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Evan

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Evan

Abrí los labios para poder respirar un poco mejor, ya que las palabras de Diego por algún motivo me quitaron el aliento. Sentí los segundos eternos entre lo que Diego volvió a hablar y yo intentaba decir algo.

—Es Zoe—confesó Diego.

—Yo...—Finalmente había logrado responder algo cuando el habló, pero en ese momento procese que el nombre que Diego había mencionado no era uno que esperaba— ¿Qué? —pregunté confundido.

— ¿Recuerdas a la chica de cabello corto que mencione hace poco? Es de mi escuela y se llama Zoe y esta noche me invitaron a una fiesta en la cual va a estar, pero es en la hacienda que queda saliendo de la ciudad y...

— No.

—Por favor.

—Me mentiste— respondí, evitando que mi molestia fuese evidente.

—No te mentí, la cena con Don Pendejo es real y todo lo que te he dicho, pero cuando estábamos en la plaza Javier me estuvo mandando mensajes e insistiendo que fuera a la fiesta porque Zoe iba a ir y era la mejor oportunidad para que nos conociéramos más, ya que es muy raro que la dejen salir con él.

—Sabes que no me gustan los lugares donde no conozco a nadie, ¿Qué se supone que haré?

Diego estiró su brazo hacia los asientos de atrás, tomó el libro que supuestamente había comprado para él.

—Éste libro también es para ti, y ahí estarán Mateo y Lucas, sé que no son tus amigos, pero al menos los conoces. Evan Alexander, ¿Me acompañarías a una fiesta para poder ver a la chica que me gusta?

—Bien— acepté, aunque hice un gesto de desaprobación con la cabeza. Diego sonrió y me abrazó para después poner el carro en marcha y la lista de canciones que él denominaba "aptas para escuchar en público".

Unos quince minutos más tarde llegamos a la fiesta, y al ver a toda la gente comencé a arrepentirme. Mis ojos se posaron en el libro para intentar convencerme de que esto valía la pena, un libro por una hora no es tanto.

Al entrar nos dirigimos a una de las mesas vacías en el otro lado del salón, lejos del lugar de las bebidas y botana. Mientras caminábamos hacia las sillas, Diego me fue presentando a las personas que lo saludaban hasta que llegamos a nuestro lugar.

Minutos después vi a Mateo entrar de la mano con una chica pelirroja. A unos metros de nosotros, la chica se despidió de él con un beso y corrió hacia el lugar en donde estaban los baños.

Mateo se acercó trotando y se dejó caer sobre ambos para saludarnos con un abrazo. Preguntó como habíamos estado y se interesó un poco más en mí, ya que estaba en una escuela diferente. Lucas, al igual que Mateo, llegó con una chica de la mano, solo que ellos no desprendían la misma felicidad que Mateo y su novia, ni se dan un último beso al alejarse.

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