Prólogo

5 2 0
                                    

Son las siete con cinco de la mañana. Los grisáceos remolinos de nubes bloquean todo posible rayo de sol en el cielo decembrino. El frío hela hasta al más sano de los huesos.

El chico lleva más de seis horas despierto; las ojeras que cuelgan de sus castaños ojos ponen aquello en evidencia.

Cuando su mente se antepone a los eventos del día, inmediatamente los aleja con el agua fría que arroja bruscamente a su rostro.

Sale del cuarto de baño después de lavarse los dientes y arreglar un poco su cabello.

Se abotona la camisa blanca sin planchar y mete el borde inferior bajo el pantalón de lana negra. Se acerca al guardarropa para escoger su saco más oscuro y lo arroja sobre la cama desarreglada; después se anuda la corbata frente al espejo sin hacer contacto visual consigo mismo, rehace el nudo un par de veces y a la cuarta desiste de la posibilidad de conseguir un buen resultado. Toma los zapatos de piel negros que había abandonado en el rincón la noche antepasada y se calza los pies. Se pone el saco sobre los tensos hombros y al final aplica un poco de colonia en sus muñecas y cuello.

Se da el último vistazo en el espejo, y aunque no le gusta lo que ve, no hace más por sí mismo.

Sale de su casa a paso apresurado y en cuanto alcanza su automóvil, se arroja al asiento del piloto, dónde se encierra de un portazo. Arranca el carro, sale de la privada y se adentra en la avenida a una velocidad un poco más rápida de la recomendada por los señalamientos.

Llega a un cruce donde tiene que esperar a que la luz del semáforo se ponga en verde, y arranca impaciente en cuanto eso ocurre.

El frenazo que da cuando un muchacho joven cruza la calle sin fijarse hace que las llantas rechinen un poco en el asfalto.

—¡Fíjate, pendejo! — Le grita el furioso adolescente y sigue su camino después de mostrarle el dedo medio al conductor.

Podría enojarse. Cualquier otro día lo habría hecho.

Pero ahora sólo se queda ahí parado, casi inmovil. Sus manos aprietan fuertemente el volante al dejar caer la mirada sobre el tablero del carro mientras respira hondo.

No puede evitarlo. Antes de que se dé cuenta ha comenzado a recordar...

ALMADonde viven las historias. Descúbrelo ahora