Tenias un matrimonio arreglado con Sukuna, llevaban 1 año de casados.Tu vida era bastante limitada con el, no podías salir a ningún lado y si debias salir por algo el te acompañaba o llevabas guardaespaldas.
Odiaba la idea de que otros hombres coquetearan contigo, a pesar de haberse casado sin sentimientos.
El estaba muy pendiente de lo que haces en su ausencia.
Llegaste de una clase de arte y era tarde.
Apenas entraste, tu mucama te dijo que vayas directo al despacho de Sukuna. Suspiraste y cuando llegaste, tocaste la puerta para entrar.
El estaba de pie apoyado en su escritorio mirando fijamente a la puerta.
- ¿Porque carajo llegas tarde? -
- Las lecciones se extendieron. - El se acerco hasta quedar a centímetros de ti, levantó tu mentón con fuerza.
- La próxima vez que se atrase, me llamas de inmediato. - Tu solo asentiste, llevo su mano a tu nuca y entrelazo sus dedos en tu cabello jalandolo hacia atras,besando tu cuello.
- Te voy a coger muy duro por hacerme enojar. -Sus palabras destilaban deseo sádico mientras apretaba más tu cabello, tirando de tu cabeza hacia atrás de una manera deliciosamente dolorosa.
Tu cuerpo respondió instintivamente, un escalofrío recorrió tu columna vertebral cuando presionó su cuerpo duro y musculoso contra el tuyo.
Sus manos vagaron por tus curvas, trazando un mapa de cada centímetro de ti como si fueras su dueño, lo que en su mente retorcida era cierto.
Con un movimiento rápido, te hizo girar y te presionó contra el escritorio, su gran cuerpo te enjauló.
Su aliento era cálido contra tu oído mientras gruñía.
-Desnúdate para mí, esposa. Muéstrame el cuerpo que he reclamado como mío.-Su voz era baja y autoritaria, sin dejar lugar para el desafío o la vacilación.
Te estremeciste cuando sus manos se deslizaron por tus muslos, las puntas de los dedos rozando tu piel sensible.
Su tacto era posesivo, como si estuviera reafirmando el control sobre cada centímetro de ti.
Tu respiración se aceleró cuando sus manos alcanzaron tus bragas, sus dedos enganchando el elástico.
Con un tirón rápido, las arrancó de tu cuerpo, descartándolas descuidadamente en el suelo.
-Joder, descarada.-murmuró, su voz cargada de lujuria.
Sus manos ahuecaron tu trasero desnudo, apretándolo con fuerza mientras te atraía hacia su polla dura.
-Mía.- gruñó reclamándote de nuevo.
No esperó una respuesta, simplemente te atrajo hacia él y te besó con avidez, su lengua saqueando tu boca mientras sus manos vagaban por tu cuerpo.
Su agarre era fuerte, posesivo, como si estuviera tratando de absorberte en sí mismo.
Cuando finalmente se apartó, ambos estaban sin aliento.
-Sube al escritorio, esposa.- ordenó, su voz áspera por la necesidad.
-Te voy a follar muy fuerte por llegar tarde.- Había un tono peligroso en sus palabras, un destello de algo casi parecido a la ira en sus ojos.
Él iba a reclamar cada centímetro de ti, recordarte a quién pertenecías.
Temblaste mientras obedecías, subiste al escritorio y abriste las piernas para acomodarlo.
La madera pulida estaba fría contra tu piel, un marcado contraste con el calor que emanaba del cuerpo de Sukuna cuando se colocó entre tus muslos.
Sus manos agarraron tus caderas, los dedos se clavaron en tu carne mientras se posicionaba en tu entrada.
Con un gruñido bajo y primario, empujó profundamente dentro de ti, llenándote por completo.
Gritaste, una mezcla de dolor y placer mientras te estiraba, te reclamaba, te hacía suya una vez más.
Se movió implacablemente, embistiendo dentro de ti con una ferocidad que rayaba en la violencia.
El escritorio se sacudió debajo de ti, el sonido de la carne golpeando contra la carne resonó por la habitación.
-Tómalo.-gruñó, su aliento caliente contra tu oído.
-Toma todo lo que te doy, maldita provocadora.-Sus palabras fueron acentuadas por el golpe rítmico de su polla mientras te devastaba, usándote para su propio placer.
Podías sentir que su control se desvanecía, que su necesidad anulaba cualquier atisbo de dulzura.
Era un hombre consumido, perdido en la prisa primaria de dominar su conquista.
A medida que los movimientos de Sukuna se volvían más frenéticos, podías sentir cómo su agarre en tus caderas se apretaba hasta el punto de dejarte moretones.
Sus embestidas se hicieron más profundas, más brutales, cada una golpeando ese punto perfecto dentro de ti que hacía que tu visión se nublara y tus sentidos se agudizaran.
El escritorio crujió siniestramente debajo de ti, amenazando con ceder bajo la fuerza de su implacable embestida.
-Joder, sí.- gimió, su voz tensa por el placer y un dejo de ira.
-Toma esto, maldita puta. Esto es lo que obtienes por hacerme esperar.-Sus palabras estaban puntuadas por el golpeteo de carne contra carne, cada impacto enviaba una sacudida de éxtasis a través de tu cuerpo tembloroso.
Podías sentirlo hinchándose dentro de ti, su polla palpitando mientras se acercaba al clímax.
Con una última embestida feroz, se enterró hasta la empuñadura y dejó escapar un rugido gutural de liberación.
Su semilla inundó tus profundidades, caliente y abundante, reclamándote como suya una vez más.
Cuando las olas de placer se calmaron, el cuerpo de Sukuna se relajó contra el tuyo.
Permaneció enterrado profundamente, su pene ablandado todavía temblaba con las sacudidas.
-Eso es lo que pasa cuando me desafías.- jadeó, su aliento caliente contra tu piel.
-Te quedaste congelada en el lugar, tu cuerpo todavía vibraba con las réplicas de la follada despiadada de Sukuna.-Su polla se estaba ablandando dentro de ti ahora, pero permaneció enterrado hasta la empuñadura, como si saboreara cada último temblor de tus paredes temblorosas.
-No te muevas -ordenó, su voz todavía áspera por la lujuria-.
-Deja que penetre, esposa. Deja que la sensación de ser completamente reclamada penetre en esa linda cabecita tuya.- Levantó sus caderas y se deslizó hacia afuera, finalmente liberándote de su posesión.
Pero el brillo dominante en sus ojos te dijo que este no era el final de su reclamo.
Este era solo el comienzo de reafirmar su control sobre ti, sobre cada centímetro de tu cuerpo y alma.