–Franco está en la cárcel.
Sara repitió las palabras con lentitud, procesando el significado de cada una de ellas.
¿Cárcel?
Aquella era la mayor tontería que había escuchado en toda su vida.
–Tengan la decencia de no mentirles a sus sobrinos.
Las excusas de los Reyes eran cuanto menos poco creíbles.
–Es cierto.
Norma se le acercó, pero negó con la cabeza y la ignoró centrando su atención en Andrés y Gaby.
–Su papá no es ningún delincuente.
Que Franco cometiese un delito era lo más inverosímil del mundo.
–¿Dónde está?
Andrés se dirigió a sus tíos, fuerte, erguido, demostrando esa presencia de adulto con la que trataba de enmascarar el niño que era.
–En Qatar.
–¡Qatar! –Gaby gritó. Sus lágrimas se mezclaban con el dolor y la incredulidad.
Sara quería envolver a sus hijos bajo un brazo protector y aunque les tomaba ambos por las manos sentía que la situación se le escapaba.
Franco.
Cárcel.
Qatar.
–Es una historia que ni nosotros mismos podemos entender, como Franco se dejó enredar...
Óscar se veía el más afectado, pero... ¿Quién era Óscar para sentirse con el privilegio de ser conocedor de la verdad? ¿Quiénes eran esos a los que llamaba familia, de vivir con la verdad mientras que ellos vivían con el dolor de no saber?
–Expliquen todo –murmuró entre dientes.
La ira iba y venía. El odio por esas personas crecía tanto que disociaba quienes eran.
–Sara, los niños...
La mirada fulminante que lanzó a su hermana menor fue suficiente para que no continuase. Los niños eran sus hijos y ella no iba a esconderles nada. Al igual que hizo cuando Franco se fue, también tenían que saber los motivos de esta marcha.
Andrés y Gaby eran los que más tenían derecho en el mundo de reclamar sobre la ausencia de su papá.
–Realmente no tenemos muchos detalles, Franco es muy reservado.
–Franco no es reservado –interrumpió a Juan.
Esa era una mentira que sus cuñados se habían hartado de repetir durante el último mes, como una forma de justificar lo sucedido. Como si fuera normal que Franco le ocultase cosas o se escondiera de sus problemas.
No, su esposo no era de esos.
–Hizo un negocio que no salió bien –Óscar tomó la palabra–. Una venta internacional con un tipo.
Lo sabía, tenía que haber algo.
Franco era demasiado confiado, se creía que todo el mundo compartía de sus buenas intenciones.
Si era quién creía, le advirtió sobre ese embaucador, sobre lo poco fiable de sus palabras y la poca experiencia de venta internacional de caballos que ellos poseían. Más cierto es que ellos no vendían caballos, ellos eran precisamente los compradores, por lo que cuando Franco le propuso convertirse en la otra parte del negocio, lo desaconsejó y su esposo lo aceptó.
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Hasta el fin del mundo
FanfictionSara se siente incapaz de aceptar el abandono de Franco. No cree en los motivos de su partida y mucho menos en el desinterés de la familia ante su ausencia. Cansada de mentiras, Sara se embarcará en un viaje lleno de peligros y descubrimientos junto...