Entre sombras y estrellas

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Era el último año en Hogwarts, y el aire estaba cargado de tensiones. Los rumores sobre la inminente guerra en el mundo mágico crecían día a día. Los estudiantes lo sentían; las casas estaban más divididas que nunca, y dentro de esas rivalidades, una en particular destacaba: la enemistad entre Sirius Black y Severus Snape.

Sirius, con su naturaleza rebelde y espíritu indomable, era el líder indiscutido de los Merodeadores. Su risa era tan fácil de encontrar como su arrogancia, y rara vez mostraba vulnerabilidad. Snape, por otro lado, era un joven retraído, reservado, con una mente aguda y un talento innato para las artes oscuras. Su lealtad a Slytherin y su desdén por los Gryffindor eran evidentes.

A pesar de su hostilidad pública, en lo profundo, había algo más. Algo que ni Sirius ni Snape podían entender por completo, pero que ambos sentían en el aire cuando sus caminos se cruzaban en los pasillos oscuros del castillo.

Una noche, durante una ronda de prefectos en los terrenos del colegio, Sirius se escabulló de sus compañeros para explorar las zonas menos vigiladas. Quería estar solo, lejos de la presión de James y Remus. Sin embargo, no estaba tan solo como pensaba.

A la sombra de un árbol, Severus estaba practicando en secreto hechizos avanzados de defensa y ataque. Sirius, curioso y sin poder evitarlo, observó desde la distancia. Snape era brillante, su manejo de la magia fascinaba incluso a alguien como Sirius, que siempre lo había visto como un simple rival.

- ¿Qué haces aquí, Black? -preguntó Severus en voz baja, sin siquiera girar la cabeza.

Sirius, sorprendido de haber sido descubierto, se acercó con una sonrisa burlona.

- Sólo disfrutando del espectáculo. No todos los días se ve a un Slytherin que no esté tramando alguna traición, ¿verdad?

Snape lo fulminó con la mirada, pero no levantó su varita. Había algo en el tono de Sirius que no era habitual. No era sólo burla, era... curiosidad.

- ¿Por qué no te vas y dejas de molestarme? -replicó Snape, volviendo a concentrarse en su hechizo.

Sirius dio un paso más cerca, cruzando sus brazos.

- ¿Sabes? Podrías ser un gran duelista si dejaras de preocuparte tanto por las artes oscuras. No todos en Gryffindor somos tan cerrados como crees.

Snape soltó una risa amarga.

- ¿Y tú qué sabes de mí, Black? Sólo eres otro imbécil más que cree que todo lo que hago es malo porque no encajo en tu mundo de luz y valentía.

- No es eso -dijo Sirius, sorprendiéndose a sí mismo-. Lo que quiero decir es que... hay más en ti de lo que aparentas.

Severus lo miró fijamente, sus ojos oscuros buscando algún rastro de mentira en las palabras de Sirius. Pero no encontró ninguna. Había una extraña sinceridad en él, algo que nunca había visto antes.

- ¿Por qué te importa? -preguntó Severus, ahora más intrigado que molesto.

Sirius bajó la vista por un momento, pensativo. Luego se encogió de hombros.

- Tal vez porque tampoco encajo en la idea de lo que mi familia cree que debería ser. Tal vez porque sé lo que es sentirse fuera de lugar.

Ambos se quedaron en silencio por un momento. Era una revelación que ni Sirius ni Snape esperaban. Los dos se habían definido durante años como enemigos, pero, de alguna manera, compartían esa sensación de desarraigo, de no pertenecer realmente a ningún lugar.

- Supongo que eso es lo único que tenemos en común -dijo Severus finalmente, con una leve sonrisa irónica.

Sirius rió suavemente.

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