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Ella era alta y rubia, su cabello era precioso. Y no solo eso. Además de ser bonita, era muy inteligente y amable. Esta chica,  Alessia, podría ser la candidata perfecta para Adrien.

No era que Marinette esperara menos para él.

Pero dolía, la idea de perderlo, la idea que verlo casarse con otra la destrozaba. Pensó que tendría más tiempo para prepararse para eso. Pero no, Adrien Agreste estaba comprometido a los 21 años. El anuncio era oficial.

Gabriel Agreste lo decidió y Adrien simplemente no iba a desestimar una elección de su padre. Incluso siendo adulto. Pero Marinette podía entender por dónde iba Gabriel a elegir a alguien tan buena como Alessia.

Marinette quería encontrar una razón para odiarla, pero la verdad no habia ninguna, la apreciaba. Ella incluso se tomó el tiempo de conocer las amistades de Adrien.

¡Incluso sus personalidades eran parecidas! Adrien y Alessia eran alegres, tranquilos y amables.

No había forma de competir contra ella, no es que Marinette realmente pudiera hacerlo. Pero había esa picazón en su interior, esas ganas de querer decir algo.

Llevaba mucho tiempo enamorada de Adrien, su amistad había pasado por altibajos, pero se habían mantenido en contacto incluso después de terminar el colegio.

Habían atravesado algunas crisis adultas juntos. Incluso Marinette había ido a acompañarlo a su primer departamento. Con todos sus otros amigos, por supuesto.

Lo vió sonreír, pero nunca de la manera en la que realmente quería hacerlo.

Y Marinette lamentaba decir que también había ido acumulando otro tipo de deseos, más allá de besos o citas. Fantasias.

La chica estaba pensando seriamente en dejar el país. Irse quizás a Italia o mejor a China, lejos, muy lejos de estos sentimientos y de tener que afrontar que no podría ser.

—Te has quedado muy callada, Mari. ¿Estás bien?— Le dijo Adrien, mirándola con preocupación. Las otras personas en la reunión también la miraban.

Lo había olvidado, estaba en una reunión importante que Adrien hizo con sus amigos para anunciar algo. Y ese algo había sido que estaba comprometido.

Marinette se sintió avergonzada, seguramente estaba sonrojada.

—¡Oh, no es nada! Solo que... Estoy lidiando con cosas personales, debo admitir que me sorprendí mucho también con esto.— Su sonrisa era falsa. Pero no es que nadie pudiera decirlo, bueno, quizás Alya sí.

Adrien le brindó una sonrisa, una que usaba para calmarla y que siempre parecía funcionar.

—Lo entiendo, yo también me sorprendí.— Él soltó una risa. —Pero debo admitir que Alessia es perfecta. Mi padre, creo que hizo una buena elección.

Marinette no iba a decir lo contrario, porque sería mentira.

—Es verdad.— Fue todo lo que dijo. Rápidamente Adrien comenzó a hablar con los otros invitados. Y por suerte la atención dejó de recaer en ella, pero al ver a Alya de reojo entre la multitud, supo que tendrían una charla más tarde.

—Ay, no.—Fue todo en lo que pudo pensar Marinette.


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Marinette se sentía dispuesta acostarse con un desconocido esa noche. Realmente no importaba. O incluso ser atropellada por algún camión al cruzar la calle, estaría bien.

Estaba muy borracha, tan borracha que le costaba recordar por qué se emborrachó en primer lugar.

No era habitual que Marinette cayera en exceso de bebida, por lo que ciertamente varios de sus amigos se preocuparon por ella, pero nadie mencionó nada.

—Mari, ¿Estás bien? Creo que bebiste demasiado. — Dijo una voz conocida a su lado. Pero Marinette no quiso mirar quién era. No importaba, no tenía ánimos.
No respondió, siguió bebiendo, pero sintió que alguien le quitaba la copa. Eso la molestó un poco y gruñó a la persona.

Adrien la miraba con preocupación, realmente le dolía verla actuar de una manera que no conocía. Él era uno de sus mejores amigos desde hace años y Marinette nunca había actuado así. Marinette siempre fue muy correcta, nunca pasando su límite conocido. Sin duda ese problema personal que mencionó le estaba haciendo mal.

—Mari, déjame llevarte a casa. — Adrien la sostuvo del brazo, pero Marinette ni siquiera lo miró. Se veía tan sombría.

Entonces decidió cargarla en brazos, al hacer eso, ella finalmente reaccionó, su copa cayó al piso, rompiéndose. Adrien se disculpó con el barista y pidió la cuenta bancaria para reponer la pérdida.

Después de transferir el monto, con Marinette aún en brazos, la llevó afuera. La sintió patalear e incluso intentó morderle el brazo, pero ella seguía siendo más pequeña que él. Y además estaba borracha,sus movimientos eran más torpes que nunca.

—¡Suéltame! Voy a llamar a la policía si no me sueltas, ¡Loco pervertido!— Ella sonaba muy enojada, Adrien suspiró, pero no la soltó.

—Mari, mi chófer llegará pronto. — La escuchó despotricar por un rato más contra él, pero se quedó callado hasta que vió el familiar auto negro estacionarse.

Saludó a su conductor y él no hizo preguntas. No era parte de su trabajo.

Él le dió la dirección del departamento de Marinette. Recientemente ella también se había mudado por su cuenta. Él conocía el camino, pues había ido varias veces en reuniones de amigos.

Se sintió mal por no haberse dado cuenta que Marinette tenía un problema. Había veces en las que ella no quería contar ese tipo de cosas. Ella siempre lo animaba a admitir sus problemas y él se sentía mal por no haber hecho el mismo esfuerzo por ella.

Él pensó que todo estaba bien, que sí ella estaba triste, lo diría. Pero al parecer no era así. Marinette había estado llorando, eso se notaba. Solo que no está seguro de en qué momento exactamente lo hizo. Cuando hizo su anuncio de compromiso solo estaba seria, muy seria.  Pero cuando estaba tomando en el bar, ya parecía haber llorado.

Se culpó por haberse distraído por ir a presentar a Alessia a todos sus amigos. Adrien en verdad quería que esto funcionara. Porque por lo menos esta vez, su padre había tenido en cuenta su opinión sobre la chica que le presentaba.

Esperaba que todo saliera bien, quería estar bien, también quería que Marinette estuviera bien. Y para eso necesitaba saber qué le estaba pasando, para poder ayudarla. O por lo menos escucharla. Eso era importante y liberador.

Llegaron al apartamento de su querida amiga. Se sintió mal por revisar su cartera para buscar sus llaves, pero pero sería dejarla a su suerte frente a su puerta. Ella no parecía estar en condiciones ni siquiera para dar una caminata larga.

Abrió la puerta, mientras todavía cargaba a su amiga, que en medio de todo ese sermón que le estaba dando, se había quedado dormida.

La acomodó en su cama, le quitó el zapato. No se atrevió a quitarle otra prenda. No le faltaría el respeto.

La vió dormir un rato, su rostro no estaba realmente relajado, se notaba que había estado llorando. Y esa imagen le rompía el corazón. Le acarició el rostro. Se prometió que sea lo que sea que le hiciera mal, haría todo lo que esté en sus manos para hacerla estar bien otra vez.

Fingir [Adrinette AU]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora