Un lunes gris

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Anabel es una chica timida, de unos 17 años. Desde chica vive en soledad.
Cuando empezaron a surgir las primeras anomalias sus padres lo provaron todo: medicos, psicologos, chamanes, curanderos y nadie pudo ayudarlos.
A lo largo de su niñez sus padres se habian visto forzados a mudarse en repetidas ocaciones por problemas que giraban en torno a ella. Asi fue aprendiendo a no apegarse ni a las cosas ni a las personas.
Habia algo en su forma de ser cayada e introvertida que hacia que los demas chicos se alejaran de ella. Y los que la enojaban sabian que habia algo muy extraño en ella. Y asi crecio, exiliada de la infancia. No conocio la amistad hasta que llego a el pueblo donde vivia desde hacia un par de años. En este pueblo conocio a una chica de mucho caracter y carisma, un opuesto total a ella, y aun asi parecia ser el unicl ser humano en este mundo capas de entenderla.

Esta historia comenzó un día normal. Era lunes, se levantó cansada y con menos ganas que nunca de ir al colegio. A nadie le gusta el colegio, pero Anabel la pasaba realmente mal en ese lugar. Sufría la soledad como ninguna otra persona la sufría. Todos le tenían un miedo respetuoso, por los rumores que la rodeaban. 

Tenía una sola amiga en toda la escuela. A decir verdad, tenía una sola amiga, Eliza, y ni siquiera iba a su curso. Tal vez nadie la quería, tal vez ella era el programa. Estos eran algunos de los pensamientos habituales de Anabel mientras desayunaba perdida en su propia cabeza. La casa estaba siendo asolada por el más terrible de los silencios, todos dormían. Al terminar fue a peinarse, se vistió, agarro la mochila y salió.

El día estaba nublado, el color del cielo hacia juego con su mirada gris y olvidada.

Caminó mucho por esas calles tan ajenas a ella. Aunque hacia ya mucho tiempo que vivía en ese pueblo, seguía sintiéndose una completa extraña. No sabia los nombres de calles, ni la dirección de nadie, era una chica realmente extraviada.

Llegó al colegio, tarde otra vez. Entró al salón y sus compañeros comenzaron a murmurar, se sentó en su pupitre con ese habitual nudo en la garganta. Solo quería desaparecer, evaporarse hacia otro lugar y no volver.

La profesora hablaba y, Anabel, no lograba entender nada de lo que decía, tenia cosas mas importantes en que preocuparse que en cálculos y ecuaciones que, pensaba, nunca le iban a servir para nada. Y así pasaban las horas en su vida, lentas. Porque cuando estas solo, el tiempo va mas despacio.

En el almuerzo comió con Eliza, que le aconsejaba porque se encontraban en la misma situación, Anabel y Eliza tenían esta misma "rareza". Y según Internet mucha gente era asi, con la diferencia de que a Eliza lo tenía bajo control y nunca se había desatado en publico. La única persona que lo sabía era su amiga, ni siquiera sus padres. Los de Anabel en cambio lo sabían todo y cada vez les daba más miedo su propia hija.

Después de terminar la platica, cuando volvía a la clase, un chico la empujó.

― Tene mas cuidado, bruja. ― Escucho desde el piso.

Se enfureció como pocas veces, entonces sintió que perdía el control; un cuadro del pasillo comenzó a temblar progresivamente y cayó sobre el chico convirtiendo la risa de sus amigos en un pánico silencioso.

― ¡¿Que hiciste, rara?! ― Le dijo perplejo y agarrándose la cabeza.

― Yo no hice nada. ― Contestó temblorosa aunque bien sabía que había sido ella.

El chico se sintió avergonzado ademas de estar tremendamente confundido.

― Me parece que le haríamos un favor a todos si termináramos con tus brujerías. ¿Pensas que te tengo miedo? Yo no soy como ellos.

Ella se levantó asustada y se metió lo antes que pudo en el salón.

Adentro las horas pasaron más lentas que antes, ahora su cabeza tenía otra preocupación aun mayor que la soledad, mayor que todas las demás. Porque puede parecer increíble el infortunio, pero ese chico con sed de venganza al cual Anabel se atrevió a humillar, no era sino el más peligroso y problemático  del poblado. Estar en la lista negra de ese chico era el equivalente a estar en la morgue. Había estado en la correccional varios meses por apuñalar tres veces a un chico de su barrio, el chico estaba bien pero el esperaba, dentro de un año, ser juzgado en un tribunal en el que sabía que lo iban a mandar directo a la cárcel y, como todos sabemos, no hay nada mas peligroso que una persona que no tiene nada que perder. Esta era la clase de pensamientos que rondaban como vagabundos por las interminables calles de la mente de la joven.

De pronto escuchó el sonido más trágico del día. "Riiiiin". Guardó sus cosas mientras salía en pánico y a toda prisa, ni siquiera espero a Eliza. Fue la primera en salir. Pero eso no cambio nada, ahí estaban: el y sus amigos, la esperaban en la puerta. Anabel entro en crisis; invadida por la adrenalina no tuvo mejor idea que salir corriendo. Les gano una ventaja de una cuadra, pero ellos eran mucho más rápidos y así fue que después de varias calles la atraparon. 

Termino en una plaza desolada, lejos de cualquier ser humano que pudiera ayudarle.

― Ahora no te vas a escapar. No sabes lo que te espera, hermosa. ― Le dijo en tono irónico mientras su amigo la agarraba desde atrás por los brazos.

La desesperación se apoderó de su cabeza, tenía la certeza de que iba a morir ahí. Entonces perdió la conciencia. Primero todo empezó a nublarse y después se apago el televisor.

Abrió despacio los ojos y de a poco fue cayendo en la cuenta de que estaba en el cuarto de un hospital, era blanco y bañado en luz cegadora. Ella estaba acostada en una camilla. Tenia algunos moretones pero estaba bien y feliz de estar viva. Es difícil imaginarse la alegría que sintió al despertar.

Del otro lado de la puerta se escuchaba la voz de su padre hablando con el que parecía un policía, también podía distinguir a su madre llorando. Entonces vio que alguien estaba por entrar. Efectivamente era un policía que se acerco a ella y de buena manera le pidió que le contara lo que había ocurrido. Ella le dijo todo, le contó sobre la persecución y sobre el desmayo; y después le pregunto que había sucedido pero el policía no quiso responderle, solo saludo a todos y se retiro.

Mas tarde llego el doctor a darle el alta y se fueron.

Al llegar a su casa se desplomo en la cama. Durmió bien un par de horas pero se levanto en medio de la noche porque escucho gritar a su padre. Se levantó sigilosa y se dirigió hacia el lugar de donde venían los gritos. La casa estaba totalmente oscura salvo por esta habitación, la cocina.

Se quedó en el pasillo escuchando sin que nadie advirtiera su presencia.

― No voy a dejar que se valla, Eduard. ― Dijo su madre poco convencida.

― Ya sé, pero sabemos lo que hizo. No voy a vivir con un monstruo bajo mi techo.

― ¿Cómo podes hablar así de ella?¿Y si le pasa algo allá? ¡Es tu hija!

― Ya sabes, es un lugar seguro para esas...― Se interrumpe con un grito que asusto hasta a la joven que escuchaba desde lejos.― ¡Mañana se va!

Anabel estaba totalmente desorientada pero, de todas formas, se apenó mucho por lo que escucho. Subió a su cuarto y se acostó llorando. "¿Qué hice?" pensó.

AnabelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora