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Abrí los ojos. La sala era blanca y el sol entraba en ella con tanta fuerza que casi no veía nada. Levanté la mano para protegerme los ojos y, sin
querer, tiré de un tubo conectado a un gotero.

«¿Qué pasa?», pensé.

Cuando la vista se acostumbró al ambiente, miré a mi alrededor. El mobiliario que me rodeaba indicaba que me hallaba en un hospital.

Intenté recordar qué había ocurrido y entonces caí en la cuenta: JungKook, él... Al pensar en ello, se me volvió a acelerar el corazón y todos los aparatos que había junto a la cama empezaron a pitar. A los pocos segundos, un médico, una enfermera y Namjoon entraron en la habitación.

Al ver al joven italiano, un torrente de lágrimas manó de mis ojos. Los sollozos no me dejaban pronunciar palabra. Empecé a atragantarme y a mover las manos. De repente, la puerta volvió a abrirse y apareció Black.
Pasó junto a los demás y se arrodilló delante de mí. Me cogió la mano y la acercó a su mejilla mientras me miraba con los ojos cansados y llenos de temor.

—Perdóname —susurró—. Querido, yo...

Deslicé la mano y le tapé la boca.

«Ni aquí ni ahora», pensé, y más lágrimas resbalaron por mi cara, aunque entonces eran de alegría.

—Joven JiMin—me dijo con tono reposado un señor de bata blanca después de echar una ojeada a una tarjeta que colgaba de la cama—, hemos tenido que operarlo para desobstruir una arteria, ya que el estado en que se encontraba hacía peligrar su vida. Con ese fin hemos introducido un tubo en su cuerpo, de ahí el vendaje en la ingle. Por ese tubo hemos metido una guía que nos ha permitido desobstruir la arteria. Esto a grandes rasgos. Soy consciente de que, aunque habla muy bien inglés, no estará tan familiarizado con la terminología médica como para que le dé una descripción más detallada, que en este momento es absolutamente innecesaria. En cualquier caso, ha salido bien.

Le oía hablar, pero no podía apartar la mirada de JungKook. ¡Estaba allí, sano y salvo!

—¡JiMin!, ¿me escuchas? —Noté que alguien me abría los párpados a la fuerza—. No me hagas esto o me matará. —Abrí los ojos poco a poco. Estaba tumbado en la alfombra y Namjoon temblaba nervioso a mi lado. —Gracias a Dios. —Suspiró cuando lo miré.

—¿Qué ha ocurrido? —pregunté desorientado.

—Has vuelto a perder el conocimiento. Menos mal que las pastillas estaban en el cajón. ¿Te encuentras mejor?

—¿Dónde está JungKook? ¡Quiero verlo ahora! —grité tratando de levantarme—. Dijiste que siempre que lo deseara me llevarías con él, y quiero que lo hagas ahora.

El joven italiano se quedó pensativo, como si buscara en su cabeza la respuesta a la pregunta que le había planteado.

—No puedo —murmuró—. De momento no sé qué ha pasado, pero sí que algo ha ido mal. JiMin, recuerda que en los medios no siempre dicen la verdad. Pero debes abandonar hoy mismo la isla y volver a Polonia. Esas fueron las instrucciones de don JungKook acerca de tu seguridad. El coche te espera. En Varsovia tendrás un apartamento y una cuenta de un banco de las Islas Vírgenes. Puedes emplear como quieras el dinero que hay en ella.
Lo miraba asustado, sin dar crédito a mis oídos. Continuó hablando: —Todos los documentos, tarjetas y llaves están en tu equipaje de mano. Cuando llegues, un chófer te recogerá y te llevará a tu nueva vivienda. En el garaje encontrarás un coche. Ya están allí todas tus pertenencias de Sicilia, como habías pedido.

—¿Está vivo? —lo interrumpí—. Dímelo, Namjoon, o me volveré loco. El joven italiano volvió a quedarse absorto pensando en la respuesta.

—Desde luego, se mueve. Taemin, su consigliere, va con él, así que es muy posible que sí.

Trescientos Sesenta y Cinco Días. [KookMin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora