He amado los colores desde siempre. Me han fascinado desde que era niña, como un secreto oculto a plena vista. Son todo lo que llena nuestra vida, lo aviva, lo transforma. Pero no es solo una cuestión científica, no se trata solo de ondas de luz que nuestros ojos perciben. Es algo mucho más profundo, casi mágico. Los colores cuentan historias, reflejan estados de ánimo y revelan verdades ocultas. Piensa en esto: cuando alguien está de mal humor, se dice que "tiene el humor negro". Y cuando el amor enciende el corazón, decimos "tú me haces ver los colores", como si el amor fuera la clave para una nueva percepción del mundo.
Y aún más, "he visto de todos los colores", una frase que pinta la vida misma, en todas sus matices de alegría, dolor, aventura. Cada emoción tiene su color, cada recuerdo su tonalidad única.
Yo he crecido con los colores. Nápoles, mi ciudad, es un caleidoscopio de tonalidades que me ha envuelto desde que era pequeña. El cielo azul que se fusiona con el mar, el amarillo cálido del sol que ilumina los estrechos callejones, el rojo vivo de las casas y las flores. Y luego está mi familia, que siempre se ha asegurado de que viera solo los colores más bellos y vibrantes, incluso cuando la vida intentaba mostrarme los más oscuros. Claro, el negro lo he encontrado muchas veces. A veces me he refugiado en él, encontrando una extraña consolación, como si en la oscuridad pudieran esconderse momentos de calma.
Pero al final siempre he vuelto a los colores, a su poder de transformar todo. Por eso elegí hacer de los colores mi trabajo. Me convertí en diseñadora, donde los colores no son simples herramientas, sino verdaderos mensajeros. Cada tonalidad que elijo comunica algo, evoca emociones, conecta a quien mira con sensaciones profundas. La psicología del color es un universo que exploro con pasión: el rojo enciende la pasión, el azul calma el alma, el verde transmite esperanza. Un diseñador tiene el poder de dar forma al mundo a través de estas tonalidades, y eso me hace sentir como una especie de alquimista, capaz de mezclar emociones y formas para crear algo único.
Nunca he querido huir de los colores. Ni de mi ciudad, ni de mi trabajo. Nápoles me había dado todo esto, y yo me sentía en casa entre sus colores y sus sonidos.
Pero luego, hace un año, mi vida cambió. Fui seleccionada para un máster en Barcelona, un proyecto que combinaba los colores con mis raíces, con mi Nápoles. La idea de partir me llenó de emociones contradictorias. Por un lado, estaba el entusiasmo de una nueva aventura, por otro, el dolor de dejar mi ciudad, mi familia, mis seres queridos. Pero entendí que debía ir. Aunque dejara Nápoles, los colores los llevaría siempre conmigo, como un equipaje invisible que ningún aeropuerto puede pesar.
Barcelona me recibió con la misma intensidad cromática. Una ciudad viva, vibrante, rica en matices nuevos e intrigantes. Aquí, entre las calles animadas y las arquitecturas fantásticas, descubrí una nueva paleta de colores. Cada mañana, cuando el sol sale sobre el Mediterráneo, siento que veo un nuevo matiz de vida. Es un calor diferente al de Mamá Vesubio, pero igualmente envolvente, como si Barcelona estuviera lista para abrazarme y hacerme sentir en casa, justo como lo había hecho Nápoles durante todos esos años.
«Mira, chica, te aseguro que puedes dejar ese proyecto hasta el lunes», resopló Jana, lanzándome una mirada exasperada. Tenía el mal hábito de convertirme en una especie de empleada súper-reactiva los viernes, cuando la inspiración parecía explotar y la creatividad me arrastraba como un huracán.
«Espera un momento, Jana. Debo completar este diseño, de lo contrario no podré dormir esta noche», respondí, concentrada en la pantalla de mi computadora.
Jana se acercó a mi escritorio con una sonrisa pícara. «Está bien, pero solo si me prometes que no olvidarás los pases para esta noche. La noche de reggaetón en el Pacha es un evento imperdible, y no quiero perdermela por nada del mundo».
«Está bien, prometo. Pero los pases son tu responsabilidad, así que haz tu trabajo», le respondí, lanzándole una mirada cómplice mientras le señalaba el pequeño pero indisciplinado caos de mi escritorio, entre notas, bocetos y tazas de café vacías. Antes de irme, sería justo organizar un poco.
