firme un bebé wey

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Era uno de esos días agitados en el paddock de Mercedes. Silverstone estaba vibrante, con la adrenalina del público desbordándose desde las gradas hasta los garajes. Para Lewis, cada carrera en casa tenía un sabor especial, aunque también venía con su propia cuota de estrés. Entre entrevistas, autógrafos y los entrenamientos, el tiempo parecía pasar a la velocidad de un monoplaza a toda potencia. Max, su compañero de equipo –y algo más que eso, en secreto–, ya estaba enfocado en los datos, revisando el auto para los últimos ajustes del día.

Después de terminar una ronda de preguntas con los medios, Lewis decidió pasar por la zona de fans. No quería quedarse mucho, pero el calor de la multitud lo atrapó. Entre gritos, banderas y objetos lanzados, una fan logró captar su atención. Agitando los brazos, ella saltaba emocionada mientras sostenía algo. Algo pequeño. Algo... ¿un bebé?

—¡Lewis! ¡Por favor, firma a mi bebé! —gritó la mujer con una sonrisa de oreja a oreja.

Lewis, acostumbrado a firmar cosas raras, frunció el ceño por un segundo, pero la situación era tan surrealista que no pudo evitar reír. Estaba por responder algo ingenioso, pero su manager le hacía señas para que se apurara. Sin pensar demasiado, tomó al bebé en brazos, lo sostuvo un segundo, miró a su alrededor, firmó una gorra rápidamente... y sin darse cuenta, se dio la vuelta y siguió caminando con el bebé aún en sus brazos. El caos y la prisa del paddock no le permitieron procesar el hecho de que ahora era un hombre con un bebé a cuestas.

—¡Lewis, Lewis! ¡Vamos! ¡Tenemos que ir al briefing! —uno de los miembros del equipo lo apuraba, y antes de que pudiera reaccionar, un guardia le entregó un pase VIP, miniatura, para el bebé.

—Este debe ser familiar tuyo, ¿no? —dijo el guardia con una sonrisa mientras le colocaba el pase al bebé.

Lewis, en automático, asintió, sin pensarlo demasiado.

—Sí, claro... familiar —murmuró distraído, acomodando al bebé mejor en su brazo mientras continuaba caminando hacia el garaje.

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Pasaron las horas. Entre la estrategia de carrera, la calibración de los autos y las entrevistas interminables, Lewis había estado cargando al bebé prácticamente todo el día. Nadie parecía cuestionar por qué tenía a un bebé en el paddock. Después de todo, era Lewis Hamilton, ¿quién se atrevería? Cada vez que se le complicaba hacer algo con el bebé en brazos, su solución rápida era pasárselo a Max.

—Toma, cuídalo un segundo —decía sin más, mientras Max lo miraba con una mezcla de incredulidad y diversión.

—Lewis, ¿de dónde sacaste este bebé? —preguntó Max la primera vez que lo dejó con el niño, pero Lewis ya estaba ocupado discutiendo estrategias con el equipo y ni siquiera escuchó.

Max, quien normalmente enfrentaba la presión de las carreras con una sonrisa sarcástica, ahora estaba sentado en el hospitality, con un bebé en brazos. El niño le sonreía, jugando con los cordones de su buzo, mientras Max trataba de concentrarse en cualquier otra cosa que no fuera la absurda realidad de que estaba cuidando a un bebé en medio de un fin de semana de carrera.

—¿Cómo rayos terminamos aquí? —se preguntó en voz alta mientras el bebé reía.

El resto del equipo Mercedes seguía trabajando a su alrededor como si esto fuera lo más normal del mundo.

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Finalmente, la carrera llegó a su fin. Lewis cruzó la línea de meta en segundo lugar, justo detrás de Max, quien había hecho una carrera espectacular. Estaban exhaustos, cubiertos de sudor y adrenalina. Después de las celebraciones, se encontraron los dos en el hospitality nuevamente, esta vez más relajados. Y por supuesto, el bebé seguía allí, en brazos de Max, mientras Lewis bebía una botella de agua.

