Presagio

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Las ramas crujen con cada paso que doy. Mi corazón palpita a un ritmo frenético. Mis pulmones imploran aire con desesperación. El dolor en mis pies es insoportable. Enfoco mi vista en aquello que corría detrás de mí, amenazando con alcanzarme. Aunque la oscuridad del bosque es inmensa, puedo ver la silueta de aquel ser.

Pocos segundos después, cuando regreso mi vista al frente, me encuentro a mitad de carrera. El sonido del claxon resuena en mis oídos. Los faros del automóvil son lo último que veo antes de que me impacte.

                           ***

—Jennifer ¿Escuchaste lo que acabo de decir? —pregunta Víctor a mi lado.

—Disculpa, estaba distraída —me excuso.

—Has estado extraña toda la mañana -comenta David.

—Solo estoy cansada por los exámenes de esta semana —digo con cansancio.

—Pues no eres la única —comenta David—. Nosotros también estamos en las mismas y no nos comportamos como tú.

—Ya déjala, David —interviene Víctor—. Mejor decidamos qué vamos a ordenar.

Estamos en un restaurante después de horas de clases, lo que nos ayuda a despejar la mente. Especialmente a mí, después de ese sueño tan extraño de anoche.

Regresamos a casa caminando por la tarde, juntos. David es el mayor, con 18 años, castaño, de ojos cafés y 1.82 m de alto. Tiene un cuerpo que demuestra los resultados del gimnasio y una personalidad divertida. Víctor es moreno, de ojos cafés oscuros, tiene 17 años y es más bajo que David, con 1.75 m de estatura. Es el tranquilo y maduro del grupo. Y yo, de cabello negro ondulado que me llega a mitad de espalda de complexión delgada.

—Mañana a la 1 pm los quiero puntuales en mi casa para que nos vayamos temprano a montar el campamento antes de que anochesca -nos recuerda Víctor.

—No te preocupes, estaré allí sin falta —dice David entusiasmado.

—Hemos estado planeando el campamento por días. De ninguna manera me lo pienso perder —agrego.

—Jennifer, encárgate de confirmar si Elena nos va a acompañar —me pide Víctor.

—Me estuve tratando de comunicar con ella toda la mañana, pero no me contesta.

—Qué raro -observo la hora en mi reloj de muñeca para confirmar que son las 6 pm—. Voy a pasar por su casa.

—Nos vemos, chicos. Hasta mañana —me despido agitando la mano.

—No vayas a faltar, Jennifer —me amenaza David.

—Ve con cuidado -dice Víctor.

—Está bien —finalizo.

***

Me encuentro sentada en un sofá en la sala de Elena, mientras ella corría de un lado a otro.

—Ya tengo todo listo para mañana —comenta Elena, pelirroja de cabello corto hasta los hombros y fleco cerrado, empacando unas cuantas cosas en una pequeña maleta.

—No crees que exageras un poco, Elena. Solo es un fin de semana —bromeo.

—¿De qué estás hablando, Jenni? —me mira con los ojos muy abiertos—. Necesito mi repelente para moscos. No pienso tener picaduras en mi bello rostro.

—Está bien —suspiro cerrando los ojos.

—Espero que en la camioneta de Víctor haya espacio para tantas cosas. Por cierto, ¿por qué no contestabas el teléfono?

—Mi teléfono está muerto —admite enojada, sentándose en el sofá frente al mío y cruzando.

—Oh, con que era eso —dije—. Ya me tengo que ir, Elena. Nos vemos mañana.

Me levanté del sillón y Elena me acompañó hasta la puerta.

—Ya quiero que sea mañana —dijo Elena con una risa entre dientes.

                              ***

Nos encontramos en la camioneta de Víctor rumbo al bosque Linson, conocido por su extensa vegetación y animales. Los chicos se encontraban en los asientos del frente, Víctor al volante y David de copiloto, mientras que Elena y yo nos encontrábamos en los asientos de atrás, yo detrás de Víctor.

Observaba cómo la carretera se encontraba rodeada por árboles y montañas a lo lejos. Un escalofrío me escaló hasta los huesos; era como si hubiera experimentado un déjà vu.

Nos detuvimos en una entrada al bosque; a partir de ahora tendríamos que caminar.

—Es momento de bajar de la camioneta, chicas —nos miró David sobre su hombro—. ¿Quién trajo la cámara? Necesitamos una foto de recuerdo.

—Yo la tengo —dijo Elena, sacando una cámara pequeña—. Te dije que estaba preparada para todo —me guiñó un ojo.

Nos sacamos una foto con el bosque a nuestras espaldas y dejamos la cámara dentro del coche. Caminamos durante una hora más o menos por aquel camino. Los chicos bromeaban sobre que veríamos fantasmas y esas cosas, aunque yo sentía que había algo mal en el bosque; el sonido del aire moviendo las hojas de los árboles me hacía sentir un poco incómoda.

—De seguro es solo tu imaginación, Jennifer; todo estará bien —me di ánimos mentalmente.

Pusimos las casas de campaña en un lugar despejado donde la mayoría de las personas acampaban. Una vez terminada la primera misión, comenzamos a asar unas salchichas.

Nos encontrábamos sentados alrededor de la fogata.

—Les dije que llegar con el tiempo calculado ayudaría a que acabáramos rápido —dijo Víctor—. Miren la noche, es hermosa —levantó la vista al cielo, dibujando una sonrisa en su rostro.

—Tienes razón —dijimos todos al mismo tiempo con admiración, observando las estrellas que resplandecían en el oscuro cielo.

Cuando bajé la vista, pude ver a lo lejos, donde empezaban los árboles altos, una figura enorme, de 3 o 4 metros de alto, escondida detrás de un árbol. Su piel pálida y grisácea me causó un escalofrío y un miedo que nunca había experimentado antes, y no solo por eso, sino porque su cuerpo era extremadamente delgado, como si estuviera hecho solo de huesos; sus garras enormes y brazos largos me dejaron sin aliento.

Un sonido familiar resonó en mis oídos, dejándome helada...

TRAS LA LINEA DE LA MUERTE Donde viven las historias. Descúbrelo ahora