1.El despertar estudiantil.

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Todo empezaba de una manera muy normal en México. Era algo nuevo que los chicos y chicas estuvieran juntos después de tanto tiempo separados por su género. Salían juntos, se reían juntos e incluso hablaban de cosas importantes o políticas juntos. Esto hacía que la gente en México viera cosas nuevas y pensara en la guerra fría o en Cuba y en el "Che Guevara".

Al gobierno no le gustaba mucho esto, era muy conservador y no entendía a la nueva generación. Pensaban que era una pérdida de tiempo. Aunque dejaron que pasara sin saber lo que iba a pasar después, cuando los jóvenes despertaron y vieron cómo era su gobierno.

Un día, el 22 de julio de 1968, hubo un juego entre los estudiantes de las escuelas No. 9 y No. 5. Había chicas y chicos, se animaban y se reían. Pero luego hubo un problema entre los equipos y empezaron a pelearse. Fue el 23 de julio del mismo año cuando las autoridades decidieron intervenir de forma violenta, hiriendo a menores de edad de las dos escuelas y asustando a todos los presentes. ¿Cómo podía la autoridad meterse así en los problemas de los jóvenes? A partir de ese momento, la gente decidió que no los iban a callar más y que el gobierno no se iba a quedar sin hacer nada ante la rebeldía de su "nación perfectamente libre y soberana".

-Lina, ¿Me prometes que te vas a cuidar y a mamá ?-
Dijo mi hermano mientras me veía fijamente, con esa típica mirada de hermano preocupado ante tal situación, donde sabía que algo malo podía pasarme, pues para él yo era su pequeño colibrí, apodo que me puso por mi 1,50 de estatura y porque también era su ave favorita, ya que para él el colibrí significa libertad. Verlo así me partía el alma, no sabía lo que ocurría exactamente, pero obedecí a mi hermano asintiendo con la cabeza en señal de afirmación ante su pregunta, él solo atino a sonreír de manera cariñosa, sentados frente a frente al borde de nuestras respectivas camas, levanto su mano grande y delgada acariciando mi mejilla, estaba sudando frío de sus manos, sabía que eso era una señal de que estaba asustado pero por mi se obligaba a ser fuerte.

-Fernando, ¿Tienes miedo?-Le dije con preocupación.

Ya sabía lo que me iba a decir, siempre era igual. Mis padres le pusieron una gran responsabilidad en los hombros desde que supieron que tendrían otro hijo en la familia. Él intentaba mostrarse fuerte como un papá, a pesar de tener solo 17 años.

-Nunca tengo miedo, hago lo que hago por ti, quiero que seas y tengas algo mejor que yo.

Siempre lo admiré mucho, pero mi corazón se sentía triste por los sacrificios que hacía. Lo quería tanto que me dolía verlo renunciar a cosas por mí, pero nunca le reproché nada porque sabía que lo hacía por amor. Él haría cualquier cosa por mí y yo por él. Era un momento de miedo, pero tratábamos de mantenernos fuertes el uno para el otro. Entonces, llegó mi mamá a la habitación, con sus ojos cansados por el insomnio y el agotamiento, porque cuidar a mi papá cuando bebía demasiado era muy cansado.

-Ya está su comida mijos, bajen para que no coman frio-

Su sonrisa era como sentir la brisa del verano acariciando mi corazón en ese momento, y sus ojos color miel brillaban con esa sensación especial. Nos sonreímos el uno al otro, mi mamá simplemente se fue sin decir nada. Ella entendía sin necesidad de palabras, en esos momentos de tranquilidad. En mi mente pensaba: "La vida puede ser bonita, un poco complicada, pero bonita".
Saliendo de la habitación para ir a comer, solo se escuchaba la televisión con noticias, anunciando un nuevo deporte en las Olimpiadas: ¡voleibol! Decían que sería un deporte para todos, sin importar la edad o el género, ¡y se celebraría en México!, ¡mis ojos brillaron de emoción!.
Miré a Fernando, pero su rostro seguía pensativo por lo que pasó con los granaderos y los estudiantes. Mi mamá intentó ayudar con mi hermano mayor, dejando su comida a un lado para poder hablar con claridad.

-Hijo, ¿Todo bien?, no has tocado tu comida, me preocupas de verdad.

Mi hermano parece despertar de sus pensamientos confusos cuando mamá habla. Ella le toma la mano para darle apoyo, tratando de transmitirle el amor y la fuerza que tanto necesitaba en ese momento. Por un instante, mamá intenta ser la guía y la salvadora de su mente, un rol que normalmente Fer desempeñaba.

-Todo bien, siempre está bien, siempre debe estar bien.

Eso fue lo último que dijo antes de fingir una sonrisa y morder su lonche de pierna sin alegría. Nunca entendí todo lo que pasaba por su cabeza, pero sabía que se sentía atrapado en un lugar muy apretado. Si alguien me preguntara, habría dado mi vida por detener sus pensamientos negativos y darle un poco de paz mental.
El ambiente estaba tenso, la casa nunca había estado tan silenciosa. Tenía esperanza de que todo saldría bien, las cosas siempre mejoran después de momentos difíciles. Cuando lo vi sentado al borde de su cama con la cabeza baja y los ojos rojos de tanto esfuerzo, tratando de no llorar, no pude resistirlo más. Me acerqué a él, me arrodillé y apoyé mi mentón en su rodilla, como un cachorro consolando a su humano con compañía silenciosa.
Él me miró, como si buscara una solución a través de mis ojos. Desde lo más profundo de mi corazón, sabía que algo más estaba pasando detrás de esa advertencia y la intervención del PRI en las preparatorias.

-Te quiero.

Eso fue lo último que escuché de él antes de que Fer me arrullara jugando con mi cabello, haciéndome dormir, sin saber que lo peor estaba por comenzar.

LA MATANZA DE TLATELOLCO: El Legado De La Generación Pérdida.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora