído sobre Desembarco del Rey, pero Aegon no encontraba descanso. El peso de la corona sobre su cabeza parecía más pesado que nunca, como si los mismos Siete estuvieran recordándole que su lugar en el trono no era más que una ilusión. Las sombras danzaban en las paredes de la sala de audiencias, donde había estado sentado por horas, escuchando consejos y advertencias que no deseaba oír. Se le aseguraba que la guerra podría ganarse, pero las dudas seguían carcomiendo su mente.

Ahora, se encontraba recostado sobre esa misma mesa del concejo. Bebiendo.

En estos momentos donde su cabeza solo le pedía ahogarse en una copa de vino y en donde más se apreciaba su miseria agradecía haber despedido a sus guardias del lugar. Pensó quizás en salir a las calles de Desembarco, al menos se embriagaria con alguien, pero hoy sus pensamientos le pesaban más que cualquier deseo fácil de satisfacer.

Los nombres de los muertos, aquellos que habían caído bajo el estandarte de su causa, le resultaban cada vez más difíciles de ignorar. Su trono estaba construido sobre una montaña de cadáveres, y mientras observaba la llama de una vela titilar en la mesa frente a él, se preguntó cuánto tiempo más podría mantener el poder.

'¿Qué quedará de mí?' pensó, apretando los dedos contra los brazos de su asiento. '¿Qué les quedará a ellos?'

Si bien el no era la persona más altruista, le preocupa la percepción que tendrán de él, su legado personal, y cómo la sangre derramada afecta su poder y su control. O al menos eso creía, últimamente los pensamientos que le atormentaban no podían ser reducidos a una sola respuesta. Quizás también se enfrentaba al miedo a ser recordado como un tirano o a perder la legitimidad que necesita para mantener el trono.

Quizás también le inquiete que la muerte de tantas personas en su nombre sea vista como un signo de su debilidad o incapacidad como rey. Quizás también teme que si demasiados soldados mueren, sus apoyos se desmoronarán, y su reinado, ya tambaleante, se verá aún más amenazado.

Quizás siente que con cada paso que dan en esta guerra la muerte se acerca lentamente a su puerta a punto de tocar, todo esto acompañado con el mal presentimiento que lo ha venido acompañando estos últimos días que podría ser señal a una inminente catástrofe.

Oh, quizás, quizás, quizás.

A la mierda, cuánto odia tocar fondo, y ni siquiera está lo suficientemente embriagado.

Se levantó de golpe, la silla chirriando en protesta. Su respiración se aceleraba con cada paso que daba, como si algo lo empujara hacia adelante. Salió de la sala, sin rumbo claro, pero sabiendo a dónde debía ir. Caminó sin detenerse y con su mirada clavada en el suelo, los pasillos de la fortaleza roja se encontraban tan desolados, como si ni un alma habitara. Ni un solo guardia o sirviente se apreciaban en las esquinas.

En tiempos anteriores, habría buscado la compañía del vino, o quizás se habría perdido en los placeres de la carne, como había hecho tantas veces. Pero esa noche, la incertidumbre sobre su propio legado lo arrastraba hacia otro lugar.

Sus hijos.

El pensamiento surgió repentino, casi ajeno a su carácter. Apenas los había visto desde que la guerra comenzara, demasiado enfrascado en decisiones que apenas comprendía. Había tenido la oportunidad de compartir algún momento con su hijo Jaehaerys algunas mañanas cuando lo llevaba al concejo para formarse como heredero. Aunque claro, eso solo duraba unos minutos hasta que los asuntos a discutir se volvían demasiado pesados y retiraban al niño de la sala.

Se reprochó a si mismo no buscarlo nunca luego de esas reuniones, buscarlo a él o a Jaehaera ¿Qué pensarían ellos de él, cuando fueran mayores? ¿Qué clase de mundo les dejaría? Su padre había sido un hombre ausente, pero tal vez... tal vez él podría ser diferente.

𝙱𝚎𝚗𝚎𝚊𝚝𝚑 𝚃𝚑𝚎 𝙲𝚛𝚘𝚠𝚗 | helaegonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora