Era sábado por la mañana, todo parecía normal; sus hijos recién se levantaban, su esposo entendía la televisión y María se dedicaba a preparar el almuerzo.
“Sé que prometí quedarme, pero me llamaron de la oficina” dijo su esposo durante el almuerzo. “¿En serio, en fin de semana?” Pregunto María. Ya sabía la respuesta, ya la había escuchado muchas veces, también sabía que su querido cónyuge no iba a la oficina, sino con su amante, pero no iba a confrontarlo delante de sus hijos.
Ya para el medio día, mientras miraba a sus hijos jugar en el patio, María no pudo evitar recordar su infancia con su hermano, sobre todo, recordaba la casa del lago a la que solían ir en vacaciones y el bosque próximo a esta.
Los pensamientos melancólicos de María se vieron interrumpidos por el llanto de su hija menor, que yacía en el piso cubierta de tierra mientras su hermano le suplicaba que bajara la voz. María corrió hacia ellos interrogándolos “A ver, ¿Qué pasó? ¿Se están peleando otra vez, verdad?”. El mayor saltó de inmediato en su defensa “¡Pero yo no hice nada! La mensa se cayó sola”, “¡No es cierto! Tu me empujaste” replicó la niña mientras se sacudió el polvo.
Los niños comenzaron una discusión sobre quien había sido el causante del incidente, pero la atención de su madre se había desviado a la venta en la cocina, donde una silueta inquietantemente familiar los observaba. La silueta hizo un gesto similar a un empujón y el rostro de María se blanqueó del susto; apretó con fuerza las mano de sus hijos, quienes no tardaron en notar la preocupación de su madre. Para tranquilizar a los niños, María se hincó a su altura y les dijo “Ya no estén peleando y póngase a jugar, yo voy a la cocina a hacer la comida”. Se alejó temblando, estaba asustada; sabía que sus hijos estaban a salvó, pero no sabía que le pasaría a ella.
Durante su camino, volvió a pensar en las últimas vacaciones en la casa del lago antes de que sus padres la vendieran. María y su hermano jugaban en el bosque como de costumbre, solo que esa vez habían ido más profundo, hasta que llegaron a una cabaña en ruinas que tenía un pozo al lado. María le dijo a su hermano que no fueran, pero él la ignoró.
Ahora, estaba frente a la entrada de la cocina, con más miedo del que nunca había sentido. Suspiro tratando de tomar valentía, se preparó para lo peor y finalmente entró. Solo se encontró con la habitación vacía.
Mientras trataba de evitar sentir pánico, su teléfono vibró en su bolsillo con un mensaje de su marido “Hoy no llegaré a casa hasta después de la cena, perdón”. María colapso en llanto, necesitaba compañía, una que la hiciera sentir segura.
Cuando sus hijos terminaron de comer volvieron al patio y María volvió a esas últimas vacaciones. Recordó estar hablando con su hermano, ambos sentados en la orilla del pozo; cuando María comento que no deberían estar ahí, su hermano bromeó con lanzarla al pozo, “¡Cuidado!” gritaba él mientras fingía empujarla y después reía. “¡No es gracioso!” respondió María molesta, “Yo digo que si” replicó su hermano dándole un pequeño empujón con el hombro, comenzando así una disputa.
Sus hijos, mientras tanto, volvieron al patio a jugar. Nuevamente parecían discutir, pero está vez era como si hubiera una tercera persona. “Está bien, pero no creo que mamá me deje” dijo la menor, “¡Ya Ana! me estas asustando” respondió el niño.
María se acercó a los infantes, con curiosidad por saber con quién hablaban, pero no había nadie con ellos. Cuando preguntó con quién hablaban, el niño comentó que su hermana tenía un amigo imaginario que decía cosas que daban miedo. “¡No es imaginario!” grito la niña “Además, también es amigo de mamá”. El mayor agregó preocupado “¡Me quiere tirar de un pozo!”.
Un pozo. Al escuchar eso, María recordó esa pelea con su hermano. Recordó la desesperación que sentía mientras su hermano gritaba de dolor en el fondo de ese agujero, no supo como reaccionar, así que huyó de regreso a la casa con el resto de su familia. Cuando le preguntaron por su hermano no tuvo el valor para decir lo ocurrido, hasta el día siguiente, ya que los guarda bosques comenzaron a buscar, pero incluso entonces, mintió. “Él se acercó a la cabaña, yo tenía miedo, así que regrese de inmediato”.
María dejó a sus hijos solos en el patio, corrió asustada hacia la sala de estar. Dio vueltas por la habitación una y otra vez, asustada.
Solo se detuvo cuando sintió una presencia, la misma que había visto en la cocina horas antes. Volteó a ver al niño frente a ella, tenía el cuello roto, gusanos comiendo de su rostro, piel pálida y cubierta de lodo, le dijo “Ahora no vas a dejarme, hermanita”.
Un mes más tarde, después de haber desaparecido en su propia casa sin explicación alguna, el cuerpo de María fue localizado sin vida en el fondo de un pozo, cerca de una cabaña abandonada.
ESTÁS LEYENDO
Sombras del pasado.
Mystery / ThrillerUna madre atrapada entre las mentiras de su esposo y los recuerdos oscuros de su infancia enfrenta una presencia sobrenatural que amenaza con destruir su vida. Los fantasmas del pasado, un trágico accidente familiar y un misterioso pozo en el bosque...