1. El primer beso

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Solía ser muy miedosa, pero le temía más a las personas que a los espíritus malditos.

Era 2006, estudiaba para ser una hechicera de 2do grado, pero comprender las emociones que reinaban en las maldiciones me era más sencillo que las de los seres humanos. Ésto en parte porque nuestras emociones cambian de acuerdo a la edad, al entorno o a la persona con la que nos relacionamos. Es así que comprender a otros era una tarea abrumadora la mayoría del tiempo.

A mis 17 años, me encontraba luchando por ser menos receptiva, al tiempo que trabajaba en fortalecer mi habilidad de manipular las emociones para atacar a mis enemigos. Es por eso que estaba en constante dilema conmigo misma.

Mi técnica ritual era la "Empatía Maldita". Podía leer la emoción predominante que estaba experimentando el individuo al momento de la lectura, ya fueran maldiciones, plantas o cualquier otro ser vivo.

Al llegar a la preparatoria de Hechicería de Tokio, recuerdo haberme sentido menos bombardeada de información, ya que parte de la disciplina de un hechicero es el control de las emociones propias pues de eso se alimenta nuestro poder maldito. Pero en éste mundo, la alegría y la templanza son virtudes difíciles de cultivar, así que no me llevaba con todos.

Sin embargo, había en la escuela una persona que no podía leer: Satoru Gojo. Su poder del infinito lo volvía ilegible. Eso me confundía y me hacía sentir extraña, por eso lo evitaba.

No obstante lo veía reír todo el tiempo en compañía de Geto y Shoko. Parecía que todo le divertía. Me imaginaba que era por eso que dividía la opinión de la gente. Utahime y Nanami tenían cierto grado de aversión hacia él, pero había otras personas que buscaban su compañía.

Yo pasaba el tiempo con ellos. Podía sentir la nobleza de sus corazones y me gustaba cómo me trataban. Si tuviera que contar con una mano los amigos que había tenido en la vida, ellos formaban parte de ese grupo.

El verano se anunciaba. Las temperaturas empezaban a hacerse más cálidas y por las noches lloviznaba de vez en cuando. Aunque un hechicero jamás tiene vacaciones, aquel día coincidimos en la escuela.

Los exámenes habían terminado. Algunos regresarían a sus pueblos pronto, entre ellos, yo para visitar a mi familia, otros se quedarían. Por eso el ambiente se sentía relajado en la escuela.

Utahime y yo nos estábamos probando cosméticos en el espejo cuando Shoko irrumpe en nuestra habitación. Utahime corre hacia ella y la abraza con emoción.

—Señoritas, hoy es el día en que por fin harán travesuras —sugiere. Utahime y yo nos miramos confundidas.

—Hoy, a la media noche en los dormitorios de los chicos.

—¡¿Qué?! —ambas nos sonrojamos, imaginando un par de cosas.

—Vendrán, ¿verdad? Incluso Nanami estará ahí —él no solía ser muy social ni disfrutar de la vagancia como el otro trío. ¿De qué se trataba todo eso?

Ambas vestimos ropa informal. Llevaba un suéter azul que yo misma había tejido en mi tiempo libre. Utahime y yo decidimos usar el brillo labial que habíamos probado. Había una especie de emoción de pasar más tiempo con los chicos de primera clase. Era como estar con los populares y tener ganas de llamar su atención.

Nos colamos por una ventana. Shoko ya estaba allí y nos recibe con un grito de emoción, celebrando nuestra valentía al asistir. Vestía una falda larga y una blusa de cuello alto que dejaba ver su figura. En comparación, Utahime y yo éramos unas niñas soñando con tener su figura algún día.

Sin embargo, eso no parecía despertar interés romántico de parte de ninguno de los tres chicos presentes. El romance no era un tema muy común en la escuela. Como que los chicos ponían a trabajar sus hormonas en las peleas. Yo, por mi parte, y se lo había expresado a las chicas, sí tenía deseos de enamorarme. Quería experimentar las mariposas de las que tanto se hablaba. Quería experimentar emociones más amables. Quería saber qué era el amor.

Empatía Maldita (Gojo/OFC)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora