Cinco años atrás
La noche piltoviana se mostraba como un lienzo oscuro, salpicado de luces brillantes que parecían estrellas caídas. El murmullo del comercio y las risas se entrelazaban con ecos lejanos de conflictos personales, creando la banda sonora de la ciudad.
Pero Hazel más bien tenía una bufanda que le llegaba hasta la nariz y su máscara puesta.
Y estaba allí, no como una espectadora, sino como una participante, decidida a forjar su propio camino. Un nuevo hogar.Al llegar al taller mecánico, su nuevo hogar creativo, un torbellino de nerviosismo y emoción la invadió. Iba a trabajar junto a otros jóvenes inventores, todos bajo la tutela del legendario Heimerdinger. Y eso no le gustaba
—¡Ah! ¡Aquí está nuestra nueva aprendiz! —exclamó Heimerdinger cuando entró—. Bienvenida al futuro brillante que estamos construyendo juntos.
Los demás aprendices miraron intrigados pero también escépticos; sabían cuán difícil podía ser destacar en ese entorno competitivo lleno de genios e ingenieros experimentales provenientes tanto de Piltover como Zaun mismo. Pero cuando la vieron más bien se asustaron con su aspecto.
Una cicatriz, una en su mejilla y otra que atravesaba su ojo, específicamente el derecho cuál de había aclaró a un color más azulado dejándolo de diferente color al izquierdo, cuál era un marrón casi negro.
— ¿Qué hace una de abajo en Piltover? — preguntó uno de los más jóvenes, pecoso y con ojos claros como el agua del océano.
Un año atrás.
El aire viciado de Zaun se espesó aún más cuando Jinx puso un pie en el Salón del Último Recurso, la guarida de Silco ahora convertida en un tugurio aún más sórdido. Ocho años habían pasado, pero el hedor a desesperanza y sudor rancio seguía igual. Como una cicatriz, pensó Jinx, igual que el recuerdo de Hazel. Su cicatriz que atravesaba su ojo hasta la mejilla.
Y hablando del diablo, — más bien un demonio —ahí estaba. Sentada en una mesa apartada, más madura, con el cabello recogido en un moño tirante que no ocultaba del todo la cicatriz que le cruzaba la mejilla. Una cicatriz que Jinx recordaba con una mezcla de satisfacción y vacío. Como si fuera ayer cuando la vio lastimarse ante su tonta pérdida.
Hazel levantó la vista, y la taza de café tembló en su mano. Sus ojos, antes brillantes, ahora opacos por el cansancio, se abrieron de par en par al reconocerla. Jinx sonrió, una mueca cruel que estiró los tatuajes que rodeaban sus hombros.
— ¿Interrumpo algo? — preguntó Jinx, su voz un chirrido áspero que rebotó en las paredes descascaradas. Mirando como Hazel observaba entre Silco y ella.
— ¿Powder? — susurró Hazel, su voz apenas audible por encima del murmullo de la taberna. Se levantó, su silla raspando el suelo con un sonido que crispó los nervios de Jinx.
— Se llama Jinx.
Entonces Hazel giró sobre sus talones y maldijo a Silco como si su vida dependiera de ello.
— Has cambiado tanto, muñeca — se burló Jinx, acariciando el gatillo de su arma, pero juro ver a Hazel estremecerse —. La última vez que te vi peleabas a Katanas con hombres que duplican tu tamaño.
La sangre abandonó el rostro de Hazel, dejándola aún más pálida de lo habitual —. Juro que te busqué por todos lados. No creí encontrarte aquí con este... con este payaso sin chiste.
— ¿De verdad crees que me tragaré esa mentira? —. replicó Jinx, acercándose más de lo que pudo haber hecho antes —. Para mí, cada segundo ha sido una delicia de dolor y lástima. Maldita estúpida. Tu me lo prometiste.
Hazel tragó saliva, su mirada fija en el suelo.
Jinx soltó una carcajada seca. — Claro que no. Nunca tienes nada para decir, ¿verdad? Siempre la inocente, la buena Hazel. Líder de demonios.
El silencio se cernió entre ellas, denso e irrespirable. Jinx saboreó el miedo de Hazel, la culpa que emanaba de ella como un hedor palpable. Era una victoria agridulce, un bálsamo que no curaba la herida abierta que seguía supurando en su interior. Pero aún así, sentía la enorme necesidad de abrazarla, fueron unos ochos duros años.
— No he venido aquí a hablar del pasado — dijo Hazel finalmente, su voz perdiendo algo de su inquietud.
Jinx levantó la vista, una chispa de esperanza parpadeando en sus ojos. Una esperanza que Hazel se encargó de encender con una sola frase.
— He venido a proponer un trato.
[...]
Que se joda Caitlyn y su amiga peli rosada.
Ahora, Hazel estaba sentada en un mueble observado a la chica de trenzas disfrutar sus logros con aquella gema — que según Jinx — robó con todo un éxito.
— ¡Voila ! — exclamó Jinx mientras daba vueltas en esa silla.
— Como es que no te mareas... — murmura Hazel mientras la intentaba seguir con sus ojos cansados.
De un momento al otro, Jinx llegó saltando hasta Hazel con un libro en manos y casi salta sobre ella. Se acostó en el sofá y colocó sus piernas sobre las de Hazel.
...
Demasiado corto, lo se, PERO YA SE ACERCA LA TEMPORADA DOS Y QUIERO TERMINAR ANTES DE QUE LLEGUEEE
ESTÁS LEYENDO
Survivor || Jinx Arcane
FanfictionHazel era parte de un club de demonios, como aún en el distrito suburbano les llamaba. Se encargaban de eliminar a cualquier persona que arriba que intentara bajar, o incluso. algun idiota que se pasara de listo. Portada by: @EditorialSalem @swftv