Relato 3 - Alta Mar

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  Percibí un olor a salitre fuerte, abrí mis párpados saliendo de las tinieblas y me percaté de que estaba acostado en un bote que flotaba sobre el mar abierto. Miraba hacia todas las direcciones nervioso, ¿cómo podría esto sucederme a mi?. Mi memoria me traiciona y obliga a mis sentidos a recuperar el panorama de la tormenta. Ya no estaba en ella, pero regresaba el terror que me provocaron los relámpagos azotando la superficie de las olas. Las polvorientas nubes ocultaban el sol convirtiendo la mañana en noche sin luna. Un barco lejano sucumbió junto a sus tripulantes al poder del vendaval. ¿Es la inclemencia el adecuado sitio para las vivencias? Tal vez, en esta vida lo es a menudo. Otro momento recordé, fue aquel en el cual las fuertes mareas volcaron mi barca y caí al agua salada. La corriente parecía atraparme, mas estaba lejos de hacerlo debido a que me aferré a mi embarcación y no la solté.

  Entonces, fue en ese preciso momento que desperté de mi alucinación y pude evocar mejor como pude terminar a la deriva. El poder del océano me arrastró lejos, a tan remoto lugar que podría llamarlo mi "infierno azul". Precisaba descanso de mi agitada existencia como pescador aficionado y noble abogado. Aunque debo confesar el hecho de que no era tan noble, de ahí mi percepción de esta circunstancia como mi merecido castigo. Servía a los aristócratas descarados en sus empresas de arruinar a los pobres que les habrían hecho algún agravio. Engañaba a mi mujer con la ramera Natalie Wiggins en el burdel de la ciudad, deleitándome y aprovechando los joviales atributos que mi esposa no tenía. Nunca sospechó de la infidelidad, supongo que su confianza en mi pudo más. Mi madre me consideraba un caballero honrado y apegado a su cónyuge, cuidó muy bien de que no me entristeciera por el estrés diario hasta que finalmente murió mientras dormía en su residencia ubicada en el centro de la urbe.

  Por tanto, me creo culpable de tantas atrocidades, las cuales me llevaron a este punto en mi existencia. Probablemente, debería comenzar a apreciar esta suerte de Hades como el retiro perfecto para reflexionar. Esa gaviota a merced del viento que sopla sobre mi rostro, el calmado ritmo que mueve mi bote a un destino desconocido y el aroma delicioso de la paz. Valorar todo cuanto tengo aún estando en medio de la nada. Ciertamente, tengo claro que no sobreviviré por mucho, mas moriré sabiendo que el final de mis días estuvo marcado por ser mi primer alejamiento del dolor. Extrañaré las caricias de mi esposa que no cuidé, el abrazo de mi fallecida madre y mi pesca liberadora para olvidar las fechorías. Pero, ¿que sería el existir sino un mar de sufrimiento en el que solo aparecemos y nos vamos sin avisar?.

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