ÚNICO.

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Recuerdo la primera vez que noté tu mirada. Estabas al fondo del bar, sentado cerca de la barra, con un vaso de vodka en la mano, sumido en una tristeza sin fin. Pensé que eras solo otro cliente de Layover, buscando ahogar sus penas en alcohol y anonimato.

Pero cuando nuestros ojos se encontraron, mi respiración se detuvo y mi voz se quebró en medio de la melodía. ¿Qué hay en tus ojos que me hace sentir visto? ¿Es la tristeza, la soledad o algo más? Me siento atrapado en tu mirada, como si pudieras ver más allá de mi máscara.

Tus ojos seguían cada gesto, cada nota que salía de mi boca. Tu rendición hacia mí es intoxicante, me hace sentir invencible. Y sin embargo, temía perder el control, dejarme llevar por la curiosidad: ¿Qué pasaría si te tocara, si te susurrara al oído? ¿Te estremecerías? ¿Te derretirías en mis brazos?

Un impulso irreversible me llevo hacia ti; quise acercarme, ofrecerte una sonrisa, un hombro para llorar. Pero algo me retuvo: el miedo a romper el hechizo que nos unía, o la certeza de no estar preparado para enfrentar la profundidad de tus ojos.

Cuando terminé mi actuación, nuestros ojos se encontraron de nuevo. Esta vez, hubo un destello de reconocimiento, como si ambos supiéramos que algo había cambiado. Te levantaste, y mi corazón se aceleró. Luego, sin una palabra, te fuiste, dejándome con la sensación de que había algo pendiente, algo que solo tú podías completar.

Pero ¿por qué regresaste? ¿Acaso no sentiste el peso de la oscuridad que nos rodeaba? ¿O fue precisamente eso lo que te atrajo? Conociéndote como lo hago ahora, sé que eres atraído por la llama que abre tus heridas, por el dolor que te hace sentir vivo. Y yo, involuntariamente, me había convertido en esa llama.

A partir de ese día, te convertiste en un visitante frecuente de Layover. Cada noche, te sentabas en el mismo lugar, pedías la misma bebida y esperabas el show con una expectación que me hacía sentir vivo.

No hablabas con nadie más; pensabas que eras imperceptible entre las sombras. Pero para mí, eras diferente. ¿Por qué no podía dejar de pensar en ti? Te incrustaste en mi mente y te adueñaste de cada uno de mis suspiros.

Te convertiste en el refugio en el que podía encontrar paz y el precipicio en el que podía perderme. Por más que luchara, no podía resistirme a la tentación de sumergirme en ti.

Me aseguré de que cada show fuera único, pensado solo en ti. ¿Te gustaba cómo mis dedos acariciaban el micrófono? ¿Cómo mis labios se acercaban a él, y mi respiración se cortaba ante una sonrisa? Todo eso lo hice por ti, para verte sonrojar y estremecer en tu asiento, para verte vivo.

Mirabas hacia los lados y hacia atrás, queriendo comprobar que eras el objeto de mi atención. Y al no encontrar a nadie más, regresabas con una expresión desconcertada y un tanto frustrada. Tu ego se resistía, aferrándose a la idea de que era imposible que alguien te valorara.

Sin embargo, una sonrisa altanera se filtraba en tu rostro, traicionando tus deseos más profundos. A pesar de tus intentos por negarlo, te ilusionabas con la posibilidad de que te perteneciera; deseabas que yo fuera tan tuyo como tú lo eras mío.

Lo siento mucho, no quise hacerte sufrir. Te soy sincero cuando te digo que la culpa pesa en mi corazón hasta el día de hoy. Lamento haber hecho que creyeras que había una posibilidad para nosotros en ese momento, cuando yo ya estaba unido a alguien más, alguien que no eras tú.

Un día, lo descubriste. Me viste con él, abrazados, besándonos. Vi la sorpresa en tus ojos, la tristeza, la decepción, y casi pude escuchar tu corazón romperse. 

Ese momento de verdad tuvo que destrozar tus ilusiones. Pobrecito de ti, morías de la curiosidad por saber quién era ese hombre que ocupaba mi lado, que se llevaba mi sonrisa.

Love me again; JHS & KTHDonde viven las historias. Descúbrelo ahora