«Apuesto a que tienes un nuevo vestido rojo para ponerte, muy mala. Los pases ya están listos, así que prepárate para brillar», respondió Jana con un aire de superioridad, mientras volvía a su lugar, sacudiendo la cabeza como si tratara con una causa perdida.
Resoplé y terminé el diseño, haciendo clic en "guardar" con un sentido de alivio.
«Nos vemos esta noche entonces, Francesca. No te hagas esperar, de lo contrario tendrás que bailar sola, perra», exclamó Jana mientras se alejaba, sus zapatos de tacón marcando un ritmo decidido en el suelo de la oficina.
Sonreí, mientras me entregaba a mi ritual de cierre de trabajo: un último vistazo a mi escritorio, empecé a tirar los papeles que ya no necesitaba y a llevar las tazas de café a la lavavajillas de la cocina de la oficina eco-amigable. El último paso era marcar las tareas completadas en mi agenda. Empecé a recoger mis cosas, reflexionando sobre lo hermosa que era esta nueva vida en Barcelona, con sus infinitas posibilidades.
Las luces del privado iluminaban mi piel cálida, mientras la música creaba una atmósfera electrizante. El Pacha era un mundo aparte, un laberinto de luces fluorescentes y colores vibrantes. Éramos diez chicas, todas vestidas con minivestidos llamativos que reflejaban cada matiz de luz. Algunas estaban envueltas en lentejuelas, otras lucían botas hasta la rodilla y tacones vertiginosos. Nuestro look era un triunfo de glamour y audacia.
Yo no era menos con mi body negro decorado con strass y flecos brillantes, y una falda de terciopelo rojo ceñida. Las botas hasta la rodilla completaban el look, mientras el maquillaje, con iluminador en los ojos y lápiz labial rojo brillante, realzaba mis rizos y mi cuerpo curvilíneo. Era imposible no notarme, especialmente con mi trasero pronunciado que atraía miradas curiosas.
«Francesca, guapa, ¡estás rompiendo esta noche!», gritó Carmen, mientras hacía un gesto hacia el bar para pedir otra ronda de cócteles.
La música pulsaba y las luces se alternaban en una danza hipnótica, creando una atmósfera casi surrealista. Nuestro grupo se movía con confianza y desenfado, creando un torbellino de energía y seducción. Nos frotábamos unas contra otras, nuestros cuerpos en sintonía con el ritmo de la música. Las chicas bailaban con pasión, haciendo twerking y mostrando sus movimientos más audaces bajo las miradas envidiosas de los chicos que nos rodeaban. Yo me movía con una mezcla de confianza y sensualidad, mi cuerpo sinuoso siguiendo el ritmo del reggaetón. Mis rizos se movían libremente, acentuando cada uno de mis movimientos.
«¿Quién está listo para otra hora de pura fiesta?», gritó Ana, levantando su vaso en un brindis. Las chicas respondieron con entusiasmo, brindando con sus sangrías, tintos de verano y mojitos, mientras nuestro grupo se sumergía nuevamente en la danza. La noche apenas comenzaba y, entre la multitud y la música, sentía que algo especial estaba a punto de suceder.
Mientras me concentraba en mis movimientos seductores, sentí que alguien me susurraba al oído. Me giré lentamente, curiosa por descubrir quién podría ser. La noche estaba en pleno apogeo, y la promesa de nuevas emociones estaba en el aire.
«No te gires, hay futbolistas a dos privados de distancia. Trabajemos bien esta noche», susurró Jana, acercándose con una sonrisa traviesa.
Sus palabras me hicieron sonreír. Miré hacia el grupo de futbolistas: la noche prometía ser memorable, y estábamos listas para hacerla nuestra.
En ese momento, lo único que importaba era la diversión, y la sensación de libertad que solo una noche tan especial podía ofrecer. Y así, con el corazón palpitante y el cuerpo en movimiento, nos entregamos completamente a la euforia de la noche, listas para acoger cada nueva emoción que nos deparara la velada.
Story Addons
Pacha Playlist
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Secreto - Pablo Gavi [ES]
FanfictionDespués de un año de estudios en Barcelona, decidí mudarme definitivamente a la ciudad catalana. Una noche, en el Pacha, el destino me hizo encontrar al misterioso futbolista del Barça, Pablo Gavi. Entre luces brillantes y ritmos envolventes, vivimo...