1. La gala

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AMELIE
New York, Estados Unidos

La gala es la clásica, la que todos esperan. Los vestidos elegantes, las copas de cristal brillando bajo las luces, el murmullo de las conversaciones que suenan como un eco lejano. Todo está calculado al milímetro, desde los detalles más pequeños hasta las sonrisas perfectamente ensayadas. Estoy acostumbrada a esto. No me molesta. De hecho, me gusta. Disfruto de la precisión con la que todo encaja, de la certeza de que estamos aquí con un propósito, no por casualidad.

Antoni me lanza una mirada mientras cruza su copa de champán con la de alguien más, y noto que está observando el brillo en mis ojos.

-¿Te diviertes o sólo te estás acostumbrando a la rutina? -pregunta, con esa sonrisa suya de quien ya sabe la respuesta.

-¿Por qué no ambas? -respondo, con una sonrisa tranquila, aunque mi mente sigue enfocada en lo que está por venir. Estoy aquí para cumplir un objetivo, como siempre. Y me siento bien al respecto. Este es mi mundo. Mi trabajo.

-Sabes que no es solo una gala, ¿verdad? -añade Antoni, deslizando su mirada por la sala, como si detectara cada movimiento. -Lo que sigue es más... personal.

Asiento ligeramente, reconociendo el tono de su voz. La misión que tenemos esta noche no es algo simple. Pero nunca lo es. Las familias como la nuestra no hacen cosas simples. Lo que sigue está planeado, calculado, y las expectativas son altas. El mismo mundo que ha moldeado mi vida me ha dado las herramientas para manejarlo con destreza.

-No espero menos -respondo sin perder la compostura, mi voz firme y segura. No es la primera vez que participo en algo como esto. De hecho, lo he hecho toda mi vida. Para mí, estas misiones no son solo parte del trabajo familiar; son la razón por la que existo. El mundo necesita orden, control, y nuestra familia se encarga de ello.

Antoni, que me conoce bien, no dice nada más. Sabe que mi lealtad no vacila. Sabe que no estoy aquí solo por la gala, sino por la misión que me han encomendado. Los papeles que juego en estos eventos son solo la fachada. La verdadera acción comienza cuando las luces se apagan y el telón de fondo desaparece.

Unos minutos después, el ritmo de la música cambia y los murmullos se suavizan, como si todo el mundo estuviera esperando el siguiente paso. Un ligero escalofrío recorre mi espalda. Las piezas están en movimiento. Mi parte de la misión está a punto de comenzar, y es un desafío que siempre he aceptado con determinación.

Es entonces cuando escucho una voz familiar detrás de mí. Nicklaus. Él nunca aparece sin razón.

-Amelie -dice con su tono característico, grave y autoritario. -Es hora de que tomes el control de esta situación. Sabemos lo que estamos buscando, pero ahora es tu turno de actuar.

Asiento, un resquicio de emoción pasando por mi pecho. No es miedo. Es algo más: una mezcla de anticipación y certeza. Este es mi momento. Lo he estado esperando.

-No hay problema -respondo, mi voz clara y sin titubeos.

Antoni, al notar la convicción en mi tono, se aleja sin más palabras, entendiendo que ahora soy yo quien debe tomar las riendas. Me siento poderosa. Cada parte de mi ser se enciende con la adrenalina de saber que estoy a punto de cumplir con lo que me han encomendado. No hay cabida para dudas.

Me acerco al objetivo, cada paso seguro, cada movimiento calculado. Mi formación me ha preparado para esto. Desde pequeña me enseñaron que las emociones no tienen cabida en misiones como esta. No es cuestión de qué tan "bien" me sienta, sino de qué tan eficientemente se complete la tarea.

Mi presencia no es solo notoria; es un recordatorio de que estoy aquí por una razón. No soy solo una figura elegante que asiste a un evento. Soy la ejecutora de una misión, y ese poder no se toma a la ligera.

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⏰ Última actualización: Nov 19 ⏰

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Valor (Killers #5)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora