Capítulo 4

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Apagué el televisor, la tomé entre mis brazos y la llevé a su cama. Fue todo un desafío, no se los voy a negar, esa chica tenía su cama muy bien tendida, pero no podía dormir destapada o le daría neumonía. Retiré las sábanas hacia atrás y la dejé en el colchón para luego taparla, estaba por irme cuando me tomó del brazo y me pidió entre dientes que me quedara con ella, no podía rechazar tal petición por lo que me tumbé a su lado y me tapé. Minutos más tarde sentí un leve calambre, abrí los ojos y me di cuenta que su cabeza estaba apoyada en mi hombro, juro que jamás había sentido algo como eso antes, pero aunque no sabía qué era, no quería que terminara nunca, parecía estar soñando con los ojos abiertos (literalmente).

A la mañana siguiente me desperté tarde, vi el reloj y marcaba las 10 a.m, no podía creer cuánto tiempo había dormido, ladeé mi cabeza y me asusté al ver que Sophie no estaba allí, lentamente me desperecé y, acomodándome el cabello, me dirigí a la cocina.

Al poner un pie allí, un exquisito aroma a café inundó mis fosas nasales. Sophie, al sentir mi presencia, se dió la vuelta, estaba igual de preciosa que cuando me dormí, ¿podría ser más perfecta esta mujer?

- Buenos días - sonrió

- Buen día - respondí con voz ronca aún

- ¿Quieres café? - preguntó dulcemente

- Eso ni se pregunta - dije acercándome - por supuesto que quiero - terminé mientras le daba un pequeño beso en los labios.

Me obligó a sentarme en la barra (bueno, yo no opuse mucha resistencia) mientras ella traía el desayuno. En unos minutos tenía frente a mí una abundante taza de café y dos tostadas con palta.

- Espero que lo disfrutes - dijo ella mientras comenzaba a comer sin dejar de observar mi expresión a cada segundo.

- Jamás las había probado - dije señalando las tostadas.

- ¿De verdad? - preguntó ella incrédula

- ¿Acaso alguna vez miento? - dije sonriendo

- No quise decir eso, es solo que... todo el mundo las ha probado alguna vez.

- Bueno, amor, yo no soy todo el mundo - dije mientras daba un mordisco - aunque es cierto que están espectacular.

- Gracias por eso - dijo ella.

Solo asentí y luego de un rato tuve que despedirme para regresar a casa, cosa que no hice con exactitud.

11 a.m, llegué a las Instalaciones Moore. Al entrar, Alai la nueva recepcionista, me saludó amablemente y me pidió que me identificara, obedecí y enseguida me dejó pasar. Pedí el ascensor y, aunque al principio desconfié de que Mark hubiera llamado al muchacho de mantenimiento para que lo reparara, llegó en cuestión de segundos. No me arrepentí de haber contratado a Mark, es uno de mis empleados más eficientes, digo... le pedí que estuviera listo en una semana y solo han pasado dos días de mi anterior visita.

Me apresuré a entrar y presioné el número 17, sí directo a mi segunda parte favorita de la empresa; en ese piso se encuentran las salas de simulación, proyección y reuniones. Una vez allí le pedí a Laura, la que controla el proyector, que me enseñara lo nuevo que teníamos; ella sin problema me mostró la nueva campaña publicitaria de este mes.

Aparte de lo que fabricamos, las Instalaciones sirven para generar las mejores campañas publicitarias, para las empresas que nos contratan, por supuesto. Es decir, Agencias Moore se encarga de ello, claramente no iba a tener un edificio de 25 pisos para solo utilizar 12 como fábrica y desperdiciar el resto.

Le pregunté a Laura a qué hora terminaba su turno.

- A las 17 p.m, como el de todos jefe - respondió ella con extrema tranquilidad y luego agregó - ¿por qué lo pregunta?

- Curiosidad, es todo - dije juntando mis manos por detrás de mi espalda .

Venía con una idea en mente mientras conducía hasta allí. Sin embargo, no sabía si me resultaría posible concretarla.

Me despedí de Laura y caminé hacia el ascensor nuevamente, esta vez presioné mi número favorito, sí, el 25. Al entrar sentí una inmensa paz, este lugar tiene mucha luz. De repente mi teléfono sonó.

- Benson, ¿qué tal estás? - pregunté

- Bien ¿y tú? ¿Qué tal tu noche? - preguntó él muy curioso como si no lo supiera todavía.

- Creo que bien, ¿por qué no me lo dices tú? - dije, tal vez soné algo molesto.

- Pues de hecho sí, yo llamo exactamente para eso, ¿crees que podamos almorzar?

- De seguro sí, ¿dónde gustas?

- ¿Qué te parece el restaurante italiano que abrió hace poco?

- Claro, vayamos a ese, paso por casa y te veo allí ¿a las 13 te parece bien? - pregunté

- Excelente - dijo Chris.

Salí de allí, y conduje lo más rápido posible a casa. Me duché rápido y me cambié de ropa. Encontré con facilidad un pantalón sastrero color chocolate oscuro y una camisa blanca que desabotoné hasta el pecho y arremangué hasta los codos, zapatos negros y gafas de sol, adivinen, sí, negras. Me acomodé el cabello y como no era suficiente con estar llegando tarde, mi auto me avisaba que ya no tenía combustible.

- Maldición - dije golpeando levemente el volante.

Llegué al restaurante cinco minutos tarde, menos mal que no fueron más de cinco, porque por si no se habían enterado, detesto la impuntualidad. Me senté en la mesa que mi amigo reservó para ambos, de seguro le habría pasado algo porque aún no llegaba. De repente llegó, se sentó frente a mí, estaba serio, no parecía él.

- Tenemos problemas - dijo seriamente.

Cuando el reloj dé las seisWhere stories live. Discover now