Desastre

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Julia :

Una nueva mañana, como de costumbre, estaba en la oficina de uno de mis jefes, Mathew Jackson. Mathew era un hombre de unos treinta años, siempre amable y con una paciencia que parecía inagotable. Él dirigía el departamento de publicidad de Cindy Midelton, quien, en teoría, era la jefa de todos nosotros. Trabajar con Mathew era un verdadero placer. Su forma de liderar el equipo era inspiradora y eficiente, y siempre me hacía sentir valorada. Sabía cómo comunicarse sin menospreciar a nadie, y eso era algo que apreciaba profundamente.

Sin embargo, la situación cambiaba drásticamente cuando me tocaba lidiar con Cindy Midelton, la auténtica dueña del circo. Cindy era una modelo en pleno ascenso, alguien que estaba escalando rápidamente en el competitivo mundo del espectáculo. A simple vista, lo tenía todo: belleza, éxito y ambición. Pero detrás de ese rostro impecable, se escondía una personalidad complicada, caprichosa y de un carácter insoportable. Cindy exigía lo mejor de todos, todo el tiempo, y aunque aún no había alcanzado el estatus de las grandes divas internacionales, se comportaba como si ya lo fuera.

Lo que más detestaba de ella era su actitud hacia mí. Cada vez que llegaba al trabajo, me sometía a una especie de inspección visual desde los pies hasta la cabeza, como si fuera un objeto en exhibición. Me evaluaba sin ningún disimulo, con una mezcla de desprecio y desinterés. Y cuando finalmente hablaba, sus palabras eran aún más afiladas que su mirada.

- "Llegaste... Al menos eres puntual" - decía cada mañana con esa fría condescendencia que intentaba disfrazar de saludo. Para ella, eso era lo más cercano a una bienvenida efusiva. Me saludaba como si con mi simple presencia le arruinara el día. Lo peor era esa mirada de decepción apenas velada, como si ni siquiera mereciera estar en la misma habitación que ella.

A pesar de lo incómoda que me hacía sentir, trataba de que no me afectara. Amaba mi trabajo. La publicidad era lo que siempre había querido hacer, y Mathew, al ser mi contacto directo, lo hacía llevadero. Pero no podía negar que cada interacción con Cindy me dejaba una sensación amarga, como si hubiera estado caminando sobre cristales rotos todo el día.

Así era cada mañana: el contraste entre la calidez de trabajar con alguien como Mathew y el frío glacial de lidiar con una mujer que, con apenas una palabra, podía hacerme sentir insignificante.

- ¡JULIETTE! - El grito de Cindy resonó en la oficina mientras entraba de manera abrupta, como si su sola presencia fuera un evento digno de atención.

Mathew apenas levantó la mirada de sus papeles, regalándole una sonrisa tranquila. En cambio, yo me sobresalté y giré rápidamente, sorprendida de verla allí. Cindy nunca bajaba a nuestra oficina. Siempre me llamaba a la suya, donde todo parecía diseñado para resaltar su estatus de diva en ascenso.

- Buenos días, Cindy... Mi nombre es Julia - respondí con una sonrisa nerviosa, tratando de mantener la calma ante su mirada crítica, que parecía escanearme como si fuera un error a corregir.

- No soy estúpida, sé cómo te llamas, pero "Julia" no es un nombre tan... tan común. Si trabajas para mí, tendrás glamour. Aquí eres Juliette - me espetó con una sonrisa gélida, como si fuera la solución a todos mis defectos. Luego, señalándome de pies a cabeza, añadió - Y debes hacer algo con tu aspecto.

Sentí el calor subirme a la cara, pero antes de que pudiera responder, Mathew intervino al rescate.

- Cindy, ¿en qué podemos ayudarte? - preguntó con esa calma suya que parecía imperturbable.

- Tú no, querido. Tú siempre ayudas. Es Juliette la que tiene trabajo - respondió sin siquiera mirarlo, clavando su mirada en mí mientras me extendía un periódico. - Quiero una entrevista aquí-

Desearía... " El Eco de un sueño "Donde viven las historias. Descúbrelo ahora