PRIMERA PARTE
SUEÑOS
A media mañana, un joven bachiller caminaba nerviosamente entre la afluencia de estudiantes por los pasillos del campus universitario. Miraba de un lado a otro como si se hubiera extraviado. Se detuvo por un momento para reorientarse, recorriendo con la mirada los agradables espacios entre edificios incomparados de las Facultades y Escuelas. Centró su mirada en un conjunto de chaguaramas al lado de un pequeño lago, que evocó imágenes de su tierra; abstraído, sin darse cuenta, alguien le tocó la espalda. Ante la sorpresa reaccionó violentamente creyendo que se trataba de un asalto, pero al instante notó que era su compañero Bruno Malespín. No en balde andaba cauteloso y nervioso, pues hacía pocos días lo habían asaltado a mano armada en pleno centro de la ciudad, lo despojado de su celular y algún dinero. "Eso te pasa por andar viendo paʼrriba, a los edificios altos, como un campuruzo" le había dicho Bruno. Habían acordado encontrarse en un sitio emblemático que Silverio no había atinado localizar. En seguida reanudaron el recorrido por la moderna ciudad universitaria, mientras Bruno hacía chanzas por el despiste de su amigo. Luego, con la mano sobre su hombro, trató de convencerlo para que se inscribiera en la facultad de Derecho, como él lo había hecho sin dilación. Entre dimes y diretes llegaron a la Facultad de Ingeniería donde Silverio Ferraro, después de rebasar su titubeo, al fin realizó su inscripción.
Para celebrar el gran paso, los bachilleres saborearon un refresco en medio del bullicioso cafetín universitario mientras conversaban sobre tiempos distantes y dichosos transcurridos en el liceo. La amistad entre ellos había tenido su origen en la niñez, y se prolongaría hasta la adolescencia. La tertulia estuvo empapada de alegría y de la emoción que sentían por haber llegado el tiempo de encaminar sus vidas hacia un nuevo rumbo. En esos momentos estaban convencidos de la inalterabilidad amistosa entre el núcleo que habían integrado ellos dos y su condiscípula Magda Santarrosa, a quien aún le faltaba un año para graduarse. No había cabida en sus mentes el presentimiento que su afecto llegaría a transformarse, posteriormente, en una interrelación conflictiva y en una segmentación inequívoca.
Más tarde, Silverio pagó la cuenta y dijo que solo le quedaba para el comedor y el pasaje en el autobús que lo dejaba cerca de la pensión. Pero Bruno, más animado, lo invitó a una cervecería.
―No te preocupes, que yo tengo ―insistió―. Además, donde vamos sirven tantos pasa palos que uno queda como hubiera almorzado.
A pocos días Iniciaron sus estudios con igual entusiasmo, entablaron nuevas amistades entre sus compañeros, con quienes compartieron momentos festivos y amenos, a pesar de que estaban en diferentes escuelas y cada quien se había incorporado a diferentes grupos de estudio. Vivían felices en el ambiente universitario. Sin embargo, Silverio no estaba del todo conforme; hubiera preferido seguir el consejo que le dio Bruno para persuadirlo que se inscribiera en Derecho junto con él, pero se le hacía cuesta arriba por ser bachiller en ciencias y no en humanidades, que era lo idóneo para ser abogado. Sin embargo, a última hora, por influencia del padre de Bruno, había conseguido que lo admitieran, pero cuando estuvo a punto de inscribirse, se retractó y le dijo a Bruno que no quería verse metido entre gruesos volúmenes del derecho, y en un juego de palabras para decidir el destino del acusado, su vida o su muerte, sino entre tractores y andamiajes: en carreteras, puentes y represas, como ingeniero militar. ¡Como Sucre, vale, como Sucre! ¡Como Codazzi!, decía con una jactancia que escondía su carácter indeciso.
Nada de aquellos arquetipos vislumbraba en las materias del curso, y antes de terminar el primer año, Silverio decidió abandonar la Facultad de Ingeniería. Estuvo deambulando durante algunos días, lamentando no haberse iniciado en Derecho y pensando en la forma de conseguir un camino que lo condujera a conquistar un objetivo, que en aquel momento tampoco tenía claro. Le provocó entrar a un bar para olvidar sus penas o intentar ordenar sus pensamientos, pero tanto su incipiente experiencia etílica que no lo estimulaba a beber solo, como su formación hogareña, le persuadieron a desechar esa tentación.
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SUEÑOS y DILEMAS
AdventureUna mujer decidida, un hombre idealista y otro escéptico amigos desde la infancia, comparten inquietudes e ilusiones, hasta que cada uno va en busca de sus aspiraciones particulares. Silverio Ferraro enfrenta su primer dilema al escoger entre la uni...