Capítulo 16

658 131 33
                                    

MAX

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.



MAX

Después de haber acompañado a mi madre hasta su coche, le pregunto a Sergio si quiere que lo lleve a casa.

—Vine a pie.

—¿A pie?

Se encoge de hombros.

—No está tan lejos después de todo. Y no me disgusta caminar.

—Hace un frío que cuela los huesos —digo, subiendo la cremallera de mi chaqueta de cuero, demasiado ligera para una noche de diciembre.

—Un poco de aire solo puede hacerme bien, sobre todo después de beberme esa segunda copa de vino.


Asiento con la cabeza, con las manos en los bolsillos de mis vaqueros, mientras lo veo ponerse los guantes lentamente y luego ajustarse la bufanda.


—Entonces... —Empieza vacilante.

—Entonces...

—Yo diría que la cena no estuvo tan mal.

—Podía haber sido peor. Y lo habría sido si no hubieras estado aquí.


Sonríe avergonzado, bajando la mirada.


—Gracias por haber venido.

—Ha sido un placer. Y el restaurante es acogedor, familiar. Un buen lugar para pasar una velada tranquila. ¿Y queremos hablar de la comida?


Me río y muevo la cabeza.


—Tu cocina es algo mágico. Lo que había oído de ti no te hace justicia.

—Si te refieres a lo que dice nuestro amigo en común...


Ambos reímos, antes de encerrarnos en un silencio que sabemos es el preludio de un buenas noches que tal vez ninguno de los dos esté dispuesto a desear todavía.


—¿Te gustaría si... bueno, quiero decir, si te acompaño?

—No es necesario. Además, ya te he dicho que me gusta caminar.

—A pie. Te acompaño a pie.


Me mira cuidadosamente durante unos instantes.


—Después te verás obligado a regresar caminando.

—También he bebido una copa más de lo debido. Me vendrá bien un poco de aire.

—¿Estás seguro?

—Totalmente.

—En ese caso... —Da un paso hacia mí, toma su bufanda y se la quita, colocándola alrededor de mi cuello. —Será mejor que la uses tú.


Paralizado y halagado por su gesto no logro mover ni un músculo, mucho menos hablar.


—Hace frío —me explica, pero yo no lo siento. No cuando sus ojos, que recuerdan cálidas noches acurrucados alrededor de una chimenea encendida, me miran como si estuvieran dispuestos a abrirme un mundo nuevo y prometedor del que ignoraba su existencia.

21 días | ChestappenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora