2006
El verano se anunciaba. Las temperaturas empezaban a hacerse más cálidas y por las noches lloviznaba de vez en cuando.
Los exámenes habían terminado. Algunos regresarían a sus pueblos por el periodo vacacional, como yo, que era originaria del distrito de Nagano. En esas épocas de asueto, las personas suelen estar más relajadas, y por ende, producen menos energía maldita. Es por eso que el ambiente se sentía relajado en la escuela, porque las misiones estaban a la baja.
Utahime y yo nos estábamos probando cosméticos en el espejo cuando Shoko irrumpe en nuestra habitación. Mi compañera de clase corre hacia ella y la abraza con emoción.
—Señoritas, hoy es el día en que por fin harán travesuras —sugiere. Utahime y yo nos miramos confundidas.
—Hoy, a la media noche en los dormitorios de los chicos.
—¡¿Qué?! —ambas nos sonrojamos, imaginando un par de cosas.
—Vendrán, ¿verdad? Incluso Nanami estará ahí —él no solía ser muy social ni disfrutar de la vagancia como el trío de segundo año, pero seguramente Hibara había aceptado sin pensarlo dos veces. ¿De qué se trataba todo eso?
Ambas corrimos a nuestro armario para encontrar el atuendo adecuado. Esa noche decido ponerme un suéter azul que yo misma había tejido en mi tiempo libre. Utahime y yo decidimos compartimos una vez más el brillo labial que habíamos probado y peinamos nuestros cabellos. Había una especie de emoción ante el prospecto de pasar más tiempo con los chicos de segundo año. Era como estar con los populares de la escuela; y aunque no lo admitiéramos, de alguna manera teníamos ganas de sentir que podíamos llamar su atención.
En ese entonces estudiaba para ser una hechicera de 2do grado, pero comprender las emociones que reinaban en las maldiciones me era más sencillo que las de los seres humanos. A mi técnica ritual se le conocía como "Empatía Maldita". Podía leer la emoción predominante que experimentaba el individuo al momento de la lectura; plantas, peces o cualquier ser vivo. En el caso de las maldiciones, éstas tienen una emoción predominante desde su génesis, lo que me ayuda a reconocer sus debilidades. Suena bien, ¿no? Uno pensaría que al poseer la habilidad entender las emociones de las personas, me desenvolvería mejor entre ellas, pero ocurría todo lo contrario. Al principio la información emocional llegaba a mi en forma de dolor de estómago o de cabeza, rara vez predominaban las mieles de la alegría. Es por eso que a mis dieciséis años solía ser muy miedosa, pero le temía más a las personas que a los espíritus malditos.
Nos colamos por una ventana. Shoko ya estaba allí y nos recibe con un grito de emoción, celebrando nuestra valentía al asistir. Vestía una falda larga y una blusa de cuello alto que dejaba ver su figura. En comparación, Utahime y yo éramos unas niñas soñando con tener su figura algún día.
Sin embargo, eso no parecía despertar interés romántico de parte de ninguno de los tres chicos presentes. El romance no era un tema muy común en la escuela. Como que los chicos ponían a trabajar sus hormonas en las peleas. Yo, por mi parte, y se lo había expresado a las chicas, sí tenía deseos de enamorarme. Quería experimentar las mariposas de las que tanto se hablaba. Quería experimentar emociones más amables.
En el círculo se encontraban Gojo y Geto, discutiendo y riendo sobre algo casual como un manga. Sus voces llenaban la habitación y su presencia era imponente. De no ser por Shoko, jamás me habría atrevido a acercarme a ellos.
Recuerdo que al llegar a la preparatoria de Hechicería de Tokio, los dolores empezaron a amainar. No recibía la misma cantidad de información que en una preparatoria común y corriente, ya que parte de la disciplina de un hechicero es el control de sus emociones pues de eso depende su poder maldito. Eso no quería decir que había dejado de leer a las personas y gravitar instintivamente alrededor de las personas cuya templanza me parecía reconfortante. Ahí estaban Nanami, Utahime y Hibara.
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Empatía Maldita (Gojo/OFC)
Fanfiction"-Akari, ¿me harías el honor de convertirte en la madre de mi heredero? -me pregunta con donaire, como si se tratase de una proposición romántica. -¿Me devuelves la mano? -es lo único que logro responder. Pero en serio, ¿qué esperaba Satoru que yo r...