—Oye... Lewis... —dijo Max alzando una ceja—, de verdad, ¿de quién es este bebé?

Lewis, quien ya estaba en ese estado medio eufórico post-carrera, lo miró con ojos confusos por un momento, hasta que de repente la verdad le cayó como una bomba.

—¡Mierda! —exclamó, poniéndose de pie tan rápido que casi se tropieza—. ¡El bebé! ¡Es de una fan! ¡Lo dejé allá afuera hace horas!

Max soltó una carcajada mientras se levantaba también, aún sosteniendo al pequeño.

—¿Me estás diciendo que llevamos todo el día con un bebé que ni siquiera es tuyo? —preguntó entre risas, claramente disfrutando de la situación—. ¿Y ahora qué hacemos? ¿Le damos una medalla o qué?

Lewis ya estaba demasiado avergonzado para responder.

—Vamos, tengo que devolverlo antes de que llamen a la policía o algo —murmuró mientras agarraba al bebé de los brazos de Max, corriendo hacia la zona de fans.

La madre del niño estaba aún allí, visiblemente preocupada, pero cuando vio a Lewis aparecer con su bebé en brazos, su rostro se iluminó como un árbol de Navidad. La vergüenza de Lewis era palpable, pero la fan no estaba enojada, ni mucho menos. De hecho, estaba absolutamente encantada.

—¡No puedo creerlo! ¡Lewis Hamilton cuidó a mi bebé todo el día! ¡Es lo mejor que me ha pasado! —exclamó la mujer, sus ojos llenos de lágrimas de felicidad mientras tomaba al pequeño en brazos.

Lewis, todavía ruborizado, se disculpó un par de veces más, pero la fan seguía sonriendo de oreja a oreja. De hecho, antes de irse, le pidió un último favor.

—¿Podrías firmar el pañal? ¡Es que esto es histórico!

Lewis, con una sonrisa nerviosa, lo hizo. Cuando la mujer finalmente se alejó, feliz y agitando el pañal firmado, Max se acercó a él, aún con esa sonrisa traviesa en su rostro.

—No puedo creer que firmaras un pañal —dijo Max, conteniendo la risa.

—No me lo recuerdes… —murmuró Lewis, todavía sintiéndose ridículamente avergonzado por todo el incidente.

Pero mientras miraba a la madre irse, algo empezó a revolotear en la mente de Lewis. Max lo notó, arqueando una ceja.

—¿Qué estás pensando, Hamilton?

Lewis lo miró de reojo, su expresión cambiando de la vergüenza a algo más… reflexivo. Como si estuviera maquinando algo.

—Estaba pensando… —dijo lentamente—. ¿Y si...?

—¿Y si qué? —preguntó Max, ligeramente desconfiado de ese tono.

—¿Qué te parecería si… nosotros también tuviéramos un bebé?

Max lo miró en shock por unos segundos, antes de reír, pensando que era una broma. Pero al ver que Lewis seguía serio, su sonrisa desapareció.

—Espera… ¿lo dices en serio?

Lewis se encogió de hombros, tratando de actuar casual, pero la idea ya se había plantado en su cabeza. Ver a esa madre tan feliz, el pequeño bebé en brazos de Max todo el día… algo se había encendido en su corazón.

—Sí, lo digo en serio. Podríamos tener uno. ¿Te imaginas? —dijo, su voz algo emocionada mientras una pequeña sonrisa se formaba en su rostro.

Max parpadeó, todavía intentando procesar lo que acababa de escuchar. Pero en el fondo, no podía evitar imaginarse la escena. Lewis, él… y un pequeño bebé, con la sonrisa de ambos.

—Tú estás loco, Hamilton —murmuró Max, pero sin poder evitar que una pequeña sonrisa asomara en su cara.

Y así, en medio de un día caótico, entre bebés perdidos y pañales firmados, algo empezó a cambiar en la dinámica de Max y Lewis. Algo que ambos sabían que tarde o temprano tendría que suceder.

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