Para de un comienzo, un final

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Cuando llegué a ésta casa, sabía que mi destino estaba sellado, recuerdo haber tenido tanto miedo cuando posó sus enormes y azules ojos sobre mí allá en la tienda de mascotas, su mirada era tan profunda y azulada como el mismo vacío del espacio, no podía leer sus intenciones, sólo notaba que estaba completamente enfocado en mí, no despegaba la vista de encima mío nisiquiera cuando hablaba con el dueño de la tienda, lentamente me ojeaba de abajo hacia arriba analizando todos y cada uno de los detalles en mi piel desnuda,  yo tenía tanto miedo de que me comprara, cada vez que la ligera amenaza de compra se presentaba ante uno de nosotros sentíamos el pánico y el terror recorrer nuestra espalda, pero con él era peor, me era imposible despegar la mirada de la suya, temía que hiciera algo cuando no lo estuviera viendo pero, era difícil concentrarse, sentía mis piernas temblar como gelatina, ligeras como una pluma, débiles como plastilina, se nos tenía prohibido hablar con cualquiera de los clientes o el mismo vendedor pero, cuando me tomó en sus manos como quien agarra un lápiz decididamente, no pude contenerme e imploré que no me dejara ser vendido a ése cliente, pero mis súplicas cayeron en oídos sordos, no sólo fuí golpeado por su enorme mano, sintiendo el calor del dolor recorrer toda mi cara y hasta mi pecho, recordándome que yo no tenía voz ni en ésta decisión ni en general, sino que él mismo ofreció a quién próximamente sería mi nuevo dueño si quería el servicio especial, que consistía en remover las cuerdas vocales y genitales de la mascota, mi cuerpo adolorido me obligó a quedarme callado, pero una parte de mí quería gritar, sabía que no podía si no quería volver a ser golpeado pero, me sentía impotente, las lágrimas de dolor se desataron mientras miraba fijamente a mi comprador desde la mano del criador y vendedor, deseé con todas mis fuerzas que mi nuevo dueño no aceptara ésa oferta, y tal vez él se dió cuenta, pues la rechazó, y pronto me ví lanzado con rudeza dentro de la bolsa blanca en que todos los "afortunados" éramos metidos una vez llegaba la hora de servir como mascotas.

El plástico, aunque grueso, transparentaba ligeramente de afuera hacia adentro más que de modo contrario, de dentro hacia fuera, y podía ver a mis otros compañeros desde sus jaulas despedirse de mí, realmente no podía considerar a nadie ahí mis amigos, se nos tenía prohibido hablar siquiera entre nosotros, y en muchas ocasiones no tardaban mucho en desaparecer, ya sea porque fuesen comprados, escapaban, o simplemente se "estropeaban", dejándolos "inservibles", y el vendedor no tenía empacho en mostrarnos qué pasaba con aquellos no aptos para la venta, muchas veces eran convertidos en comida, rebanados en pedacitos o molidos hasta formar una masa espesa y gelatinosa, era imposible ignorarlos gritar de dolor aún en sus últimos momentos, pero siempre acababa igual, silencio absoluto, cada que ésto pasaba nos reuníamos antes de dormir para lamentar sus muertes, otros casos eran más sutiles, los clientes habituales eran conocidos por venir varias veces al mes a comprarnos, poco les importaba ser discretos con sus planes, siempre buscaban los más sumisos o gorditos. Yo era de complexión robusta, y en muchas ocasiones estuve a punto de ser comprado por alguno de ésos clientes habituales, pero casi siempre aparecía una mejor "pieza", y me dejaban de lado, para mi fortuna. Pero ése día mi suerte se acabó, cuando escuché la campana de la puerta del local y la voz del vendedor se alejaba despidiéndose, sabía que mis horas estaban contadas desde ése momento en adelante.

Al salir, me sentí abrumado, colores, olores y sonidos nuevos me inundaban, imposible escapar de ellos en mi prisión de plástico sellada por la mano de mi comprador, un suspiro molesto era la señal que estábamos a punto de dirigirnos a casa, dicho y hecho la bolsa comenzó a rebotar de arriba a abajo con un estruendo, asumí que era cada paso que daba mi nuevo dueño, desde dentro de la tienda siempre tuve una vista por la ventana al exterior en la exhibición, el mundo era enorme y peligroso, pero también estimulante y disparatado, y aunque ahora no lo veía, quien me compró parecía la clara muestra de ello, su físico gritaba cánido, su complexión úrsido, sus características faciales felino, su mirada seriedad y firmeza, y su voz, aún con lo naturalmente retumbante de los gigantes como ellos, alternaba entre grave y formal con agudez juguetona, dos conceptos muy distantes uno de otro, en un mismo contenedor.

Un chirrido agudo me despertó tras horas de haber caído rendido, extrañamente habiéndome acostumbrado a las sacudidas de la bolsa, otro suspiro me confirmó que habíamos llegado a casa, ése viaje probablemente sería la última vez que estuviese extrañamente tranquilo, pues pronto sentí como si hubiese sido lanzado contra el suelo, no desde muy alto, pero dolía en todo mi cuerpo tras haberme estrellado de la nada, imaginé que habían dejado caer mi bolsa sin cuidado en una mesa tras haber llegado, la salida ya no estaba sellada por el firme agarre de mi comprador así que pude salir, confirmando mi sospecha y dejándome ver lo que sería ahora mi nueva casa, y probablemente las últimas cuatro paredes el día que eventualmente se deshicieran de mí. Aquella casa era espaciosa incluso para la criatura que me había comprado, quién había decidido ocupar el cuarto principal al entrar como recámara y sala, el color de las paredes me recordaba al de los girasoles, excepto que mucho más suave, estaban desgastadas pero se disimulaba bien con la luz incandescente, quien exponía una cama azul en el suelo pues sus colores contrastaban mucho, pero no parecían desentonar, aquella cama era tan grande como la criatura, redonda,  tenía dos almohadas y una cobija acolchados, seguro si cayera ahí algún día nunca más se sabría de mí, algo extraño que noté era que no había ventanas convencionales, en su lugar había pequeños pero anchos tragaluces en lo más alto de las paredes contraria a la entrada y del lado de la cama, antes de llegar al techo. Mi observación de entorno se vió interrumpida al ver a mi nuevo dueño desnudo, éste parecía estar tranquilo como si no hubiese una criatura viéndolo, quizá un poco muy fijamente, probablemente no le importaba realmente, pues aunque al verlo me tapé la cara torpe y pobremente, él simplemente caminó hacia la otra habitación, una que asumí sería la cocina al escucharlo mover algunos trastos de metal. Al mirar por el borde de la mesa, noté que el suelo estaba algo sucio, pero que sobre todo no estaba tan lejos como creí que estaría, igualmente necesitaba buscar algo con lo que bajar y no hacerme daño, por más que quisiera no estar aquí no quería morir tampoco, al menos no en ése momento, pero no había nada que pudiera hacer o usar para poder bajar, así que esperé pacientemente, pasada una hora el enorme ser regresó, ahora parecía más tranquilo, mientras caminaba sacudía ciertas partes de su cuerpo pero dudo que le importara que lo viera así, una vez frente a mí me tomó firmemente como quien agarra una cuchara al comer y me levantó, llevándome con él a su cama, donde se acostó y, en cuestión de segundos, quedó profundamente dormido, dejándome sobre su panza mientras descansaba. Yo también estaba demasiado cansado para comprender qué estaba pasando, así que decidí ignorarlo y dormir también, mientras aplazara mi final por mí mejor.

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⏰ Last updated: Oct 19 ⏰

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TonyWhere stories live. Discover now