III. El Abismo Interior

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El jardín seguía en silencio, y la brisa que antes acariciaba su piel ahora parecía cortar el aire con frialdad. Hannibal ya no estaba, pero la presencia que había dejado atrás aún envolvía a Will como un veneno lento que se filtraba en sus venas. Cerró la puerta, sintiendo el peso de cada movimiento, como si al girar el picaporte estuviera cerrando una etapa de su vida que nunca logró mantener sellada.

El pasillo de la casa estaba envuelto en penumbras, el eco de pasos lejanos y la respiración suave de su familia lo anclaban a una realidad que sentía ajena. Su esposa dormía arriba, su hijo apenas un susurro de sueños infantiles detrás de la puerta. Pero en su pecho, en lo más profundo, algo en él estaba inquieto, arrastrado hacia el abismo del que nunca había podido escapar completamente.

Hannibal había escapado. "Por mí", pensó Will, como un peso que lo aplastaba. Y ahora, esa sombra vagaba libre por el mundo, con una promesa que retumbaba en su mente: "Si no vienes a mí, yo vendré por ti."

Will se apoyó contra la pared, dejando caer su cabeza hacia atrás, cerrando los ojos. Podía sentir el eco de la mirada de Hannibal, el filo de sus palabras envolviéndolo, desmoronando lentamente las barreras que había construido para protegerse de él. Se había casado, había tratado de construir una vida donde pudiera ser "normal", donde el monstruo que había dentro de él pudiera permanecer adormecido. Pero siempre había estado allí, aguardando a que Hannibal lo despertara.

La pregunta que lo atormentaba ahora era cómo contaría la verdad. ¿Cómo podría explicarle a su familia que el hombre del que había hablado en sus peores pesadillas estaba de vuelta? ¿Cómo podría mirarlos a los ojos y confesar que había sido él quien había permitido que todo esto ocurriera, que su propia debilidad lo había arrastrado de vuelta al borde del abismo?

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Los días que siguieron al reencuentro con Hannibal fueron un torbellino. La noticia de su escape se esparció rápidamente. Jack Crawford lo llamó de inmediato, la urgencia y el cansancio en su voz eran evidentes. Las autoridades estaban en alerta máxima, pero Will sabía que Hannibal no cometería errores. No sería atrapado a menos que "él" quisiera.

Will condujo hacia la oficina de Jack con una tensión que serpenteaba por su pecho, como un animal atrapado bajo su piel. El escape de Hannibal no era solo un suceso desafortunado; era el clímax inevitable de algo que siempre había estado destinado a ocurrir. El paisaje pasaba a su alrededor, desdibujado, pero Will no veía nada. En su mente, solo un nombre retumbaba: "Hannibal". Siempre "Hannibal".

El peso de la promesa de su última conversación seguía aplastando su conciencia: "Si no vienes a mí, yo vendré por ti." La promesa no era solo una advertencia, era un destino sellado con una oscura intimidad que Will ya no podía negar. Esa tarde en su puerta había sido más que un reencuentro. Fue un recordatorio de que había un monstruo dentro de él que anhelaba ser liberado.

Al llegar al despacho, Jack Crawford y Alana Bloom lo esperaban. La expresión de Jack era de puro cansancio, pero con una chispa de dureza en los ojos. Sabía lo que se avecinaba. Alana, en cambio, mantenía una compostura controlada, pero su mirada traicionaba una mezcla de preocupación y desaprobación. Ambos sabían que Will era la clave, pero lo que no entendían era que Will no quería ser la llave que los guiara a capturar a Hannibal. Lo que él quería... era algo que ni siquiera podía admitir ante sí mismo.

-Will, ¿lo has visto? -preguntó Jack, y sus palabras no llevaban recriminación, solo una desesperación contenida.

Will se sentó frente a ellos, sintiendo el peso de sus miradas. Cada palabra que saliera de su boca cambiaría el curso de los acontecimientos, lo sabía. Y sin embargo, algo en su interior se resistía a decir lo que debía decir. En cambio, habló con la verdad, la verdad que ardía en su pecho.

Lo Hice Por Ti (Hanigram)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora